jueves, 14 de diciembre de 2017

Como María, aceptar la voluntad de Dios

orar con el corazon abierto



Segundo sábado de diciembre con María, ejemplo vivo del ofrecimiento a Dios, en el corazón. De la mano de la Virgen quiero hacer de mi vida una oración de ofrecimiento a la voluntad de Dios ya que numerosas  situaciones personales, familiares, profesionales o sociales no depende de mi poder cambiarlas y eso provoca dolor y sufrimiento e, incluso, heridas profundas ante esa impotencia manifiesta para lograr modificarlas y evitar el dolor de las personas que quiero.
Como cristiano soy consciente de que, si esa es su voluntad, la omnipotencia de Dios puede hacer variar cualquier situación. Cuando le ofreces a Dios lo que te genera turbación y sufrimiento el el alma se libera del dolor. Al ponerte en presencia de Dios con toda tu pequeñez y humildad en una actitud de fe profunda y confianza cierta entregas todo al corazón misericordioso al Padre.
Mi ejemplo es María que, con su testimonio de aceptación a la voluntad divina, dijo primero «sí» a la llamada del ángel y llegó hasta su ofrecimiento total a los pies de la Cruz viendo morir a su Hijo en el momento cumbre de la Pasión. La manera en que María ofrece a Dios su corazón inmaculado y lo une a Cristo te hace comprender que yo también puedo ofrecer mis pequeños sufrimientos cotidianos como una plegaria de amor al Padre. Y que esa oración puedo hacerla unido a Jesús y a María. Madre e Hijo me muestran que Dios todo lo recibe, lo grande y lo aparentemente pequeño. Que todo es importante para Él. Que cada pequeño ofrecimiento de amor se convierte en una oración sencilla y sincera que conmueve el corazón de Dios.

Que es necesario mantenerse unidos permanentemente a Él. Porque, como hizo María, cuando te unes a Dios por medio de Cristo, a través de la oración, de la vida de sacramentos, de la escucha de la Palabra… le estás entregando a Dios lo que es suyo. Es cuestión más de recibir, de aceptar. María comprendió que ser cristiano es aceptar a Cristo en la vida personal. En la medida en que más me doy a Dios, más se entrega Él a cada uno.

¡Uno mis manos a las tuyas, Santa María, en este tiempo de adviento, para que prepares mi corazón para recibir a Jesús en mi interior! ¡Uno mis manos a Ti, Señora, para que refuerces por medio de la oración mi esperanza e intercedas por mí ante Dios para que acepte siempre su plan en mi vida! ¡Uno mis manos a las tuyas, Madre de bondad y misericordia, para que cumplir con lo que Él me diga, hacer siempre su voluntad! ¡Te entrego mis súplicas, María, para que las hagas llegar al Padre por medio de tu Hijo, como hiciste en Caná de Galilea! ¡Te pido, María, por mi familia, por mis amigos, por mi comunidad eclesial, por mi trabajo, por mis necesidades, por los sufrimientos de lo que están cercan; danos la gracia de aportar con nuestra vida aunque sea ínfimamente la construcción del reino de Dios en esta tierra!

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