miércoles, 28 de febrero de 2018

orar con el corazon abierto



ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

A Jesús no le gustaban los halagos. Ni los aplausos de la gente. Ni los golpecitos en la espalda. ¿Me sucede a mi lo mismo?
Treinta años de vida oculta y en los tres de predicación lo más hermoso y profundo que cuentan los Evangelios es el encuentro con el Padre en el silencio de la oración. Y esa unión especial al corazón de María. Cuando hace un milagro desaparece, y pocos párrafos más adelante lo encuentras orando. Cuando realiza un signo, sana enfermos, cura las heridas del alma… pide que no se lo cuenten a nadie y, pocos párrafos más adelante, se encuentra en íntima oración con el Padre. Cuando se desplaza a cualquier lugar lo hace por delante de los suyos en oración y huye de las ciudades cuando corre la noticia de su presencia y, pocos párrafos más adelante, los evangelistas narran que se había apartado a orar secretamente.
Jesús ora en el templo, en la sinagoga, en la solemnidad de las asambleas, en la soledad de la noche, en la sequedad del desierto, en la tormentosa noche del huerto de Getsemaní. Oraba en la preparación de los momentos importantes y antes de tomar decisiones relevantes.

Y cuando entra en Jerusalén al son alegre de las palmas, entre el jolgorio de los que le aclaman, es para coronarse rey en el trono de la cruz y liberar al hombre del pecado. Y, más tarde, en lo alto del madero santo llega a la muerte en oración profunda.
En la oración de Jesús uno observa espacios de apertura del corazón. Contemplas su estrecha intimidad con Dios. Observas como comparte sus secretos con el Padre. En la oración de Jesús uno comprende el valor del silencio, el valor de las palabras sencillas y humildes que surgen del corazón, el valor de pedir sin cesar y sin desanimarse, el valor de la íntima comunión con el Padre, el valor de mirar desde lo íntimo para llegar a lo externo, el valor de vivir con autenticidad lo que se dice, el valor de hacer de la vida un espacio de oración.
Jesús habla de llamar a la puerta y orar en todo tiempo, de estar atentos al susurro del Espíritu. Jesús te enseña a orar porque es el primer orante. Jesús abre su corazón y te invita a orar con el corazón abierto. Jesús vence al mal con el bien de la oración y te convida a abrirte al prójimo para llevar el bien al mundo. Jesús madura espiritualmente porque en la oración es llevado por el Espíritu y te invita a crecer en tu vida interior.
La oración de Cristo demuestra algo extraordinario en el ideario cristiano. Jesús murió igual que vivió: lleno de Dios, en profunda, confiada, humilde, vivificante y permanente unión con Él, perdonando a los que le querían mal, entregándonos lo mejor que tenía en la tierra, a su propia Madre, y dejando su presencia amorosa por medio de la Eucaristía con una invitación clara para seguirle con confianza y fidelidad.
Si Jesús testimonia el valor de la oración, ¿qué me impide a mí profundizar en mi vida de oración? ¡Señor, enséñame a orar y abrirte mi corazón!


¡Señor, enséñame a orar por medio de tu Santo Espíritu! ¡No permitas que el activismo me venza sino que haga como Tu, que aunque te entregabas al servicio de los demás, aparcabas cada día la agitación de la vida y te reservabas tiempos de oración para tener unión íntima con Tu Padre! ¡Ayúdame, Señor, por medio de tu Santo Espíritu a abrir siempre mi corazón a Dios y concédeme la gracia de tener siempre una oración humilde, sencilla, constante y fervorosa! ¡Haz que mi oración, Señor, sea fiel en la alegrías y en las dificultades! ¡Haz, Señor, que como Tu todas mis palabras, mis sentimientos, mis palabras y mis actividades estén impregnadas de la vida de oración! ¡Concédeme la gracia de que mi oración sea siempre de alabanza, de amor, de acción de gracias, de fe firme y profunda! ¡No permitas que me deje llevar por la tristeza y la desazón! ¡Permíteme, Señor, que mi oración sea un encuentro íntimo y sincero contigo! ¡Ayúdame, por medio de tu Santo Espíritu, a despojarme de mis yoes y llenarme cada día del amor de Tu Padre, que me lleva al bien y me aleja del pecado!

No hay comentarios. :

Publicar un comentario