ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
Último sábado del año con María en el corazón. Cuando María pronuncia su sí es invadida por el Espíritu de Dios. Este es el modelo a seguir con respecto a mi propia alma. Este testimonio me abre el camino y me muestra lo lejos a lo que puedo llegar en comunión con Dios. Esta es parte de la aventura cristiana de la vida.
La sed de Dios que tenía la Virgen, su apertura de alma, eran consecuencia de su felicidad interior: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
La apertura al plan de Dios puede ser arriesgada. Prometida a José, siendo virgen, María puso en peligro todo su plan de vida. ¡El valor de la Virgen es realmente admirable! ¿Quién podría creerse un embarazo por intervención del Espíritu Santo? Pero al mismo tiempo ¡cómo no aceptar los planes de Dios cuando el Espíritu Santo viene sobre ti y el poder del Altísimo te cubre con su sombra!
Su apertura hacia Dios, su firme sí sin reservas, a riesgo de arruinar su matrimonio con san José, el riesgo de ser deshonrada por su familia, de ser apedreada por la multitud, no arredraron a María. Tal era la ciega confianza en Dios.
Todos estamos invitados a vivir en esa misma confianza, a abrir cotidianamente nuestras almas a la gloria de Dios, ponerse en las manos del Altísimo. Vivir en Cristo que nos lleva a realizar obras extraordinarias. ¡Qué aventura, qué felicidad vivir en la perspectiva de Dios!
En unas horas, Jesús estará más vivo que nunca entre nosotros, en nuestra alma primero, en nuestro cuerpo en la comunión y producirá maravillas en nuestras acciones, nuestros gestos, nuestra tolerancia, nuestra infinita misericordia, nuestra humildad.
Y en este día, gracias a María, comprendiendo su total apertura de alma, podré gozar de la alegría de vivir abandonado al Amor incondicional de Dios.
¡No quiero olvidar María que esta Navidad es posible gracias a tu sí incondicional a Dios! ¡Que es posible porque tu hágase fue para abrirse a la vida! ¡Fue gracias a ti, la humilde de corazón, la sencilla de alma, la Inmaculada elegida por Dios, la que atendió con recogimiento las palabras del ángel y el susurro del Espíritu, la que esperaba siempre en Dios, la pobre de espíritu, la esclava del Señor, la que se entregó a la voluntad del Padre! ¡Es por tí, María, que hemos celebrado el nacimiento de Jesús! ¡Haz pues, María, posible que en el mañana de mi vida y en el mundo entero se produzca el verdadero milagro del nacimiento de Tu Hijo! ¡Que tu fe, María, sea una camino de preparación para recibir a Jesús! ¡Que tu entrega como Madre me permita entender en mi vida los tiempos de Dios! ¡María, tu que estás llena de gracia, que estás limpia de pecado, que eres abogada de la gracia, que testimonias con tu ejemplo la santidad que agrada a Dios, intercede por mi para que pueda alcanzar la santidad, para que sea irreprochable ante sus ojos, para que sepa acoger en mi corazón el don del amor, de la misericordia y el perdón y que sea capaz de darme siempre a los demás! ¡María, Madre de Dios, permíteme caminar contigo y crecer en la esperanza que nos trae la Navidad, para celebrar con alegría, gozo y esperanza el fruto bendito de tu vientre que es Jesús!
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