viernes, 31 de mayo de 2019

¡VAMOS HACIA ÉL!

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¡VAMOS HACIA ÉL!

Por Javier Leoz

Cuánto impresiona, especialmente cuando éramos niños, ver cómo una locomotora entra en una estación de término arrastrando detrás de sí a un buen número de vagones llenos de personas, historias, penas, alegrías, sueños, ilusiones o proyectos.

1.- Al celebrar la Solemnidad de la Ascensión vemos a un Jesús que, después de cumplir su misión por este mundo, nos deja claras huellas de cómo alcanzar el cielo: siendo como Él, amando como Él y estando unidos al Padre como Él. Lo contrario (no ser como Él, no amar como Él y no estar unidos al Padre como Él) nos lleva a un descarrilamiento en vida de nuestro ser cristiano. ¿Para qué la fe y la esperanza –vías de nuestra vida cristiana- si no hay consecuencias prácticas que denoten nuestro apego al Evangelio?


Jesús es esa cabeza de “tren eclesial” que rompe el techo del mismo cielo para que, luego nosotros, corramos la misma suerte, su misma suerte. No podemos conformarnos con encaramarnos a unos conceptos más o menos éticos (el ser buenos) y mucho menos a confiar excesivamente en la misericordia de Dios (que no es misericordina ñoña). El cielo nos aguarda y, porque nos aguarda, creemos que merece la pena apostar por Jesús, entregarnos en nuestro entorno como Él lo hizo y saber que este mundo nuestro tiene un principio y un fin: DIOS. ¿Es él el cielo el horizonte de nuestro esfuerzo, trabajo, pensamiento?

2.- Una estadística de las iglesias en Alemania (Luterana, Católica y protestante) daban como porcentaje de los que creían y esperaban en una vida eterna un 27% de los luteranos y un 37% de los católicos. La mayor traición que podemos hacer a Jesucristo es quedarnos en Él como una fuente de valores (justicia, paz, hermandad y mil cosas más) y dejar de lado el motor y la raíz de su misión: Hijo de Dios que vino a salvarnos y a enseñarnos el sendero que nos conduce al cielo. Grave la tibieza de muchos cristianos (que se han quedado con el nombre pero sin sustancia) y pecado mayor el pensar que, Jesús, es tan de la tierra que no nos puede ofrecer otra realidad eterna y definitiva. ¡Pena y desgracia la de muchos cristianos que miran a la cruz y ya no saben ni lo que hay detrás!

3.- El Señor, una vez más, nos da testimonio de lo que es: Hijo de Dios. Como tal, para que no lo olvidemos, se pone en cabeza. Que no perdamos de la órbita de nuestras aspiraciones el contemplar cara a cara al mismo Dios. Como cristianos, en esta fiesta de la Ascensión del Señor, nos hemos de comprometer más activamente en y con la misión de Jesús. No podemos quedarnos mirando al cielo (con la vista perdida) pero tampoco clavados en lo pasajero o incluso creyendo que, la Iglesia, es una especie de ONG (como muy bien alertaba el Papa Francisco en el inicio de su pontificado.

Vayamos, con Él y por Él hacia el cielo. ¿Somos hombres y mujeres con ganas de cielo o sólo con ojos en la tierra?

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