martes, 26 de diciembre de 2017

La transfiguración una experiencia real Mt 17, 1-9. Historias posibles.


By Genaro Valdivia on 7 agosto, 2017

La transfiguración una experiencia real Mt 17, 1-9. Historias posibles.
Historias posibles.


Caminando por las calles de León Guanajuato cerca de la zona peatonal, observé a un hombre, mirando el interior de una vitrina que estaba en una papelería, la figura se me hizo conocida, el hombre vestía: saco sport y jeans estilo vaquero, muy atento miraba, me acerque y observe lo que el miraba tanto, dentro, había una esfera metálica que giraba, el hombre la veía de varios ángulos, le pregunte: ¿eres Alfredo Escalera?, voltea, me mira, sonríe y me abraza, habíamos sido compañeros en la secundaria, correspondí al abrazo y volví a preguntar: ¿qué ves tanto?, el me respondió: veo esa esfera, girar y girar, no veo que fuerza la impulsa, solo veo simples aros metálicos que se intersectan, pero no veo que la hace que se mueva, le sonreí y le invité a sentarnos en unas de las bancas de la zona peatonal, accedió.

Ya sentados le felicité, hace dos años lo había encontrado en un estado lamentoso, requemado por el sol, con un pelo sucio de meses sin bañar, con olor corporal y trapos espantoso, abandonado en el alcohol, vagando por ahí por allá, lejos de su familia que lo rechazaba, el hombre tenía carrera de arquitectura, pero su casa fue la calle, una esquina, bajo la marquesina de un negocio, donde se acomodara para pasar la noche; fue el destino, fue Dios que me llevo a él, una mañana fría, me habían citado en un pequeño restaurant para desayunar y tratar asuntos de trabajo, de pronto cayó al suelo un hombre fuera del pequeño restaurant, el golpe fue durísimo, nos levantamos mi amigo y yo para auxiliarle, al darle la vuelta y tratar de ver de como estaba, lo reconocí, era Alfredo Escalera, un buen estudiante y que dos años atrás en un accidente automovilístico, había muerto su esposa y su pequeña hija, quizá no lo pudo superar y se tiro al vicio, perdiéndose, eso fue lo que yo deduje.


Lo llevamos a la cruz roja, lo atendieron, mientras fuimos por ropa limpia, le dieron un buen baño, nos lo entregaron, un poco sobrio, me reconoció y comenzó a llorar, lo llevamos a un lugar, una pequeña casa de una amiga de Felipe mi amigo y ahí lo tratamos de re-establecer, por la noche, sin tanto efecto del alcohol, nos contó su tragedia, fue terrible, pero más, el que hay soportado dos años tratando de morir, me acorde de un compañero de la parroquia donde regularmente participamos mi esposa y yo, este hermano en la fe, se dedicaba a rescatar almas, le hable e inmediatamente se presentó, ya Alfredo nos pedía alcohol, estaba inquietándose, no se me ocurrió otra cosa más que leerle un trocito de la revelación que Jesús hizo a Pedro, Santiago y Juan, comencé a leer la transfiguración de Jesús, pausadamente, poniendo énfasis como sí lo estuviera viviendo para que se calmara mientras Eliseo le arreglaba el papeleo para ingresarlo al lugar de asilo.

Palabra que transforma.
Conforme iba leyendo y escenificando el pasaje, Alfredo ponía más atención y repentinamente dijo: “eso lo inventaron” y cuestionó: ¿o es cierto?, Felipe se paró rápidamente y abrió la bolsa de los harapos que nos habían entregado que pertenecían a Alfredo y Felipe se acerca con una camisa uff, sí a eso se le pudiera decir camisa y se la pone frente a Alfredo y le dice: esta es un asco y la que traes puesta resplandece, regresa, toma unos zapatos inservibles y le vuelve a decir, horribles y estos brillan, Felipe agrega: te acostumbraste a la oscuridad, tinieblas, ver pasar gente que ya no puedes ver el resplandor, el rebate: los trapos son trapos y al mono no lo cambian, levente la voz al llegar: 4 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: –Señor, ¡qué bien se está aquí! Si te parece, armaré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Mire fijamente a Alfredo y le comente: estos tres hombres: Pedro, Santiago y Juan, eran sencillos pescadores, tu vienes de una familia pudiente, no eran instruidos, tu eres arquitecto, ellos dejaron su familia por Jesús y tú la perdiste en un accidente, saliste vivo, te recuperaste de fracturas, estos miraron una transfiguración de Jesús y tú lo que viste fue un pozo profundo, que te trago y se convirtió en un infierno mientras que para ellos se les convirtió en el cielo; dos lágrimas corrieron por sus mejillas de Alfredo, tal vez te parezca difícil pensar que fue verdad, pero tú eres testigo de su amor cuando te dejo vivir, Alfredo apretó los dientes y apretó los puños, proseguí, pero leyendo el pasaje: 5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa les hizo sombra y de la nube salió una voz que decía: –Éste es mi Hijo querido, mi predilecto. Escúchenlo.

La experiencia de la transfiguración.
Alfredo, tienes 40 años y Dios tiene 2000 años casi, diciendo a los hombres: “escuchen a mi hijo”, hoy Dios te dice lo mismo: “escucha a mi Hijo”, tú maldices lo sucedido, pero estos fíjate lo que hicieron: 6 Al oírlo, los discípulos cayeron boca abajo temblando de mucho miedo. Ellos se postraron ante Dios y tú tienes más miedo que preferiste huir de Dios y meterte en cantinas y andar de aquí para allá tratando de olvidar y hoy no sabes porque eres alcohólico, Alfredo soltó el llanto más desgarrador que yo había escuchado, me ¡cimbro! Y con una pregunta de alarido Alfredo nos pregunta: ¿qué quiere Dios de mí?, le contestó Felipe, escucha lo que dice el Señor: 7 Jesús se acercó, los tocó y les dijo: –¡Levántense, no tengan miedo!, le dije yo: Jesús quiere que te levantes, él quiere transformarte, transfigurar tú vida y por eso te dice: “No tengas miedo”, Alfredo, el Señor va a estar contigo, solo deja que se te aparezca el Señor y el vuelve a preguntar: ¿y cómo puede ser eso?, Felipe fue contundente: “acompaña a Eliseo a donde te quiere llevar”, derrotado Alfredo, asumió, al llegar Eliseo, acompañamos a Alfredo hasta el lugar donde empezaría su desintoxicación, casi un año duró Alfredo, no quería salir, tenía miedo enfrentarlo solo y al fin lo hizo.

Alfredo experimento la transfiguración que Jesús hizo en él, cero alcohol en sus venas, servía en el anexo, pero era el tiempo de volar, al salir de aquel lugar, Eliseo, Felipe y yo le esperábamos, lo abrazamos, lo presentamos esplendoroso a sus padres, invitamos a sus hermanos a comer, lloraron juntos, había vuelto a la vida, Jesús lo había transfigurado, empezando una nueva vida.

Sentados en esa banca, recordamos toda esa experiencia, Alfredo me dice: creo que los hombres tenemos miedo de que Jesús nos transfigure, nos hemos acostumbrado a vivir así, que parece que Jesús no quiere hacer daño, pero es real esa transfiguración, uno brilla porque Dios es amor, ahora que nos fuimos a radicar a San Juan de los Lagos, todo ha cambiado, estos en dos obras importantes llevando la construcción, mis padres me invitan a buscar esposa, pero, ¡no!, sabes estoy muy contento, sirvo en la parroquia dando platicas a matrimonios y jóvenes, apoyo a un anexo, creo que por el momento vivo mi transfiguración y ya dirá el Señor que es lo que quiere de mí, nos abrazamos y nos despedimos, en dos años Jesús había hecho una transfiguración increíble, me retire alabando al Señor.

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