lunes, 4 de marzo de 2019

MES DE SAN JOSE: PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE A ÉL COMO ESCLAVO. DÍA CUATRO

san jose
La verdadera devoción a San José consiste esencialmente en la confianza ilimitada en la intercesión de este Santo Varón, en la imitación de sus virtudes y en el amor filial que se le profese. Ser su devoto quiere decir tratar de amar al Padre Celestial como él lo hizo; y poner la vida, los bienes y todos los actos del día bajo su paternal patrocinio.
Los que quieran ser fieles devotos del Padre Protector de la Iglesia, y verdaderos servidores de su culto, deben consagrarse a él como sus esclavos. Pero como se ama lo que se conoce, es fundamental para esta alianza admirarse con su vida a través del Catecismo de San José, incluido en esta preparación.
La esclavitud del santo exige una fórmula que será publicada el día 31 de marzo, y que indica la dedicación de la vida entera al servicio de su piedad. Significa alabar al benditísimo Patriarca desde que aparece la primera luz del día hasta que se va al lecho, para lo cual, también el último día de este mes, entregaremos una pequeño Devocionario Josefino con las oraciones del cristiano al amparo de San José.
Quienes deseen manifestarse como verdaderos devotos del Castísimo Esposo de Nuestra Santa Madre, deben luchar por ser almas de oración que frecuenten los sacramentos, amantes del silencio, la pureza, modestia y humildad, tener una encendida caridad y una vida que se realice en la laboriosidad y el ocultamiento. Y para alcanzar tan altas aspiraciones, es que a él recurriremos diciendo cada día en el Acordaos: “que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo”.

DÍA CUATRO

ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra vuestra divina majestad, vengo a solicitar de vuestra misericordia infinita generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José os suplico humildemente que me concedáis nuevas gracias para serviros y amaros, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.
CATECISMO DE SAN JOSÉ
5. ¿Qué nos recuerda el santo nombre de José?

Este nombre divino presenta al alma una idea tan grata y dulce, que la conmueve tiernamente cuando la boca le pronuncia. En efecto: es el nombre augusto del siervo fiel y prudente que ha establecido el Señor en su familia para ser el sostén y el consuelo de su excelsa Madre, su Padre nutricio y su cooperador digno en la ejecución de sus misericordiosos designios sobre la tierra .—“Este nombre, dice el piadoso Gerson, es de aquel a quien la Madre de Dios, la reina del universo, llama su Señor; a quien el Verbo hecho carne llama su padre y a quien obedece.—Es el nombre de un pobre artesano que sufre sin murmurar los rigores de una condición ajena, y que en lugar del palacio de David habita en la humilde cabaña de Nazaret, sin pretensiones de ambición ni envidia. -Es el nombre de un Patriarca localizado en una vida oscura, pero tan llena de méritos y de ejemplos, que nos da a cada uno la más perfecta regla de conducta, tan segura como cristiana.—Es el nombre de un justo cuya vida sobre la tierra ha sido angelical y que tuvo la dicho de morir en presencia y en los brazos del Salvador del mundo.—Es, por último, el nombre de un Santo que se halla en el cielo en cuerpo y alma, el cual goza de gran poder cerca de la Santísima Trinidad; nombre tan venerable y tan bendito, que basta el tributarle honor para conducirnos a la posesión de un Dios. ¡Qué el santo nombre de José permanezca, pues, siempre en nuestra memoria, y que por siempre esté grabado en nuestro corazón!
Aquí se rezan 7 Ave Marías en honor de los dolores y gozos del Señor San José, pidiéndole la gracia de ser su fiel esclavo.
M E M O R A R E
Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor! 
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente.
Así sea.
Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)

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