Cristo ¿Vuelve o no vuelve?
RP Leonardo Castellani
Miércoles de Ceniza
Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris "(" Hombre, acuérdate que polvo eres y que al polvo volverás ").
El polvo quita la vista y el polvo devuelve la vista. En las comarcas de Tierra Santa, la tierra salitrosa y arenosa levantando un polvo finísimo y blanco, que por una parte reflejando vivamente la luz ardiente del sol oriental y por otra parte alzándose con el viento en nubes enceguecedoras, producen frecuencias oftalmías y en muchísimos la ceguera Cuando leen los Evangelios, reparáis veces veces se nombran en ellos esta temible desgracia; cuántos ciegos no curó el Señor; la señal que dio a San Juan Bautista para indicarle que el Mesías llegó: “Los ciegos ven”; la comparación que usó en la parábola: “Si un ciego guía a otro ciego, los dos se van al hoyo”.
A uno de estos pobres desdichados curó el Señor en las puertas del Templo, según nos cuenta San Juan en el capítulo IX, poniéndole en los ojos un poco de barro; escupió en el polvo, hizo un poco de lodo, se lo echó en los ojos y le dijo: "Anda a lavarte en la piscina de Siloé".
Señor, ¿qué hacéis? ¿Polvo para curar a un ciego? ¿Saliva para curar la ceguera? La saliva que es cáustica y el polvo que es fricante, más bien volverán ciego a uno que ve, Señor, que no volverán a los ojos a uno que no ve.
Dejadme hacer, dejad hacer al que es la Luz del mundo. “Y fue, y se lavó y vio” —dice San Juan— “volvió viendo, volvió sanado”.
Polvo tenemos en los ojos, polvo de la tierra nos tiene ciegos. Polvo son las riquezas, polvo son los honores, polvo son los placeres; polvo enceguecedor que nos impide ver. Mas la Iglesia, Madre nuestra ansiosa por sanarnos, Esposa de Cristo poderosa para sanarnos, nos echa este día un puñado de polvo a la cara, ya imitación de su Divino Maestro dice a los pobres ciegos: “Con lo mismo que te enfermó, yo te sano Pero no con lo mismo: porque el polvo solo, el polvo de la tierra, no sirve para sanar, sino para enfermar más, si no se le mezcla la saliva de un Dios, es decir, la palabra de Dios ”. Y la Iglesia mezcla a este polvo de la tierra, una palabra de Dios, una palabra tomada del Libro del Génesis, una palabra sencilla, verdadera y cáustica.
"¡Hombre, acuérdate que polvo eres y que al polvo volverás!" (Libro del Génesis, III, 19).