martes, 31 de diciembre de 2024

Sara Montiel - La Violetera - 1958 (película completa)

Misa Martes 31 Diciembre 2024

lunes, 30 de diciembre de 2024

Misa Lunes 30 Diciembre 2024

domingo, 29 de diciembre de 2024

Misa Domingo 29 Diciembre 2024

viernes, 27 de diciembre de 2024

Misa Viernes 27 Diciembre 2024

jueves, 26 de diciembre de 2024

Misa Jueves 26 Diciembre 2024

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Apertura de la Puerta Santa y Santa Misa de Nochebuena

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domingo, 22 de diciembre de 2024

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Santa Misa de hoy Domingo 22 de diciembre de 2024. Rvdo. David Amado, pbro.

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Misa Domingo 22 Diciembre 2024

sábado, 21 de diciembre de 2024

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN DÍA 22 DE DICIEMBRE



PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

Del profeta Isaías: -Sión decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré (Is 49,14-15).

Pensamiento franciscano:

Santa Clara escribió a santa Inés de Praga: «Considera el principio de este espejo, la pobreza de Aquel que es puesto en un pesebre y envuelto en pañales. ¡Oh admirable humildad, oh asombrosa pobreza! El Rey de los ángeles, el Señor del cielo y de la tierra es acostado en un pesebre» (4CtaCl 19-21).

Orar con la Iglesia:

Oremos a Cristo, el Señor, que viene a traernos la Buena Noticia y salvar al mundo, y digámosle de corazón: Ven, Señor Jesús.

-Reconforta con tu venida a la Iglesia y a aquellos a quienes has confiado el servicio de la autoridad y de la unidad en ella.

-No permitas que nuestra vida y nuestras obras te rechacen.

-Tú que viniste a salvar a los hombres, aleja de nuestros corazones el odio, el egoísmo la tristeza.

-Concédenos, por tu misericordia, llevar ya desde ahora una vida sobria y religiosa.

-Haz que, especialmente en este tiempo de Navidad, reine la paz en todas las naciones.

Oración: Acoge, Señor Jesús, las súplicas que te dirigimos confiados en la intercesión de tu bendita Madre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.




 

Jaculatoria

 



Actúen Contra sus Apegos - Sermón del Domingo del obispo Robert Barron

MISTERIOS GLORIOSOS

 



https://soundcloud.com/rafael-marques-zaratin/sets/misterios-gloriosos


Rezo del Santo Rosario

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...

Los misterios que hemos de contemplar son



Lunes y Sábados:
LOS MISTERIOS GOZOSOS

Primer misterio:La Anunciación y Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de la Virgen María.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

[Al final de cada misterio suele decirse:]
Dios te salve, María, Hija de Dios Padre; Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo; Dios te salve María, Esposa del Espíritu Santo. Templo y sagrario de la santísima Trinidad, no permitáis, Señora, que ningún cristiano viva ni muera en pecado mortal ni venial. Amén.

Segundo misterio: La Visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Tercer misterio: El nacimiento del Niño Jesús en el pobre y humilde portal de Belén.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Cuarto misterio: La Purificación de la Virgen María y Presentación del Niño Jesús en el Templo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Quinto misterio: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Jueves:
LOS MISTERIOS LUMINOSOS

Primer misterio: El bautismo de Jesús en el río Jordán.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Segundo misterio: Jesús y María en las bodas de Caná.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Tercer misterio: Jesús anuncia el Reino de Dios e invita a la conversión.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Cuarto misterio: La transfiguración de Jesús en el monte Tabor.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Quinto misterio: La institución de la Eucaristía.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Martes y Viernes:
LOS MISTERIOS DOLOROSOS

Primer misterio: La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Segundo misterio: La flagelación de Jesús, atado a la columna.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Tercer misterio: Jesús es coronado de espinas.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Cuarto misterio: Jesús con la cruz a cuestas, camino del Calvario.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Quinto misterio: La crucifixión y muerte de Jesús.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Miércoles y Domingos:
LOS MISTERIOS GLORIOSOS

Primer misterio: La Resurrección del Señor.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Segundo misterio: La Ascensión del Señor al cielo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Tercer misterio: La venida del Espíritu Santo sobre el Colegio apostólico.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Cuarto misterio: La Asunción de Nuestra Señora al cielo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Quinto misterio: La coronación de la Virgen María como Reina del universo.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

[Terminado el rezo de los misterios correspondientes, suele saludarse a la Virgen en sus "tres purezas" y recitarle la Salve:]

V. Virgen purísima antes del parto.
R. Purifica nuestros pensamientos.
Avemaría

V. Virgen purísima en el parto.
R. Purifica nuestras palabras.
Avemaría

V. Virgen purísima después del parto.
R. Purifica nuestras obras y deseos.
Avemaría

Para más obligar a la Virgen santísima, saludémosla con una "Salve": Dios te salve...

Letanía lauretana

Señor, ten piedad

Señor, ten piedad

Cristo, ten piedad

Cristo, ten piedad

Señor, ten piedad

Señor, ten piedad

Cristo, óyenos

Cristo, óyenos

Cristo, escúchanos

Cristo, escúchanos

Dios Padre celestial

Ten misericordia de nosotros

Dios Hijo, Redentor del mundo

Ten misericordia de nosotros

Dios Espíritu Santo

Ten misericordia de nosotros

Trinidad Santa, un solo Dios

Ten misericordia de nosotros

Santa María

Ruega por nosotros

Santa Madre de Dios

Ruega por nosotros

Santa Virgen de las vírgenes

Ruega por nosotros

Madre de Cristo

Ruega por nosotros

Madre de la divina gracia

Ruega por nosotros

Madre purísima

Ruega por nosotros

Madre castísima

Ruega por nosotros

Madre virginal

Ruega por nosotros

Madre sin corrupción

Ruega por nosotros

Madre Inmaculada

Ruega por nosotros

Madre amable

Ruega por nosotros

Madre admirable

Ruega por nosotros

Madre del buen consejo

Ruega por nosotros

Madre del Creador

Ruega por nosotros

Madre del Salvador

Ruega por nosotros

Madre de la Iglesia

Ruega por nosotros

Virgen prudentísima

Ruega por nosotros

Virgen digna de veneración

Ruega por nosotros

Virgen digna de alabanza

Ruega por nosotros

Virgen poderosa

Ruega por nosotros

Virgen clemente

Ruega por nosotros

Virgen fiel

Ruega por nosotros

Espejo de justicia

Ruega por nosotros

Trono de sabiduría

Ruega por nosotros

Causa de nuestra alegría

Ruega por nosotros

Vaso espiritual

Ruega por nosotros

Vaso digno de honor

Ruega por nosotros

Vaso insigne de devoción

Ruega por nosotros

Rosa mística

Ruega por nosotros

Torre de David

Ruega por nosotros

Torre de marfil

Ruega por nosotros

Casa de oro

Ruega por nosotros

Arca de la alianza

Ruega por nosotros

Puerta del cielo

Ruega por nosotros

Estrella de la mañana

Ruega por nosotros

Salud de los enfermos

Ruega por nosotros

Refugio de los pecadores

Ruega por nosotros

Consuelo de los afligidos

Ruega por nosotros

Auxilio de los cristianos

Ruega por nosotros

Reina de los ángeles

Ruega por nosotros

Reina de los patriarcas

Ruega por nosotros

Reina de los profetas

Ruega por nosotros

Reina de los apóstoles

Ruega por nosotros

Reina de los mártires

Ruega por nosotros

Reina de los confesores

Ruega por nosotros

Reina de las vírgenes

Ruega por nosotros

Reina de todos los santos

Ruega por nosotros

Reina concebida sin pecado original

Ruega por nosotros

Reina elevada al cielo

Ruega por nosotros

Reina del santo rosario

Ruega por nosotros

Reina de la familia

Ruega por nosotros

Reina de la paz

Ruega por nosotros

Reina de la Orden Franciscana

Ruega por nosotros

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo

Perdónanos, Señor

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo

Escúchanos, Señor

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo

Ten misericordia de nosotros.

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

Oremos:

Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios gozosos:
Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo; y por la intercesión de santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios luminosos:
Dios todopoderoso y eterno, luz de los que en ti creen, que la tierra se llene de tu gloria y que te reconozcan los pueblos por el esplendor de tu luz. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios dolorosos:
Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios gloriosos:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

V. Ave María Purísima.
R. Sin pecado concebida.



Adoración Eucarística de Juan Pablo II

 


Adoración Eucarística de Juan Pablo II
Señor Jesús:

Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.

"Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de Dios" (Jn. 6,69).

Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres.
Aumenta nuestra FE.

Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al tuyo.

Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.

Siguiéndote a ti, "camino, verdad y vida", queremos penetrar en el aparente "silencio" y "ausencia" de Dios, rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre que nos dice: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia: Escuchadlo" (Mt. 17,5).

Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social.

Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo.

Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives "siempre intercediendo por nosotros" (Heb. 7,25).

Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre.

Queremos sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú. Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo.

Apoyados en esta ESPERANZA, queremos infundir en el mundo esta escala de valores evangélicos por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y en las actitudes de la vida concreta.

Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres.

Quisiéramos decir como San Pablo: "Mi vida es Cristo" (Flp. 1,21).

Nuestra vida no tiene sentido sin ti.

Queremos aprender a "estar con quien sabemos nos ama", porque "con tan buen amigo presente todo se puede sufrir". En ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre, porque en la oración "el amor es el que habla" (Sta. Teresa).

Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.

CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE ADORAMOS con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras: "Quedaos aquí y velad conmigo" (Mt. 26,38).

Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y callando con un silencio de amigo y con una presencia de donación.

El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a decir esos "gemidos inenarrables" (Rom. 8,26) que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y en el gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu amor y tu palabra.

En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no sentiremos la consolación.

Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN, estaremos en tu intimidad o "misterio".

Entonces nuestra oración se convertirá en respeto hacia el "misterio" de cada hermano y de cada acontecimiento para insertarnos en nuestro ambiente familiar y social y construir la historia con este silencio activo y fecundo que nace de la contemplación.

Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de AMAR y de SERVIR.

Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre.

Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos.
Amén.

Juan Pablo II 

Salud de los enfermos.....Ruega por nosotros

 


domingo, 22 de diciembre de 2024 Santo Evangelio 22 diciembre 2024


Texto del Evangelio (Lc 1,39-45):

 En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».



«¡Feliz la que ha creído!»


Mons. Ramon MALLA i Call Obispo Emérito de Lleida

(Lleida, España)

Hoy es el último domingo de este tiempo de preparación para la llegada de Dios a Belén. Por ser en todo igual a nosotros, quiso ser concebido —como cualquier hombre— en el seno de una mujer, la Virgen María, pero por obra y gracia del Espíritu Santo, ya que era Dios. Pronto, en el día de Navidad, celebraremos con gran alegría su nacimiento.

El Evangelio de hoy nos presenta a dos personajes, María y su prima Isabel, las cuales nos indican la actitud que ha de haber en nuestro espíritu para contemplar este acontecimiento. Tiene que ser una actitud de fe, y de fe dinámica.

Isabel, con sincera humildad, «quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: ‘(...) ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?’» (Lc 1,41-43). Nadie se lo había contado; sólo la fe, el Espíritu Santo, le había hecho ver que su prima era madre de su Señor, de Dios.

Conociendo ahora la actitud de fe total por parte de María, cuando el Ángel le anunció que Dios la había escogido para ser su madre terrenal, Isabel no se recató en proclamar la alegría que da la fe. Lo pone de relieve diciendo: «¡Feliz la que ha creído!» (Lc 1,45).

Es, pues, con actitud de fe que hemos de vivir la Navidad. Pero, a imitación de María e Isabel, con fe dinámica. En consecuencia, como Isabel, si es necesario, no nos hemos de contener al expresar el agradecimiento y el gozo de tener la fe. Y, como María, además la hemos de manifestar con obras. «Se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1,39-40) para felicitarla y ayudarla, quedándose unos tres meses con ella (cf. Lc 1,56).

San Ambrosio nos recomienda que, en estas fiestas, «tengamos todos el alma de María para glorificar al Señor». Es seguro que no nos faltarán ocasiones para compartir alegrías y ayudar a los necesitados.

«LO ENVOLVIÓ EN PAÑALES»

 


«LO ENVOLVIÓ EN PAÑALES»
Benedicto XVI, Homilía en la Misa de Nochebuena (25-XII-07)

Queridos hermanos y hermanas:

«A María le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada» (cf. Lc 2,6s). Estas frases nos llegan al corazón siempre de nuevo. Llegó el momento anunciado por el Ángel en Nazaret: «Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo» (Lc 1,31). Llegó el momento que Israel esperaba desde hacía muchos siglos, durante tantas horas oscuras, el momento en cierto modo esperado por toda la humanidad con figuras todavía confusas: que Dios se preocupase por nosotros, que saliera de su ocultamiento, que el mundo alcanzara la salvación y que Él renovase todo.

Podemos imaginar con cuanta preparación interior, con cuánto amor, esperó María aquella hora. El breve inciso, «lo envolvió en pañales», nos permite vislumbrar algo de la santa alegría y del callado celo de aquella preparación. Los pañales estaban dispuestos, para que el niño se encontrara bien atendido. Pero en la posada no había sitio. En cierto modo, la humanidad espera a Dios, su cercanía. Pero cuando llega el momento, no tiene sitio para Él. Está tan ocupada consigo misma de forma tan exigente, que necesita todo el espacio y todo el tiempo para sus cosas y ya no queda nada para el otro, para el prójimo, para el pobre, para Dios. Y cuanto más se enriquecen los hombres, tanto más llenan todo de sí mismos y menos puede entrar el otro.

Juan, en su Evangelio, fijándose en lo esencial, ha profundizado en la breve referencia de san Lucas sobre la situación de Belén: «Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11). Esto se refiere sobre todo a Belén: el Hijo de David fue a su ciudad, pero tuvo que nacer en un establo, porque en la posada no había sitio para él. Se refiere también a Israel: el enviado vino a los suyos, pero no lo quisieron. En realidad, se refiere a toda la humanidad: Aquel por el que el mundo fue hecho, el Verbo creador primordial entra en el mundo, pero no se le escucha, no se le acoge.

En definitiva, estas palabras se refieren a nosotros, a cada persona y a la sociedad en su conjunto. ¿Tenemos tiempo para el prójimo que tiene necesidad de nuestra palabra, de mi palabra, de mi afecto? ¿Para aquel que sufre y necesita ayuda? ¿Para el prófugo o el refugiado que busca asilo? ¿Tenemos tiempo y espacio para Dios? ¿Puede entrar Él en nuestra vida? ¿Encuentra un lugar en nosotros o tenemos ocupado todo nuestro pensamiento, nuestro quehacer, nuestra vida, con nosotros mismos?

MAGNÍFICAT, EL CÁNTICO DE MARÍA

 



MAGNÍFICAT, EL CÁNTICO DE MARÍA
San Beda el Venerable, Exposición
sobre el evangelio de san Lucas (Libro 1,46-55)

María dijo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.

«El Señor -dice María- me ha engrandecido con un don tan inmenso y tan inaudito, que no hay posibilidad de explicarlo con palabras, ni apenas el afecto más profundo del corazón es capaz de comprenderlo; por ello ofrezco todas las fuerzas del alma en acción de gracias, y me dedico con todo mi ser, mis sentidos y mi inteligencia a contemplar con agradecimiento la grandeza de aquel que no tiene fin, ya que mi espíritu se complace en la eterna divinidad de Jesús, mi salvador, con cuya temporal concepción ha quedado fecundada mi carne».

Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Se refiere al comienzo del himno, donde había dicho: Proclama mi alma la grandeza del Señor. Porque sólo aquella alma a la que el Señor se digna hacer grandes favores puede proclamar la grandeza del Señor con dignas alabanzas y dirigir a quienes comparten los mismos votos y propósitos una exhortación como ésta: Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.

Pues quien, una vez que haya conocido al Señor, tenga en menos el proclamar su grandeza y santificar su nombre en la medida de sus fuerzas será el menos importante en el reino de los cielos. Ya que el nombre del Señor se llama santo, porque con su singular poder trasciende a toda criatura y dista ampliamente de todas las cosas que ha hecho.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia. Bellamente llama a Israel siervo del Señor, ya que efectivamente el Señor lo ha acogido para salvarlo por ser obediente y humilde, de acuerdo con lo que dice Oseas: Israel es mi siervo, y yo lo amo.

Porque quien rechaza la humillación tampoco puede acoger la salvación, ni exclamar con el profeta: Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida, y el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos.

Como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. No se refiere a la descendencia carnal de Abrahán, sino a la espiritual, o sea, no habla de los nacidos solamente de su carne, sino de los que siguieron las huellas de su fe, lo mismo dentro que fuera de Israel. Pues Abrahán había creído antes de la circuncisión, y su fe le fue tenida en cuenta para la justificación.

De modo que el advenimiento del Salvador se le prometió a Abrahán y a su descendencia por siempre, o sea, a los hijos de la promesa, de los que se dice: Si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.

Con razón, pues, fueron ambas madres quienes anunciaron con sus profecías los nacimientos del Señor y de Juan, para que, así como el pecado empezó por medio de las mujeres, también los bienes comiencen por ellas, y la vida que pereció por el engaño de una sola mujer sea devuelta al mundo por la proclamación de dos mujeres que compiten por anunciar la salvación.



LOS MISTERIOS NAVIDEÑOS Y LA POBREZA EN SAN FRANCISCO

 



LOS MISTERIOS NAVIDEÑOS
Y LA POBREZA EN SAN FRANCISCO
por Constantino Koser, OFM

La liturgia de Navidad nos presenta, día a día, los textos evangélicos en que se narran los episodios que podemos llamar navideños: desde la Anunciación, pasando por Belén, el Nacimiento mismo, las historias de la infancia de Jesús... Estos textos tienen para nosotros una significación muy grande, también desde el punto de vista de la afectividad y de la emoción.

A través de los siglos cristianos, mucho se ha meditado sobre estos textos, que penetraron muy profundamente en la piedad de las gentes, creando una serie de devociones y de reacciones de amor a Jesús, a la Virgen, a san José, a Simeón, a la profetisa Ana, a los pastores... Todas las personas que aparecen en estos pequeños episodios, nos despiertan un amor, un afecto muy especial y están como inundados de esta luz de la Navidad.

Esta atención tan especial a la Navidad y a todos estos episodios, es una de las características de nuestro padre san Francisco y de nuestra madre santa Clara.

Si vamos a la historia de las devociones, vemos que en el mundo antiguo y en las devociones del primer milenio, estos episodios de la Historia Sagrada figuran relativamente poco. En la misma liturgia que habíamos heredado, si consideramos los textos y la significación de las fiestas de Adviento, de Navidad, de Epifanía, vemos que no es aquel carácter familiar, de devoción, sino el homenaje al gran Rey que ha venido, al Señor que ha nacido y que ha tomado posesión de su Reino.

En san Francisco y en santa Clara, en nuestra tradición, estos episodios son vistos más como en familia, y nos despiertan un afecto muy especial. No es que ellos no hayan visto la dimensión del Rey que viene, para ver solamente la delicadeza del Niño que ha nacido; tanto un aspecto como el otro tiene perfecta razón de ser.