lunes, 9 de mayo de 2022

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MADRE NUESTRA, PARA VIVIR Y ANUNCIAR EL EVANGELIO

Herencia mariana y misionera de San Pablo VI, Marialis cultus (1974)

Es Madre de cada uno y de todos los que formamos la Iglesia:

“La Virgen María, Madre precisamente de Cristo y Madre de la Iglesia… la nueva Eva, virgen fiel y obediente, que con su ‘fiat’ generoso (cf. Lc. 1, 38) se convirtió, por obra del Espíritu, en Madre de Dios y también en verdadera Madre de los vivientes… resplandece como Reina e intercede como Madre” (Marialis cultus, int. y n.6). “En el misterio de la Maternidad la proclaman Madre de la Cabeza y de los miembros: Santa Madre de Dios, pues, y próvida Madre de la Iglesia” (MC 11)

Ejerce su maternidad como “Madre de misericordia” (MC n.13)

“Virgen oyente… orante… oferente” (MC 17-20). “María es también la «Virgen-Madre”… prodigiosa maternidad, constituida por Dios como «tipo» y «ejemplar» de la fecundidad de la Virgen-Iglesia…  San León Magno en una homilía natalicia afirma: ‘El origen que (Cristo) tomó en el seno de la Virgen, lo ha puesto en la fuente bautismal’” (MC n.19)

Es Madre en nuestro proceso de santificación como reflejo de Jesús:

“Maestra de vida espiritual para cada uno de los cristianos” (MC n.21). “San Ildefonso en una oración, sorprendente por su doctrina y por su vigor suplicante: «Te pido, te pido, oh Virgen Santa, obtener a Jesús por mediación del mismo Espíritu, por el que tú has engendrado a Jesús. Reciba mi alma a Jesús por obra del Espíritu, por el cual tu carne ha concebido al mismo Jesús (…). Que yo ame a Jesús en el mismo Espíritu, en el cual tú lo adoras como Señor y lo contemplas como Hijo» (cita S.Ildefonso, De Virginitate perpetua; MC n.26)

 

Dejémosle que haga de nosotros la “comunión”, familia de Jesús:

Que nos haga vivir y “sentir más intensamente los lazos fraternos que unen a todos los fieles porque son hijos de la Virgen… e hijos también de la Iglesia” (MC n.28). “Hacer más vivo y más sentido el lazo que nos une a la Madre de Cristo y Madre nuestra en la Comunión de los Santos” (MC 29)

Nos invita a unirnos a su “sí”, fecundo en santidad y misión:

“A partir del ‘fiat’ de la humilde Esclava del Señor, la humanidad comienza su retorno a Dios” (MC n.28). “Como mujer que con su acción favoreció la fe de la comunidad apostólica en Cristo (cf. Jn. 2, 1-12) y su función maternal se dilató, asumiendo sobre el calvario dimensiones universales…” (MC n.37)

Con su presencia activa y materna es signo de esperanza:

“Su misión y condición única en el pueblo de Dios, del que es al mismo tiempo miembro eminentísimo, ejemplar acabadísimo y Madre amantísima; su incesante y eficaz intercesión mediante la cual, aun habiendo sido asunta al cielo, sigue cercanísima a los fieles que la suplican, aun a aquellos que ignoran que son hijos suyos… La maternal intercesión de la Virgen, su santidad ejemplar y la gracia divina que hay en Ella, se convierten para el género humano en motivo de esperanza” (MC n.56, conclusión)

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Dejémosle ser Madre: hacer de cada uno de nosotros un Jesús viviente:

“La múltiple misión de María hacia el pueblo de Dios es una realidad sobrenatural operante y fecunda en el organismo eclesial… reproducir en los hijos los rasgos espirituales del Hijo primogénito” (MC n.56, conclusión). “La misión maternal de la Virgen empuja al pueblo de Dios a dirigirse con filial confianza a Aquella que está siempre dispuesta a acogerlo con afecto de madre y con eficaz ayuda de auxiliadora” (MC n.56, conclusión)

Conocerla, invocarla, imitarla, para vivir en Cristo:

“La santidad ejemplar de la Virgen mueve a los fieles a levantar los ojos a María, la cual brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad de los elegidos… De estas virtudes de la Madre, se adornarán los hijos, que con tenaz propósito contemplan sus ejemplos para reproducirlos en la propia vida. La piedad hacia la Madre del Señor se convierte para el fiel en ocasión de crecimiento en la gracia divina: finalidad última de toda acción pastoral” (MC n.56, conclusión)

Caminamos de la mano de la Madre de la Esperanza que es Jesús:

“La Virgen, contemplada en su vicisitud evangélica y en la realidad ya conseguida en la Ciudad de Dios, ofrece una visión serena y una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, … de la paz sobre la turbación, de la alegría y de la belleza sobre el tedio y la náusea, de las perspectivas eternas sobre las temporales, de la vida sobre la muerte” (MC n.56)

Afrontar los retos por medio de una “evangelización siempre renovada”:

“En la mañana de Pentecos­tés ella (María) presidió con su oración el comienzo de la evangelización bajo el influjo del Espíritu Santo. Sea ella la estrella de la evangelización siempre renovada que la Iglesia, dócil al mandato del Señor, debe promover y realizar, sobre todo en estos tiempos difíciles y llenos de esperanza” (Evangelii nuntiandi, n.82, año 1975).

Como Pablo: “Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer” (Gal 4,4). La esperanza os tenga alegres” (Rom 12,12)


 

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