sábado, 18 de enero de 2020

Cordero inerme, pero más fuerte que cualquier Herodes


Templo de San Francisco - Celaya, Gto.

¡Buenos días, gente buena!
19 de enero de 2020
II Domingo Ordinario A
Evangelio
Juan 1,29-34
En aquel tiempo, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel». 

Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo". Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor

Cordero inerme, pero más fuerte que cualquier Herodes
Juan, viendo que Jesús viene hacia él, dice: Este es el cordero de Dios. Una imagen inesperada de Dios, una revolución total: ya no mas el Dios que pide sacrificios,  sino aquel que se sacrifica a si mismo. Y así será en todo el Evangelio: ahí un cordero en vez de un león; una gallina (Lc 13, 31-34) en vez de un águila; un niño como modelo del Reino; un pequeño germen de trigo, un poquito de levadura, las dos moneditas de una viuda. El Dios que en Navidad no solo se ha hecho como nosotros, sino pequeño entre nosotros.

Este es el cordero, que todavía tiene necesidad de la madre y se confía al pastor; es un Dios que no se impone, se propone, que no puede, no quiere dar temor a ninguno. Y, sin embargo, quita el pecado del mundo. El pecado, en singular, no los miles de errores con los que de continuo lastimamos el tejido del mundo, le dañamos la belleza.


Pero el pecado profundo, la raíz dañada que envenena todo. En una palabra: el desamor. Que es indiferencia, violencia, mentira, bloqueos, fracturas, vidas gastadas… Jesús viene como el sanador del desamor. Y lo hace no con amenazas o castigos, no desde una posición de fuerza con preceptos y mandatos, sino con lo que el Papa Francisco llama la revolución de la ternura. Un desafío abierto a la violencia y a su lógica.

Cordero que quita el pecado: con el verbo en tiempo presente; no en futuro, como una esperanza; no en pasado, como un acontecimiento acabado, concluido, sino de ahora: este es el que continuamente, incansablemente, ineludiblemente quita, si solamente lo acoges en ti, todas las sombras que envejecen el corazón y te hacen sufrir, y a los demás.

La salvación es dilatación de la vida, el pecado es lo opuesto, atrofia el vivir, empequeñece la existencia. Y no hay mas lugar para nadie en el corazón, ni para los hermanos ni para Dios, ni para los pobres, ni para los sueños de cielos nuevos y tierra nueva.

Como sanador, Jesús relatará la parábola del Buen Samaritano, concluyéndola con palabras de luz: has esto y tendrás vida. ¿Quieres vivir de verdad, una vida más verdadera y hermosa? Produce amor. Ponlo en el mundo, hazlo que corra… Y te convertirás también tú en sanador de la vida. Lo serás siguiendo al Cordero (Ap 14, 4). Seguirlo quiere decir amar lo que él amaba, desear lo que él deseaba, rechazar lo que él rechazaba, tocar a aquellos que él tocaba, y como él los tocaba, con su delicadeza, tan concreto, tan amoroso. Ser solares y confiados en la vida, en los hombres y en Dios. Porque el camino del Cordero es el camino de la felicidad.

Miren que los envío como corderos… los mando a quitar, con mansedumbre, el mal: brazos abiertos dados por Dios al mundo, brazos de un Dios cordero, inerme, sin embargo, más fuerte que todos los Herodes.
¡Feliz Domingo!
¡Paz y Bien!

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