SANTA BIBIANA
Virgen y Mártir
n. siglo IV en Roma; † hacia el año 361
Semidoble
(ornamentos encarnados)
El mundo está crucificado para mí,
y yo estoy crucificado para el mundo.
(Gálatas 6, 14)
Epístola
Tú ensalzaste mi casa sobre la tierra, y yo te supliqué que me librases de la muerte, que todo lo disuelve. Invoqué al Señor, Padre de mi Señor, que no me desamparase en el tiempo de mi tribulación, y mientras dominaren los soberbios. Alabaré sin cesar tu nombre, y le celebraré con acciones de gracias; pues fue oída mi oración. Me libraste de la perdición, y me sacaste a salvo en el tiempo calamitoso. Por tanto te glorificaré, te cantaré alabanzas, y bendeciré el nombre del Señor.
Eclesiástico LI, 13-17
Evangelio
En aquel tiempo: Dijo a Jesús a sus discípulos la siguiente parábola: "El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo; un hombre, habiéndolo descubierto, lo volvió a esconder, y en su gozo fue y vendió todo lo que tenía, y compró aquel campo. También, el reino de los cielos es semejante a un mercader en busca de perlas finas. Habiendo encontrado una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. También es semejante el reino de los cielos a una red que se echó en el mar y que recogió peces de toda clase. Una vez llena, la tiraron a la orilla, y sentándose juntaron los buenos en canastos, y tiraron los malos. Así será en la consumación del siglo. Saldrán los ángeles y separarán a los malos de en medio de los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?" Le dijeron: "Sí". Entonces, les dijo: "Así todo escriba que ha llegado a ser discípulo del reino de los cielos, es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo".
Mateo XIII, 44-52
Catena Aurea
San Gregorio, homiliae in Evangelia, 12
O de otra manera, el tesoro escondido en el campo significa el deseo del cielo, y el campo en que se esconde el tesoro es la enseñanza del estudio de las cosas divinas: "Este tesoro, cuando lo halla el hombre, lo esconde", es decir, a fin de conservarlo; porque no basta el guardar el deseo de las cosas celestiales y defenderlo de los espíritus malignos, sino que es preciso además el despojarlo de toda gloria humana. Porque esta vida es como el camino que nos conduce a la patria, y los espíritus malignos, a la manera de ciertos rateros, están continuamente acechando nuestro camino, y desean despojar a los que llevan públicamente por el camino ese tesoro. Y os digo esto no con el fin de que nuestros prójimos no vean nuestras obras buenas, sino a fin de que no busquemos las alabanzas exteriores en nuestras buenas obras. Y el reino de los cielos es semejante a las cosas de la tierra en el sentido de que el alma debe elevarse de las cosas conocidas a las desconocidas, y del amor a las cosas visibles al de las invisibles. Sigue: "Y a causa del gozo". Compra sin duda el campo después de haber vendido todo lo que posee aquél que renunciando a los placeres de la carne echa debajo de sus pies todos sus deseos terrenales por guardar las leyes divinas.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,12