365 Días con Santa Faustina
Reflexión 81: Poder y Misericordia
Imagina un dictador de un país que tiene el poder absoluto y además es un hombre muy enojado, malicioso y vengativo. No es alguien a quien quieras molestar. Ahora imagina lo contrario. Imagina a alguien que tiene poder absoluto y también está bendecido con un corazón de pura Misericordia. Este es nuestro Dios. Y además de tener nuestro Dios estas cualidades, se las transmite a Su Madre. Es Reina y ejerce su realeza con gran autoridad. Pero es una autoridad que se expresa en la Misericordia perfecta. Siempre debemos confiar en el poder de Dios tal como se manifiesta a través de la mediación de nuestra Madre de la Misericordia (Ver Diario #330).
Reflexionad sobre aquello por lo que estáis necesitados de Misericordia. Podría ser el pecado, o podría ser una cruz pesada que parece demasiado para llevar. Puede ser la necesidad de perdonar y de ejercer la caridad hacia una persona que te ha herido. Sea lo que sea, vuélvete a nuestra Santísima Madre, la Madre de la Misericordia, y encomienda tu necesidad a su glorioso corazón. Con la autoridad que Dios le ha encomendado, os será dada abundancia de gracia en vuestra necesidad.
Queridísima Madre, Madre Poderosísima, a ti se te ha confiado la gracia del Cielo. Como Reina, tu Divino Hijo te ha dado el glorioso privilegio de dispensar Su Misericordia. Te suplico, querida Madre, que concedas esa gracia en abundancia para que nosotros, tus hijos, conozcamos la Misericordia y la bondad de Dios. Madre María, ruega por nosotros. Jesús, en Ti confío
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