jueves, 26 de octubre de 2017

Que todo se resuelva, siempre para el bien




Santo Evangelio según San Lucas 12, 54-59. Viernes XXIX del tiempo ordinario.


Por: H. Iván Yoed González Aréchiga, L.C. | Fuente: missionkits.org 




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ven, Espíritu Santo. En tus manos esta pequeña meditación. Quiero estar contigo. Gracias Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

 Del santo Evangelio según san Lucas 12, 54-59



En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "Cuando ustedes ven que una nube se va levantando por el poniente, enseguida dicen que va a llover, y en efecto, llueve. Cuando el viento sopla del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Si saben interpretar el aspecto que tienen el cielo y la tierra, ¿por qué no interpretan entonces los signos del tiempo presente? ¿Por qué, pues, no juzgan por ustedes mismos lo que les conviene hacer ahora?

Cuando vayas con tu adversario a presentarte ante la autoridad, haz todo lo posible por llegar a un acuerdo con él en el camino, para que no te lleve ante el juez, el juez te entregue a la policía, y la policía te meta en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de ahí hasta que pagues el último centavo".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


¿Mi corazón es capaz de exponerse a los demás? Jesús me invita a solucionar los problemas que pudiera tener con otras personas. Digamos, por ejemplo, que quiero mejorar las cosas con un familiar. Me alejé de él o de ella por alguna razón. Quiero reconciliarme, pero si no soy capaz de exponer mi corazón, difícilmente podré lograr algo. En otras palabras, debo saber "exponerme" al "peligro" de ser rechazado -siempre buscando el bien del otro. Esto se llama humildad, una humildad motivada por el amor, que todo lo une y lo sana.

Un segundo caso es el siguiente: Jesús, en su consejo, habla de una relación en la que ya hay algo fuera de lugar, algo que debe ser corregido. Pero, ¿qué hay de una relación que parece ir bien? Ejemplo: tengo un hijo, tengo un amigo o una persona que aprecio. Convivimos frecuentemente, pero, ¿cuándo fue la última vez que hablé con él de mí?, ¿le digo que lo mucho que lo aprecio, lo agradecido que estoy con él o con ella?, ¿le digo lo que pienso? Podemos aplicar nuevamente el consejo de Jesús pero en modo constructivo. Es como resolver el problema antes de que surja.

Señor, dame valor. A veces no soy consciente de los tesoros entre los cuales me encuentro. Vivo rodeado de personas que no sé si podré decirles lo mucho que las aprecio y lo mucho que les agradezco. Quizá a Ti tampoco te agradezco con frecuencia. Te pido que me ayudes a tener una actitud de continua gratitud y humildad para con todos. Una actitud que ayude a construir una atmósfera en que "todo esté resuelto" y "siempre para el bien".

La valentía apostólica que el Espíritu Santo enciende en nosotros como un fuego nos ayuda a superar los muros y las barreras, nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en marcha para caminar incluso por vías inexploradas o incómodas, dando esperanzas a cuantos encontramos. Con este fuego del Espíritu Santo estamos llamados a convertirnos cada vez más en una comunidad de personas guiadas y transformadas, llenas de comprensión, personas con el corazón abierto y el rostro alegre.
(S.S. Francisco, Angelus 14 de agosto de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy tengo una oportunidad para aplicar lo dicho en la meditación. ¿Con quién podría hacerlo? Voy a contactar a esa persona y haré una oración especial por él o ella.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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