Ya voy, Señor
Martes 13 de diciembre
¡Paz y Bien!
Evangelio
Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: 'Hijo, ve a trabajar hoy en la viña'. El le contestó: 'Ya voy, señor', pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este le respondió: 'No quiero ir', pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?" Ellos le respondieron: "El segundo".
Entonces Jesús les dijo: "Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él".
Palabra del Señor
Reflexión
Los publicanos y las prostitutas van por delante de ustedes en el reino de Dios. A la parábola que hoy Jesús nos presenta parece que se le aplica bien el famoso refrán: obras son amores y no buenas razones. Como si ese fuese el código con el que hubiera que interpretarla. Que a Dios no le importan tanto los discursos, la imagen que damos o la fama con que nos etiquetan, cuanto los hechos. Pero, siendo cierto esto, la Palabra es aún más profunda y sutil en lo que nos quiere revelar.
Los sumos sacerdotes y ancianos a los que habla Jesús son, a los ojos del pueblo, un modelo a seguir. Y, sin embargo, les asegura que los publicanos y prostitutas les adelantarán en el Reino de los Cielos. Da la impresión que el problema no es tanto ser pecador, como creerse justo. Todos son incoherentes, y pecadores. La diferencia es que estos últimos tienen conciencia de su condición de pecado, que es público, y eso les puede hacer volverse al Señor, arrepentirse.
En este tiempo de adviento, el Padre nos concede, una nueva oportunidad. Nos regala un tiempo para darnos cuenta de nuestras desobediencias; de las muchas veces que le hemos dicho que no, y enmendar nuestras palabras e incluso nuestras acciones. Nos dice que no lo tiene en cuenta si estamos dispuestos a arrepentirnos. Él ya sabe de nuestras incoherencias y las quiere aprovechar. Son una ocasión para no caer en la hipocresía de creernos justos, sin necesidad de Dios, que es el mayor peligro. Cada incoherencia, cada no que le hemos dicho a Dios, se puede convertir en una oportunidad de volvernos de nuevo a su Misericordia; de darnos cuenta que no tenemos nada de qué presumir, que no somos hijos modélicos. Y, aun así, nos ama, quiere venir a nosotros. Dios cuenta con nuestras incoherencias y estas no nos excluyen de llegar al Portal. Pero la hipocresía sí nos excluye por sí misma, no nos puede conducir a un establo, lo repele, se aleja de allí, se desvía porque se escandaliza de que Dios se abaje tanto y tan gratuitamente.
¡Feliz Martes!
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