miércoles, 2 de marzo de 2022

Compartir en Cristo - CUARESMA: CON JESÚS HACIA EL DESIERTO Y LA PASCUA

 

Compartir en Cristo.

CUARESMA: CON JESÚS HACIA EL DESIERTO Y LA PASCUA
Publicado el miércoles, 2 marzo 2022| Comentarios desactivadosen CUARESMA: CON JESÚS HACIA EL DESIERTO Y LA PASCUA


Objetivo: Dinamismo de conversión y bautismo, hacia la Pascua:

“Jesús, lleno de Espíritu Santo… era conducido por el Espíritu en el desierto” (Lc 4,1). “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva… para dar la libertad a los oprimidos… y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19). «El tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebran el misterio pascual, sobre todo median­te el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la peni­tencia» (Vat. II, SC 109)

Tiempo di gracia, Itinerario de Pascua, muerte y resurrección:

«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15; cfr. Hch 2,32)

Conversión, fe, bautismo: llamada, abrirse a los nuevos designios de Dios, don de Dios, cambio de mentalidad (criterios, valores, actitudes), dejar el pecado… «El anuncio de la Palabra de Dios tiende a la conversión cristiana, es decir, a la adhesión plena y sincera a Cristo y a su Evangelio, mediante la fe. La conversión es un don de Dios, obra de la Trinidad; es el Espíritu que abre las puertas de los corazones» (Redemptoris Missio 46).

Medios: oración, ayuno, limosna (solidaridad) = para abrirse al Amor.

Renovación personal y comunitaria:

– Palabra… Eucaristía… (liturgia, contemplación). «Neocatecumenado». Hacia la renovación de las promesas bautismales. Reconciliación: con Dios, con los hermanos, con el cosmos, con nosotros mismos… (actitud y sacramento)

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2022 (Selección) «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a)

1. Siembra y cosecha …San Pablo nos habla de un kairós, un tiempo propicio para sembrar el bien con vistas a la cosecha… Ciertamente, la Cuaresma es un tiempo favorable, pero también lo es toda nuestra existencia terrena, de la cual la Cuaresma es de alguna manera una imagen…

La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir… Durante la Cuaresma estamos llamados a responder al don de Dios acogiendo su Palabra «viva y eficaz» (Hb 4,12). La escucha asidua de la Palabra de Dios nos hace madurar una docilidad que nos dispone a acoger su obra en nosotros (cf. St 1,21), que hace fecunda nuestra vida… Esta llamada a sembrar el bien no tenemos que verla como un peso, sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda…

Un primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad. En Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que sea, no se pierde ningún «cansancio generoso» (cf. Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 279). Al igual que el árbol se conoce por sus frutos (cf. Mt 7,16.20), una vida llena de obras buenas es luminosa (cf. Mt 5,14-16) y lleva el perfume de Cristo al mundo (cf. 2 Co 2,15)…

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Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios… El fruto completo de nuestra vida y nuestras acciones es el «fruto para la vida eterna» (Jn 4,36), que será nuestro «tesoro en el cielo» (Lc 18,22; cf. 12,33). El propio Jesús usa la imagen de la semilla que muere al caer en la tierra y que da fruto para expresar el misterio de su muerte y resurrección (cf. Jn 12,24)… Esta esperanza es la gran luz que Cristo resucitado trae al mundo…

2. «No nos cansemos de hacer el bien»: La resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna e introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación (cf. Benedicto XVI, Spe salvi, 3; 7) … La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1,21), porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb 12,2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9).

No nos cansemos de orar. Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» ( Lc 18,1)… La fe no nos exime de las tribulaciones de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo, con la gran esperanza que no defrauda y cuya prenda es el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo (cf. Rm 5,1-5). No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida… No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar. No nos cansemos de luchar contra la concupiscencia, esa fragilidad que nos impulsa hacia el egoísmo… No nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo…

La Cuaresma es un tiempo propicio para buscar —y no evitar— a quien está necesitado; para llamar —y no ignorar— a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar —y no abandonar— a quien sufre la soledad. Pongamos en práctica el llamado a hacer el bien a todos, tomándonos tiempo para amar a los más pequeños e indefensos, a los abandonados y despreciados, a quienes son discriminados y marginados

3. «Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» … Quien caiga tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él, que «es rico en perdón» (Is 55,7). En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda. Tenemos la certeza en la fe… Practicando el amor fraterno con todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros (cf. 2 Co 5,14-15), y empezamos a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será «todo en todos» (1 Co 15,28). Que la Virgen María, en cuyo seno brotó el Salvador y que «conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19) nos obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión dé frutos de salvación eterna.


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