domingo, 18 de febrero de 2018

Si el futuro fuera una persona, ¿cómo lo tratarías?



Podemos caer en frases archi repetidas como que los jóvenes no son el futuro son el presente y que el futuro depende de nosotros, y así una lista de verdades a medias, que hemos oído tantas veces y que a estas alturas han perdido fuerza como mensaje motivador.

Esto del futuro no solo es un tema de los jóvenes, aunque sin duda para aquellos en edades más tempranas el asunto se vuelve más trascendente, pero para todos, jóvenes y no tanto (sobre todo para los que pretendemos seguir los pasos de Jesús) hay cosas que son innegables y una de ellas es la necesidad de cambiar, de convertirnos, de que nuestras acciones no sean empujadas por la inercia de las sociedades egoístas y carentes de amor, que muchas veces nos hacen priorizar por la satisfacción instantánea y no por proyectos de vida a largo plazo en donde pensemos en el bien común y construyamos el Reino de Dios en la tierra.

Es interesante la visión que nos ofrece este video en donde el futuro se personifica, es la voz de narrador, es un alguien y ese alguien se ve afectado por lo que hacemos hoy. No es solo una cosa abstracta que ocurrirá luego y sobre lo cual no tenemos nada que hacer, sino que se muestra como una persona completamente dependiente de nosotros; incluso confiesa tener un poco de susto de lo que hagamos con él…

Como cristianos el asunto no deja de ser importante. Hemos recibido un regalo gigantesco de parte de Dios: el libre albedrío. Tenemos la posibilidad de escoger nuestras acciones, tomar nuestros caminos. Estos podían incluso estar alejados de Dios, pero Él, en un gesto de generosidad y amor, nos permite buscar su voluntad y servirle desde una opción libre y no una imposición.


Siendo así y mirando al futuro como una “alguien” que depende de nosotros, hay muchos aspectos en los que podemos y debemos tomar una actitud libre y responsable, conscientes de que cada paso que damos hoy repercutirá en el mañana, que nuestras acciones y decisiones, así como nuestras negligencias y faltas, lo afectan. Por eso te invito a que podamos tomar algunas consideraciones para enfrentar nuestro presente con una visión de futuro.

1. Constructores del bien común y de sociedades justas
Es redundante este llamado, pero al parecer cada vez se hace más necesario, los cristianos debemos involucrarnos en el asunto social y político, pues el que no lo hagamos hoy tendrá consecuencias en el futuro, tal como las tiene ahora por habernos descuidado en el pasado. No solo se trata de involucrarse en la política por la llamada “agenda valórica” en donde luchamos porque no se legalice el aborto, la ideología de género y otras leyes que van en desmedro de la dignidad de las personas; sino también en asuntos como la pobreza, la educación y la salud. 

Que nuestro futuro no tenga que verse aquejado de una ausencia de los cristianos en la escena social y política que termina por marginar los valores del Evangelio de la sociedad.

2. Fortalecer nuestras familias hoy
Parece una obviedad enorme, pero parece que por obvia se omite. Nos preocupamos de nuestras familias y trabajamos seriamente por ellas cuando entramos en crisis, pero cuando todo marcha bien, entonces nos despreocupamos y nos dejamos consumir por la rutina. Los matrimonios geniales no son una coincidencia y los matrimonios desastrosos tampoco. No se pierde una partida de ajedrez en la última jugada, sino que son una sumatoria de malas movidas las que nos llevan a la derrota. Fortalecer y cuidar a nuestras familias y procurar relaciones sanas hoy, sí o sí tiene efectos en el futuro. En el futuro de nuestras sociedades, que tendrán ciudadanos más humanos y responsables, en el futuro de nuestros hijos que crecerán con una identidad sólida, e incluso en nuestro propio futuro, confiando en que cuando lleguemos a la vejez, seremos acogidos por aquellos que cuidamos y recibimos dentro de nuestras familias.

La familia tiene un papel irremplazable en el mundo.

3. La Iglesia del futuro se construye en el presente
Evidentemente muchos van por la vida despotricando contra la Iglesia, contra el clero, el episcopado y todo aquel laico que tenga la osadía de declararse abiertamente católico. Lamentablemente mucha de esa mala fama la hemos ganado justamente y han sido nuestros tropiezos y muchas veces la mala intención de los medios de comunicación).

¿Qué hacer? La respuesta es más sencilla de explicar que de vivir: ser santos. Estamos llamados a buscar y vivir nuestra vocación, una vida con propósito basada en la donación y el servicio, dando testimonio de nuestra fe a través de una vida coherente en palabras y acciones. Sea lo que sea que hagamos, vamos a dejar una huella en la historia, y más aún, nuestra forma de vivir nuestra fe hoy, afecta directamente a la Iglesia del futuro.

4. Vivir el eterno presente
Me da risa y pena cuando veo personas que descuidadamente toman decisiones a la ligera usando el argumento de “es problema del yo del futuro, que él se encargue”. Esto es una tontería grande como una montaña, pues como dice la expresión popular “el que siembra vientos cosecha tempestades” y no conozco a nadie que en su sano juicio se desee mal a sí mismo.

Todas nuestras decisiones dejan huella a nuestro alrededor, pero más aún, van forjando nuestra propia vida, afectando lo que somos y cómo vivimos. Desde los asuntos más espirituales como la vocación y el propósito de la vida, hasta las cosas más triviales como el endeudamiento económico y las tareas domésticas. Todo trasciende, todo impacta en el futuro. No se trata de vivir atemorizados midiendo cada uno de nuestros pasos por temor a dirigirnos a un abismo de fracaso y dolor, es más bien caminar amándonos, cuidándonos, respetándonos y sobre todas las cosas, buscando a Dios. 

Ese futuro que aún no conocemos, ese futuro personificado en el video cuenta con nosotros, confía en que haremos sincero esfuerzo por recibirlo bien y por tomar en libertad, las mejores decisiones de la mano del Señor.

5. Anhelar el futuro eterno
A veces podemos caer en cierta espiritualidad del trueque, es decir, hacemos lo que hacemos para recibir lo que esperamos, como si hubiera forma de ganarnos la vida eterna por nuestros propios méritos y gracias a nuestro esfuerzo.

La vida eterna es un regalo, de hecho es uno que habíamos perdido pero que Jesús en la Cruz recuperó para nosotros, pero al mismo tiempo es un destino, el final de un camino. Por eso estamos invitados a acoger esa invitación gratuita e inmerecida a la eternidad junto a Dios y para eso nuestras acciones de hoy son imprescindibles. Más que ganarse o no el cielo es vivir anhelando llegar a él, viviendo según los principios del reino de los cielos y respetando la voluntad de Dios. Es que sigamos los pasos del Maestro que nos conducen de regreso a casa, junto a Dios.

¿Qué otros aspectos importantes considerarías mencionar para poner cuidado y atención en ellos, preparándonos para el futuro?

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