jueves, 31 de octubre de 2024

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN DÍA 1 DE NOVIEMBRE



PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

Del Apocalipsis: «Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con voz potente: "¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!". Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios, diciendo: "Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén"» (Ap 7,9-12).

Pensamiento franciscano:

Plegaria de San Francisco: «A la gloriosa madre, la beatísima María siempre Virgen, a los bienaventurados Miguel, Gabriel y Rafael, y a todos los coros celestiales, a los bienaventurados Juan Bautista, Juan Evangelista, Pedro, Pablo, y a los bienaventurados patriarcas, profetas, inocentes, apóstoles, evangelistas, mártires, confesores, vírgenes, y a todos los santos que fueron y que serán y que son, humildemente les suplicamos por tu amor que te den gracias como te place, a ti, sumo y verdadero Dios, eterno y vivo, con tu Hijo carísimo, nuestro Señor Jesucristo, y el Espíritu Santo Paráclito, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya» (cf. 1 R 23,6).

Orar con la Iglesia:

Invoquemos con alegría a Dios, corona de todos los santos, y digámosle: Sálvanos, Señor, por la intercesión de los santos.

-Dios sapientísimo, que por medio de Cristo has constituido a los apóstoles fundamento de tu Iglesia, conserva a tus fieles en la doctrina que ellos enseñaron.

-Tú que has dado a los mártires la fortaleza del testimonio, hasta derramar su sangre, haz de los cristianos testigos fieles de tu Hijo.

-Tú que has dado a las santas vírgenes el don insigne de imitar a Cristo virgen, haznos comprender la virginidad a ti consagrada como una señal particular de los bienes celestiales.

-Tú que manifiestas en todos los santos tu presencia, tu rostro, tu palabra y tu amor, otorga a tus fieles sentirse cada vez más cerca de ti por su imitación.

Oración: Concédenos, Dios Padre nuestro, la protección de todos los santos, a fin de que, por su intercesión, obtengamos los dones de tu amor que te pedimos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

LA VÍA SERÁFICA DE LA ESPIRITUALIDAD FRANCISCANA

 



LA VÍA SERÁFICA DE LA ESPIRITUALIDAD FRANCISCANA
por Lázaro Iriarte, OFMCap
«Tú eres amor, caridad»; así se expresa Francisco en las Alabanzas del Dios Altísimo y en la Paráfrasis del Padrenuestro. Esta noción de Dios, dada por san Juan, ha calado muy adentro en el ánimo del Poverello. Cuando quiere inculcar a los hermanos algo que lleva muy en el corazón lo hace en estos términos: «Suplico en la santa caridad, que es Dios». De forma similar lo dice en el testamento lírico para Clara y las hermanas: «os ruego por el grande Amor...».
Siente el reclamo del amor del Creador en toda manifestación de su bondad, en todo ser creado. Se mira a sí mismo como puro don de ese amor infinito, que lo convirtió sacándolo de los pecados, que le mostró la vía evangélica, le dio hermanos y lo llenó de su gracia... Por eso su piedad es una respuesta gozosa de puro amor. El amor es la atmósfera en que se mueve su contemplación, el sello de su piedad, la ley primera de la fraternidad y el mensaje fundamental que los hermanos menores han de llevar al mundo, como lo dejó escrito en el capítulo 23 de la primera Regla:
«Amemos todos con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con toda la fuerza y firmeza, con todo el entendimiento, con todas las energías, con todo el empeño, con todo el afecto, con todas las entrañas, con todos los deseos y anhelos, al Señor Dios, que a todos nosotros nos ha dado y nos da todo el cuerpo, toda el alma y toda la vida, que nos ha creado, nos ha redimido y, por sola su misericordia, nos salvará, que nos ha hecho y nos hace todo bien...» (1 R 23,8).
Se estremecía con sólo oír mencionar el amor de Dios. «Súbitamente se excitaba, se conmovía, se inflamaba, como si al sonido de la voz exterior vibrasen las fibras interiores de su corazón... Y, lleno de afecto, decía: ¡Mucho se ha de amar el amor de quien tanto nos ha amado!». Meditaba y glosaba el primero y más grande mandamiento: Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma...; y pedía poder «emplear todas sus energías y todos los sentidos del alma y del cuerpo exclusivamente al servicio del amor de Dios, en amar al prójimo y en atraer a todos al amor del Señor» (ParPN 5). No sabía rehusar nada que se le pidiera por amor de Dios, y era arriesgado usar esta fórmula hablando con él (LP 90).

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS APRESURÉMONOS HACIA LOS HERMANOS QUE NOS ESPERAN

 



SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Benedicto XVI, Ángelus del día 1 de noviembre de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos hoy con gran alegría la fiesta de Todos los Santos. Al visitar un jardín botánico, nos sorprende la variedad de plantas y flores, y resulta natural pensar en la fantasía del Creador, que ha transformado la tierra en un maravilloso jardín. Experimentamos un sentimiento análogo cuando consideramos el espectáculo de la santidad: el mundo se nos presenta como un «jardín», donde el Espíritu de Dios ha suscitado con admirable fantasía una multitud de santos y santas, de toda edad y condición social, de toda lengua, pueblo y cultura.
Cada uno es diferente del otro, con la singularidad de la propia personalidad humana y del propio carisma espiritual. Pero todos llevan grabado el «sello» de Jesús (cf. Ap 7,3), es decir, la huella de su amor, testimoniado a través de la cruz. Todos viven felices, en una fiesta sin fin, pero, como Jesús, conquistaron esta meta pasando por fatigas y pruebas (cf. Ap 7,14), afrontando cada uno su parte de sacrificio para participar en la gloria de la resurrección.
La solemnidad de Todos los Santos se fue consolidando durante el primer milenio cristiano como celebración colectiva de los mártires. En el año 609, en Roma, el Papa Bonifacio IV consagró el Panteón, dedicándolo a la Virgen María y a todos los mártires. Por lo demás, podemos entender este martirio en sentido amplio, es decir, como amor a Cristo sin reservas, amor que se expresa en la entrega total de sí a Dios y a los hermanos. Esta meta espiritual, a la que tienden todos los bautizados, se alcanza siguiendo el camino de las «bienaventuranzas» evangélicas, que la liturgia nos indica en la solemnidad de hoy (Mt 5,1-12). Es el mismo camino trazado por Jesús y que los santos y santas se han esforzado por recorrer, aun conscientes de sus límites humanos.
En su existencia terrena han sido pobres de espíritu, han sentido dolor por los pecados, han sido mansos, han tenido hambre y sed de justicia, han sido misericordiosos, limpios de corazón, han trabajado por la paz y han sido perseguidos por causa de la justicia. Y Dios los ha hecho partícipes de su misma felicidad: la gustaron anticipadamente en este mundo y, en el más allá, gozan de ella en plenitud. Ahora han sido consolados, han heredado la tierra, han sido saciados, perdonados, ven a Dios, de quien son hijos. En una palabra: «de ellos es el reino de los cielos».
En este día sentimos que se reaviva en nosotros la atracción hacia el cielo, que nos impulsa a apresurar el paso de nuestra peregrinación terrena. Sentimos que se enciende en nuestro corazón el deseo de unirnos para siempre a la familia de los santos, de la que ya ahora tenemos la gracia de formar parte. Como dice un célebre canto espiritual: «Cuando venga la multitud de tus santos, oh Señor, ¡cómo quisiera estar entre ellos!».
Que esta hermosa aspiración anime a todos los cristianos y les ayude a superar todas las dificultades, todos los temores, todas las tribulaciones. Queridos amigos, pongamos nuestra mano en la mano materna de María, Reina de todos los santos, y dejémonos guiar por ella hacia la patria celestial, en compañía de los espíritus bienaventurados «de toda nación, pueblo y lengua» (Ap 7,9). Y unamos ya en la oración el recuerdo de nuestros queridos difuntos, a quienes mañana conmemoraremos.
[Después del Ángelus] Dirijo mi más cordial bienvenida a los peregrinos de lengua española. La fiesta de Todos los Santos nos invita a considerar con alegría y gratitud al Señor la llamada a la santidad recibida en el sacramento del bautismo. Siguiendo el ejemplo de los santos y contando con su constante intercesión podremos avanzar con esperanza y humildad en nuestro camino de perfección cristiana.
* * *
APRESURÉMONOS HACIA LOS HERMANOS
QUE NOS ESPERAN
San Bernardo, Sermón 2
¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma solemnidad que celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende mí un fuerte deseo.

MISTERIOS DOLOROSOS

 



Rezo del Santo Rosario

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...

Los misterios que hemos de contemplar son



Lunes y Sábados:
LOS MISTERIOS GOZOSOS

Primer misterio:La Anunciación y Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de la Virgen María.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

[Al final de cada misterio suele decirse:]
Dios te salve, María, Hija de Dios Padre; Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo; Dios te salve María, Esposa del Espíritu Santo. Templo y sagrario de la santísima Trinidad, no permitáis, Señora, que ningún cristiano viva ni muera en pecado mortal ni venial. Amén.

Segundo misterio: La Visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Tercer misterio: El nacimiento del Niño Jesús en el pobre y humilde portal de Belén.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Cuarto misterio: La Purificación de la Virgen María y Presentación del Niño Jesús en el Templo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Quinto misterio: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Jueves:
LOS MISTERIOS LUMINOSOS

Primer misterio: El bautismo de Jesús en el río Jordán.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Segundo misterio: Jesús y María en las bodas de Caná.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Tercer misterio: Jesús anuncia el Reino de Dios e invita a la conversión.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Cuarto misterio: La transfiguración de Jesús en el monte Tabor.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Quinto misterio: La institución de la Eucaristía.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Martes y Viernes:
LOS MISTERIOS DOLOROSOS

Primer misterio: La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Segundo misterio: La flagelación de Jesús, atado a la columna.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Tercer misterio: Jesús es coronado de espinas.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Cuarto misterio: Jesús con la cruz a cuestas, camino del Calvario.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Quinto misterio: La crucifixión y muerte de Jesús.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Miércoles y Domingos:
LOS MISTERIOS GLORIOSOS

Primer misterio: La Resurrección del Señor.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Segundo misterio: La Ascensión del Señor al cielo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Tercer misterio: La venida del Espíritu Santo sobre el Colegio apostólico.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Cuarto misterio: La Asunción de Nuestra Señora al cielo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Quinto misterio: La coronación de la Virgen María como Reina del universo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

[Terminado el rezo de los misterios correspondientes, suele saludarse a la Virgen en sus "tres purezas" y recitarle la Salve:]

V. Virgen purísima antes del parto.
R. Purifica nuestros pensamientos.
Avemaría

V. Virgen purísima en el parto.
R. Purifica nuestras palabras.
Avemaría

V. Virgen purísima después del parto.
R. Purifica nuestras obras y deseos.
Avemaría

Para más obligar a la Virgen santísima, saludémosla con una "Salve": Dios te salve...

Letanía lauretana

Señor, ten piedad

Señor, ten piedad

Cristo, ten piedad

Cristo, ten piedad

Señor, ten piedad

Señor, ten piedad

Cristo, óyenos

Cristo, óyenos

Cristo, escúchanos

Cristo, escúchanos

Dios Padre celestial

Ten misericordia de nosotros

Dios Hijo, Redentor del mundo

Ten misericordia de nosotros

Dios Espíritu Santo

Ten misericordia de nosotros

Trinidad Santa, un solo Dios

Ten misericordia de nosotros

Santa María

Ruega por nosotros

Santa Madre de Dios

Ruega por nosotros

Santa Virgen de las vírgenes

Ruega por nosotros

Madre de Cristo

Ruega por nosotros

Madre de la divina gracia

Ruega por nosotros

Madre purísima

Ruega por nosotros

Madre castísima

Ruega por nosotros

Madre virginal

Ruega por nosotros

Madre sin corrupción

Ruega por nosotros

Madre Inmaculada

Ruega por nosotros

Madre amable

Ruega por nosotros

Madre admirable

Ruega por nosotros

Madre del buen consejo

Ruega por nosotros

Madre del Creador

Ruega por nosotros

Madre del Salvador

Ruega por nosotros

Madre de la Iglesia

Ruega por nosotros

Virgen prudentísima

Ruega por nosotros

Virgen digna de veneración

Ruega por nosotros

Virgen digna de alabanza

Ruega por nosotros

Virgen poderosa

Ruega por nosotros

Virgen clemente

Ruega por nosotros

Virgen fiel

Ruega por nosotros

Espejo de justicia

Ruega por nosotros

Trono de sabiduría

Ruega por nosotros

Causa de nuestra alegría

Ruega por nosotros

Vaso espiritual

Ruega por nosotros

Vaso digno de honor

Ruega por nosotros

Vaso insigne de devoción

Ruega por nosotros

Rosa mística

Ruega por nosotros

Torre de David

Ruega por nosotros

Torre de marfil

Ruega por nosotros

Casa de oro

Ruega por nosotros

Arca de la alianza

Ruega por nosotros

Puerta del cielo

Ruega por nosotros

Estrella de la mañana

Ruega por nosotros

Salud de los enfermos

Ruega por nosotros

Refugio de los pecadores

Ruega por nosotros

Consuelo de los afligidos

Ruega por nosotros

Auxilio de los cristianos

Ruega por nosotros

Reina de los ángeles

Ruega por nosotros

Reina de los patriarcas

Ruega por nosotros

Reina de los profetas

Ruega por nosotros

Reina de los apóstoles

Ruega por nosotros

Reina de los mártires

Ruega por nosotros

Reina de los confesores

Ruega por nosotros

Reina de las vírgenes

Ruega por nosotros

Reina de todos los santos

Ruega por nosotros

Reina concebida sin pecado original

Ruega por nosotros

Reina elevada al cielo

Ruega por nosotros

Reina del santo rosario

Ruega por nosotros

Reina de la familia

Ruega por nosotros

Reina de la paz

Ruega por nosotros

Reina de la Orden Franciscana

Ruega por nosotros

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo

Perdónanos, Señor

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo

Escúchanos, Señor

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo

Ten misericordia de nosotros.

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

Oremos:

Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios gozosos:
Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo; y por la intercesión de santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios luminosos:
Dios todopoderoso y eterno, luz de los que en ti creen, que la tierra se llene de tu gloria y que te reconozcan los pueblos por el esplendor de tu luz. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios dolorosos:
Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios gloriosos:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

V. Ave María Purísima.
R. Sin pecado concebida.

Jaculatoria

 


Saludo a Jesús Sacramentado

 




Saludo a Jesús Sacramentado.
Oh Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, aquí presente en el Santísimo Sacramento del altar, creo todo lo que Vos, mi Señor, me habéis revelado.
Arrepentido de todos mis pecados, esperando en Vos que nunca permite que sea confundido, agradeciendo por este don supremo, amándoos sobre todas las cosas en este Sacramento de vuestro amor, adorándoos en el misterio profundo de vuestra humildad, os manifiesto y hago patente todas las heridas y miserias de mi pobre corazón y os pido me deis todo lo que necesito y deseo.
Pero tan solo os necesito a Vos, oh Dios mío, tan solo os deseo a Vos, vuestra gracia y la gracia de usar debidamente vuestras gracias, poseeros en esta vida y poseeros en la otra.
Bendito seáis, oh poder divino de vuestro paternal Corazón, que aunque todo lo podéis, sin embargo, no podíais darnos un don más precioso que este Santísimo Sacramento.
Oh Pan celestial, gran Sacramento, os adoro y os alabo en todo momento. (repítase después de cada alabanza.)
Bendita seáis, oh Sabiduría del Verbo Divino, que todo lo sabéis y lo ordenáis, y sin embargo no sabíais prepararnos una comida más exquisita, que este Santísimo Sacramento.
Bendito seáis, oh Dios mío, que en vuestra inefable dulzura de amor os habéis transformado en este pan para dárosnos como el más dulce manjar.
Bendito seáis, oh Dios mío, que habéis encerrado todos vuestros misterios en esta humilde forma de pan terrenal. ¡Oh Trinidad Santísima!

Amén

viernes, 1 de noviembre de 2024 Santo Evangelio 1 de Noviembre 2024

 


Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a):

 En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».



«Alegraos y regocijaos»


Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida

(Lleida, España)

Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con la práctica del amor fraterno.

Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.

Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.