lunes, 5 de febrero de 2018

Tu fe te ha salvado, vete en paz

orar con el corazon abierto



ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios


Tenía hoy la necesidad de releer el pasaje en el que Jesús exclama: «Tu fe te ha salvado, vete en paz». Son palabras que sanan. Habitualmente centras toda la atención en las dos palabras relevantes —«fe» y «paz»— pero hoy todo gira en torno a ese «te» que resuena con profundidad en el interior de mi corazón.
Este sencillo «te» es una invitación a profundizar en la fe que tengo en Dios, en ese sentir en mi vida su grandeza y su amor.
Con frecuencia lees en el Evangelio como Jesús atiende las peticiones de personas que esperan de Él un gesto extraordinario, ese milagro que cambie su vida y les permita experimentar su infinita misericordia. Y te sientes identificado con ellos, con su humilde necesidad de escuchar que «tu fe te ha salvado».

Entonces, te preguntas cómo hubieses reaccionado ante los milagros de Jesús si hubieses sido contemporáneo suyo. Lo extraordinario es que Jesús realiza milagros asombrosos pero, sencillamente, exclama al que acude a Él que «tu fe te ha salvado». En ningún momento hace referencia a lo importante de su participación en aquel suceso, como si Él no hubiese sido el auténtico protagonista de la historia. Ese «te» pone de manifiesto que la humildad es uno de los rasgos característicos de Jesús. Él convierte la humildad en virtud. En ese «te» se asienta la humildad de Dios porque es Él mismo el que sana y lo refiere a la fe del hombre. «Tu fe te ha salvado». Frases como estas te abren el corazón porque sientes con ternura el perdón de Dios y te invita a descubrir en lo más profundo de tu ser que por medio de una fe humilde puedes alcanzar también la salvación.

¡Te doy gracias, Señor, porque me muestras cada día tu ternura, tus delicadezas, tu rostro amable, tu mirada cariñosa, tus atenciones y tu amor! ¡Te doy gracias, Señor, porque me tiendes la mano para sostenerme en mis luchas interiores y exteriores! ¡Te doy gracias, Señor, porque no me olvidas nunca, porque envías tu Santo Espíritu para que me otorgue el don de la sabiduría y de la fortaleza para continuar avanzando por el camino del amor y la esperanza! ¡Te doy gracias, Señor, porque te muestras siempre como el mayor ejemplo de humildad, actitud que me invita a cambiar para ser mejor cada día! ¡Te doy gracias, Señor, porque me invitas a ir en paz, porque te diriges a mí porque siempre tienes algo concreto que decirme para mejorar mi vida, mi relación con los demás y mi forma de ser! ¡Gracias, Señor, porque me perdonas de corazón, afianzas mi fe, desenmascaras tantas actitudes y costumbres que debo cambiar y que no son gratas para ti! ¡Te imploro, Señor, el perdón porque quiero escuchar de tu boca, con el corazón abierto a tu misericordia, «Tu fe te ha salvado, vete en paz»!

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