sábado, 14 de septiembre de 2024

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN DÍA 15 DE SEPTIEMBRE



PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego, dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo suyo» (Jn 19,25-27).

Pensamiento franciscano:

De la carta de santa Clara a Ermentrudis de Brujas: «Oh carísima, mira al cielo que nos invita, y toma la cruz y sigue a Cristo, que nos precede; porque, tras diversas y numerosas tribulaciones, por él entraremos en su gloria. Ama con todas tus entrañas a Dios y a Jesús, su Hijo, crucificado por nosotros pecadores, y que su memoria no se aparte nunca de tu mente; procura meditar continuamente los misterios de la cruz y los dolores de la madre que está de pie junto a la cruz» (5CtaCla 9-12).

Orar con la Iglesia:

Invoquemos a Dios Padre, por intercesión de María, imagen de lo que el hombre puede llegar a ser cuando se abre a la palabra de Dios.

-Para que el pueblo santo de Dios sea testigo de la fe ante el mundo como María, que cooperó de modo especial a la obra de la redención.

-Para que nuestros pastores, imitando a la Virgen fiel, precedan y guíen al pueblo en la fidelidad a Cristo y lleven a los pobres el Evangelio.

-Para que todos los que se entregan al servicio de los demás sean imagen de la solicitud de Cristo y de María por los hermanos.

-Para que los padres de familia, a ejemplo de María que acompañó a Jesús hasta la cruz, sepan vivir en la realidad cotidiana la luz y la esperanza de la fe.

-Para que todos los creyentes, que invocamos a María como vida, dulzura y esperanza nuestra, recibamos de ella la perseverancia hasta el encuentro definitivo con su Hijo.

Oración: Señor Dios, que has hecho de la Virgen María la colaboradora generosa del Redentor, concédenos también a nosotros adherirnos a Cristo para colaborar a la salvación del mundo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


 

MARÍA, AL PIE DE LA CRUZ, PARTÍCIPE DEL DRAMA DE LA REDENCIÓN - LA MADRE ESTABA JUNTO A LA CRUZ

 



MARÍA, AL PIE DE LA CRUZ,
PARTÍCIPE DEL DRAMA DE LA REDENCIÓN

De la catequesis del beato Juan Pablo II
en la audiencia general del miércoles 2 de abril de 1997

María, al aceptar con plena disponibilidad las palabras del ángel Gabriel, que le anunciaba que sería la madre del Mesías, comenzó a tomar parte en el drama de la Redención. Su participación en el sacrificio de su Hijo, revelada por Simeón durante la presentación en el templo, prosigue no sólo en el episodio de Jesús perdido y hallado a la edad de doce años, sino también durante toda su vida pública. Sin embargo, la asociación de la Virgen a la misión de Cristo culmina en Jerusalén, en el momento de la pasión y muerte del Redentor.

El Concilio subraya la dimensión profunda de la presencia de la Virgen en el Calvario, recordando que «mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz» (LG 58), y afirma que esa unión «en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte» (LG 57).

Con la mirada iluminada por el fulgor de la Resurrección, nos detenemos a considerar la adhesión de la Madre a la pasión redentora del Hijo, que se realiza mediante la participación en su dolor. Volvemos de nuevo al pie de la cruz, donde María «sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de Madre que, llena de amor, daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima» (LG 58).

Con estas palabras, el Concilio nos recuerda la «compasión de María», en cuyo corazón repercute todo lo que Jesús padece en el alma y en el cuerpo, subrayando su voluntad de participar en el sacrificio redentor y unir su sufrimiento materno a la ofrenda sacerdotal de su Hijo. Además, el texto conciliar pone de relieve que el consentimiento que da a la inmolación de Jesús no constituye una aceptación pasiva, sino un auténtico acto de amor, con el que ofrece a su Hijo como «víctima» de expiación por los pecados de toda la humanidad.

Por último, la Lumen gentium pone a la Virgen en relación con Cristo, protagonista del acontecimiento redentor, especificando que, al asociarse «a su sacrificio», permanece subordinada a su Hijo divino.

San Juan narra que junto a la cruz de Jesús estaba su madre. Con el verbo «estar», que etimológicamente significa «estar de pie», «estar erguido», el evangelista tal vez quiere presentar la dignidad y la fortaleza que María y las demás mujeres manifiestan en su dolor.

En particular, el hecho de «estar erguida» la Virgen junto a la cruz recuerda su inquebrantable firmeza y su extraordinaria valentía para afrontar los padecimientos. En el drama del Calvario, a María la sostiene la fe, que se robusteció durante los acontecimientos de su existencia y, sobre todo, durante la vida pública de Jesús. El Concilio recuerda que «la bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz» (LG 58). A los crueles insultos lanzados contra el Mesías crucificado, ella, que compartía sus íntimas disposiciones, responde con la indulgencia y el perdón, asociándose a su súplica al Padre: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen». Partícipe del sentimiento de abandono a la voluntad del Padre, que Jesús expresa en sus últimas palabras en la cruz: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu», ella da así, como observa el Concilio, un consentimiento de amor «a la inmolación de su Hijo como víctima».

En este supremo «sí» de María resplandece la esperanza confiada en el misterioso futuro, iniciado con la muerte de su Hijo crucificado. Las palabras con que Jesús, a lo largo del camino hacia Jerusalén, enseñaba a sus discípulos «que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días» (Mc 8,31), resuenan en su corazón en la hora dramática del Calvario, suscitando la espera y el anhelo de la Resurrección.

La esperanza de María al pie de la cruz encierra una luz más fuerte que la oscuridad que reina en muchos corazones: ante el sacrificio redentor, nace en María la esperanza de la Iglesia y de la humanidad.

* * *

LA MADRE ESTABA JUNTO A LA CRUZ
San Bernardo, Sermón en el domingo
infraoctava de la Asunción, 14-15

El martirio de la Virgen queda atestiguado por la profecía de Simeón y por la misma historia de la pasión del Señor. Éste -dice el santo anciano, refiriéndose al niño Jesús- está puesto como una bandera discutida; y a ti -añade, dirigiéndose a María- una espada te traspasará el alma.

En verdad, Madre santa, una espada traspasó tu alma. Por lo demás, esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. En efecto, después que aquel Jesús -que es de todos, pero que es tuyo de un modo especialísimo- hubo expirado, la cruel espada que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no llegó a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma de Jesús ya no estaba allí, en cambio la tuya no podía ser arrancada de aquel lugar. Por tanto, la punzada del dolor atravesó tu alma, y, por esto, con toda razón, te llamamos más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor corporal.

¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo recordarlas?

No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el alma. Que se admire el que no recuerde haber oído cómo Pablo pone entre las peores culpas de los gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las entrañas de María, y nada más lejos debe estar de sus humildes servidores.

Pero quizá alguien dirá: «¿Es que María no sabía que su Hijo había de morir?». Sí, y con toda certeza. ¿«Es que no sabía que había de resucitar al cabo de muy poco tiempo?». Sí, y con toda seguridad. «¿Y, a pesar de ello, sufría por el Crucificado?». Sí, y con toda vehemencia. Y si no, ¿qué clase de hombre eres tú, hermano, o de dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María? Este murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante.




LA LECCIÓN DEL MONTE ALVERNA (I)

 




LA LECCIÓN DEL MONTE ALVERNA (I)
De la carta del Ministro General de los Franciscanos,
Fr. Constantino Koser, del 24 de agosto de 1975

24. «Si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Gál 6,14). En la vida del bienaventurado Francisco, la cima del Alverna nos sitúa frente al misterio de la cruz. Comprendemos el profundo contraste de las Llagas con el camino que la humanidad hodierna -como la de todos los tiempos- se empeña en seguir: fuga de la cruz de Cristo, en busca del sueño ilusorio de un paraíso terrenal, lo que contrasta con los designios de Dios. Contra esta ilusión peligrosa, que hoy se cifra en el consumismo desenfrenado e idolátrico, la estigmatización del Alverna constituye un signo y mensaje vigoroso. Los esfuerzos gigantescos y desmedidos que hoy se realizan en busca de ese paraíso son vanos, como lo fueron siempre: sólo son capaces de producir amarga desilusión.

El camino hacia la meta del hombre es muy distinto: está señalizado con la cruz. Es urgente registrar de nuevo esta verdad en nuestra mente y realizarla en nuestra vida. Volveremos a encontrar el camino estrecho (cf. Mt 7,14): su derrotero es opuesto al que prefiere gran parte de los hombres; está codificado en las Bienaventuranzas, en el Sermón de la Montaña.

Estamos quizá habituados al camino ancho y fácil de los falsos profetas. Es hora de pasarse a la senda estrecha de Cristo, al camino de la cruz. De nuevo encontraremos la sana austeridad, la disciplina, el rigor de nuestra vida franciscana, la pobreza -¡la Dama Pobreza!- que san Francisco amó sólo porque la amó Cristo.

25. Pascua de Resurrección. A pesar de todo, la cruz no es la meta, es camino. No hemos sido creados para la cruz, sino para la Pascua de Resurrección.

En la mística de la cruz, en la mística del sufrimiento, de la austeridad, del martirio..., se olvida a menudo esta verdad. A primera vista pudiera parecer que san Francisco la olvidó también un poco. Basta, sin embargo, recordar la importancia que atribuyó siempre a la alegría, pensar en la alegría con que vivió y que no se cansó de proponer a sus hermanos, para comprender que también para él la cruz era camino y no la meta final. Basta rememorar el tránsito de san Francisco para descubrir cuán centrado estaba en la Pascua de Resurrección.

Jaculatoria

 


Virgen Prudentísima....Ruega por nosotros

 




Santo Evangelio 15 de septiembre 2024

 



 Texto del Evangelio (Mc 8,27-35):

 En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas». Y Él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo».

Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».

Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará».



«Si alguno quiere venir en pos de mí (…) tome su cruz y sígame»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy día nos encontramos con situaciones similares a la descrita en este pasaje evangélico. Si, ahora mismo, Dios nos preguntara «¿quién dicen los hombres que soy yo?» (Mc 8,27), tendríamos que informarle acerca de todo tipo de respuestas, incluso pintorescas. Bastaría con echar una ojeada a lo que se ventila y airea en los más variados medios de comunicación. Sólo que… ya han pasado más de veinte siglos de “tiempo de la Iglesia”. Después de tantos años, nos dolemos y —con santa Faustina— nos quejamos ante Jesús: «¿Por qué es tan pequeño el número de los que Te conocen?».

Jesús, en aquella ocasión de la confesión de fe hecha por Simón Pedro, «les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él» (Mc 8,30). Su condición mesiánica debía ser transmitida al pueblo judío con una pedagogía progresiva. Más tarde llegaría el momento cumbre en que Jesucristo declararía —de una vez para siempre— que Él era el Mesías: «Yo soy» (Lc 22,70). Desde entonces, ya no hay excusa para no declararle ni reconocerle como el Hijo de Dios venido al mundo por nuestra salvación. Más aun: todos los bautizados tenemos ese gozoso deber “sacerdotal” de predicar el Evangelio por todo el mundo y a toda criatura (cf. Mc 16,15). Esta llamada a la predicación de la Buena Nueva es tanto más urgente si tenemos en cuenta que acerca de Él se siguen profiriendo todo tipo de opiniones equivocadas, incluso blasfemas.

Pero el anuncio de su mesianidad y del advenimiento de su Reino pasa por la Cruz. En efecto, Jesucristo «comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho» (Mc 8,31), y el Catecismo nos recuerda que «la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios» (n. 769). He aquí, pues, el camino para seguir a Cristo y darlo a conocer: «Si alguno quiere venir en pos de mí (…) tome su cruz y sígame» (Mc 8,34).

Unión con la Voluntad de Dios en Jesús Sacramentado

 




Unión con la Voluntad de Dios en Jesús Sacramentado
Jesús mío, Tú por amor mío Te empequeñeces en la Hostia, casi desapareciendo en todo, y yo en este acto, oh Jesús, quiero desaparecer en tu Voluntad, para contenerte por entero en mí, haciendo de mi ser otra hostia, en competición con tu Amor Sacramentado. Y Tú, oh Jesús, destruye todo mi pobre ser en lo que tiene de pecado, para que con tu Querer Te consagres en mí por entero, y yo pueda decirte: “aquí tienes, oh Jesús, mi Hostia”, como Tú lo dices a mí.

En este acto, oh Jesús, me escondo en tu Voluntad, para que encuentres en mí tu Vita Sacramental, y yo pida, haga y tome parte en todo lo que haces Tú, y los velos sacramentales sean la sombra que nos esconde juntos y nos haga inseparables.

Al asistir a la Misa
¡Jesús, Te amo! Ven, Divina Voluntad, a adorar en mí y, como tu Voluntad multiplica los actos infinitamente, así quiero darte la satisfacción como si todos hubieran asistido a la Santa Misa, dar a todos el fruto del Sacrificio y pedir para todos la salvación.

EN EL OFERTORIO

Virgen Inmaculada, unida al Sacrificio Eucarístico, ofrece Tú misma a Dios el sacrificio de mi voluntad y de todas las voluntades humanas, dándonos en cambio la Voluntad Divina.

ANTES DE LA CONSAGRACIÓN

Oh Jesús, quema el holocausto de mi mísera voluntad y de todas las voluntades humanas en el fuego de infinito calor de tu Divina Voluntad.

EN LA CONSAGRACIÓN

Oh dulce Redentor mío, Jesús, que en esta hora te transustanciaste a Tí mismo en el pan y en el vino, haz que en cada momento de mi vida se repita en mí la consagración de Tí mismo, para que yo sea tu pequeña Hostia viviente.

EN LA ELEVACIÓN DE LA HOSTIA

Oh Jesús mío, adoro en esta Hostia tu Sacratísimo Cuerpo, que fue crucifìcado a causa de nuestra voluntad humana en el Calvario.

EN LA ELEVACIÓN DEL CÁLIZ

Oh Jesús mío, adoro en este Cáliz tu Preciosísima Sangre: haz que descienda a purificar nuestras almas, a iluminar nuestras mentes, a inflamar nuestros corazones y a derribar nuestro querer humano, para que podamos resucitar y vivir sólo en tu Voluntad Divina. Eterno Padre, en tu Divina Voluntad te ofrezco, por medio del Corazón Inmaculado de María, la Sangre preciosísima de Jesucristo, en reparación de todos los actos de voluntad humana hechos por las criaturas desde la creación del mundo y los que se repiten hasta la consumación de los siglos.



15 DE SEPTIEMBRE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

 



DOLORES
NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

PALABRA DE DIOS DIARIA

Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.

Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.

La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares.

Un poco de historia

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.

Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.

María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.

Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.

¿Que nos enseña la Virgen de los Dolores?

La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufri-mientos.

Cuida tu fe:

Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.

Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.

Oración:

María, tú que has pasado por un dolor tan grande y un sufrimiento tan profundo, ayúdanos a seguir tu ejemplo ante las dificultades de nuestra propia vida.
Publicado por Padre Francisco Javier Rebollo León 



Liturgia de las horas P. Paco Rebollo SIERVOS DEL DIVINO AMOR. OFICIO DE LECTURA, LAUDES, HORAS INTERMEDIAS, VÍSPERAS Y COMPLETAS. 15 DE SEPTIEMBRE DOMINGO XXIV DEL T. ORDINARIO

 




De la Feria. Salterio IV

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Pueblo del Señor, rebaño que él guía, bendice a tu Dios. Aleluya.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: QUE DOBLEN LAS CAMPANAS JUBILOSAS

Que doblen las campanas jubilosas,
y proclamen el triunfo del amor,
y llenen nuestras almas de aleluyas,
de gozo y esperanza en el Señor.

Los sellos de la muerte han sido rotos,
la vida para siempre es libertad,
ni la muerte ni el mal son para el hombre
su destino, su última verdad.

Derrotados la muerte y el pecado,
es de Dios toda historia y su final;
esperad con confianza su venida:
no temáis, con vosotros él está.

Volverán encrespadas tempestades
para hundir vuestra fe y vuestra verdad,
es más fuerte que el mal y que su embate
el poder del Señor, que os salvará.

Aleluyas cantemos a Dios Padre,
aleluyas al Hijo salvador,
su Espíritu corone la alegría
que su amor derramó en el corazón. Amén.

SALMODIA

“Visitar al enfermo.”

 


VISITAR AL ENFERMO

Hijitos esto es tan urgente, que son tan pocos los que se preocupan por los enfermos en los hospitales, por los ancianos y demás que están arrinconados, casi olvidados hasta por los mismos familiares. Saben que es necesario practiquen estas visitas para consuelo del necesitado, para hacerles ver que Yo estoy a su lado, que no están solos y que si me unen a sus sufrimientos tendrán méritos unidos a los méritos que Yo alcanzo con Mi Padre para su salvación y la de muchos.

Recuerden a los enfermos del alma, aquellos que no me conocen, o aquellos que han perdido la fe por malos entendidos o por falta de buen ejemplo de los que se dicen míos. Recuerden que Yo vine por los enfermos porque los sanos no me necesitan. Ustedes con oración y caridad, con amor, pueden hacer que aquellas almas que están tristes tengan la felicidad y la paz que sólo en Mí encontrarán.

María los ayudará para esta obra de misericordia. Yo les bendigo.

Sagrado Corazón de Jesús

Siervos del Divino Amor

MISAL DIARIO Palabra de Dios. LECTURAS DEL DOMINGO XXIV DEL T. ORDINARIO 15 DE SEPTIEMBRE (VERDE)

 "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Pedro le respondió: "Tú eres el Mesías".





Domingo XXIV del Tiempo Ordinario [Se omite la memoria de Nuestra Señora de los Dolores] MR, p. 438 (434) / Lecc. II, p. 162



ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Si 36, 18

Concede, Señor, la paz a los que esperan en ti, y cumple así las palabras de tus profetas; escucha las plegarias de tu siervo, y de tu pueblo Israel.

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo…

LITURGIA DE LA PALABRA

Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban.

Del libro del profeta Isaías: 50, 5-9a

En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia, ni me he echado para atrás.

Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.

Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado. Cercano está de mí el que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí? ¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa? Que se me enfrente. El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme?"

Palabra de Dios.

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