Hna. Teresa del Carmen Rodríguez Perez
María mi buena madre…
andas rondando mi casa,
te acercas hasta mi puerta,
me quieres dar de tu gracia.
Tus manos se extienden madre
en dirección a la tierra
y rayos de luz y amor
se desprenden como ofrenda.
¿Sabes? pienso mucho en ti,
en lo que dijiste un día,
que esos rayos luminosos
que envías sobre nosotros
en esta tierra se pierden
porque nuestros corazones
desprecian el amor que ofreces.
María, virgen milagrosa,
te descubro tan humilde,
tan sencilla, tan humana,
tan preocupada por mí.
Un día y otro día
sigues enviando tu gracia;
no estás contenta en el cielo
porque una parte de ti
se ha quedado en este mundo:
son tus hijos peregrinos
que cuidarás hasta el fin.
Me duele la ingratitud
de tantos corazones
que no quieren conocerte,
que conociéndote no te aman,
y sabes que mi corazón
no termina de descansar
en tu amor y en tu mirada.
Porque aunque me conmuevo
y lloro de amor por ti,
mi vida no te refleja,
es solo un rayito tenue
de tu dulce resplandor,
que se aviva con la fe
y resiste en la oración.
Concédeme ser un hilo,
limpio, puro y transparente
de toda esa luz tan grande
que de tus manos se desprende.
Con tu ayuda y tu paciencia
seré tu chispa de luz
y de tu luminosidad
daré a todos mis hermanos
aquellos que encuentre madre
En mi sendero pequeño.
¡Mi deseo y mi plegaria
recibe hoy en el cielo!
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