lunes, 18 de noviembre de 2019

Jesús, principio y fin






JESÚS, PRINCIPIO Y FIN

Por Ángel Gómez Escorial

1.- San Lucas es, sin duda, un excelente narrador. Pone sobre la escena la magnífica vista que del Templo de Salomón tenían los transeúntes que por ahí caminaban. Muchas veces, nosotros mismos podemos extasiarnos ante un gran paisaje urbano o campestre, donde la belleza de la obra del hombre, o la magnificencia natural, nos pueden resultar muy placentero y, por su estética, comunicar, además, sentimientos elevados. Pero todo lo que vemos, algún día desaparecerá. Nuestro mundo tiene principio y fin. Tampoco el planeta Tierra tiene asegurada su supervivencia infinita o eterna. El sistema planetario en el que vivimos alrededor del Sol tiene muestras de final y, tal vez, de principios. Desde luego, los planetas más cercanos al Astro Rey parece que ya han pasado a la historia. Se buscan rastros de vida en Marte y no se sabe a ciencia cierta cuál es la situación "histórica" de Venus. Pero, tal vez, en los más lejanos --y de una forma un tanto difícil de comprender por nosotros—la vida se está preparando. Es lo mismo. Poco importa --aquí y ahora—la precisión científica de la vida de nuestro sistema planetario. Lo que sí está claro es que todo lo que se inicia, luego muere.

2.- Jesús va a referirse a los "últimos tiempos". Pero no especialmente a la catástrofe que terminará con la vida en la Tierra. Podía haberlo hecho igualmente, pero hace referencia al final de Jerusalén y su Templo. Cuando esto ocurrió --unos pocos años después de la Ascensión de Cristo a los cielos-- el Sol quedaba entero y pujante sobre el horizonte: La semilla de Jesús había plantado en el alma de sus discípulos iba a convertirse en una prodigiosa epopeya, sin terminar, y que ahora cumple dos mil trece años. ¿Qué quiere decir esto? Pues que cada final tiene una importancia respecto a nuestro devenir concreto. Y más de una vez en la peripecia histórica precisa de cada grupo de cristianos, ellos se habrán encontrado la concreción profética de las palabras de Cristo en este fragmento del Evangelio de Lucas. Y lo importante no es tanto que las piedras caigan o que la guerra y la destrucción les asole. Lo notable es que el Espíritu ayudará a los seguidores de Jesús en esos tiempos de zozobra.


3.- "Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro". El mensaje del Señor es inequívoco. No nos abandonará y en los "últimos tiempos" y además tendremos que hacer lo mismo que en los "primeros tiempos": propagar su nombre. Y, además, hay otra promesa firme: "Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas." Se perfila la gravedad de la persecución, pero el resultado trae una victoria final. Eso es lo que quiere comunicar el Señor Jesús para todos aquellos que vayan a vivir sus particulares tiempos finales. Y la cercanía de Jesús es la que promete un consuelo permanente para esos momentos.

4.- En el relato de muchos mártires –antes de su muerte— está muy presente dicha cercanía. Poco importa, por tanto, la peripecia vital de un cristiano. Jesús va a estar cerca para ayudarnos. Incluso, lo más contrario a una gran catástrofe, como puede ser una vida regalada y placentera, necesitará también del apoyo de Cristo. Ya que no podemos engañarnos, en medio de dicha situación placentera, No es difícil sucumbir al egoísmo, al placer insolidario o al pecado que mata. Entonces, ocurre que más que fijarnos en lo excepcional de los "últimos tiempos" es mucho mejor pensar que es esta una enseñanza más del Señor Jesús para un tiempo presente. Todos los momentos de nuestra vida están marcados por las enseñanzas del Salvador.

5.- Entre los que fabulan y se aprovechan ante el fin del mundo hay mucho vago. Ya lo decía san Pablo: “El que no trabaje que no coma”. Es el efecto nocivo de quienes quieren vivir sin trabajar a la espera de la gran catástrofe. También hoy sufrimos los efectos de las falsas profecías con el incremento de los asiduos a ciertos modos mal llamados esotéricos, que pretenden angustiar a la gente y sacarles el dinero. Es verdad que el mundo —y nosotros todos— acabará algún día. Tanto da. Porque tenemos la esperanza que Jesús, con su cercanía, nos ofrece.

5.- El devenir del hombre sobre la tierra ha estado siempre acompañado de los efectos de la ira de la naturaleza o del poder devastador de la enfermedad en forma de epidemias. Es evidente que existen, asimismo, guerras de manera continuada. Y, entonces, no parece excesivo contemplar las "condiciones" que Cristo marca con preludio para llegada de los "últimos días". Pero, a su vez, esas situaciones se están repitiendo desde hace siglos y milenios. Aunque ahora, en nuestros tiempos, hay una diferencia: la mayor solidaridad humana y la mejoría tecnológica tiende a paliar, de manera considerable, los efectos de tales desgracias. Pensar constantemente en el fin del mundo quita las ganas de trabajar y, sobre todo, es efecto de un "encantamiento" inmovilizador, porque si toda va a acabar, ¿por qué hay que esforzarse?

6.- San Pablo vivió ya los efectos prácticos de tales tonterías y tuvo que recomendar el trabajo cono antídoto de esas situaciones. Su mensaje de no admitir vagos es importante e, incluye, además, la idea del trabajo como factor de crecimiento personal y de acción solidaria hacia los hermanos. Nadie debe ser carga para otros, si está en condiciones de trabajar. Y ese trabajo, importante, amplio, constructivo, servirá además para echar a una mano a los que, verdaderamente, están impedidos para realizar cualquier labor. En estos tiempos en que el paro es uno de los grandes azotes de las sociedades desarrolladas --y de las que no lo están--, habrá que hacer especial mención del necesario esfuerzo solidario de aquellos que tienen trabajo hacia quienes no lo poseen. Pero, a su vez, la ausencia de empleo suele producir un desánimo que lleva a no buscar trabajo o a sólo querer encontrar una dedicación ideal. Como puede verse -dentro o fuera de cualquier desgracia- las palabras de Pablo tienen una gran actualidad.

7.- La esperanza es otro de los grandes ingredientes del sentir cristiano. Nos puede rodear la desgracia e, incluso, parecer que todo se va a acabar. Y, de hecho, asistir al final de muchas gentes queridas. Será ahí cuando la esperanza debe ayudarnos. Existe un camino muy negativo que es ver a Dios como elemento vengativo o agente continuado de grandes males. El poder de Dios es omnipotente, su justicia también y, además, no podemos dudar que las leyes de la naturaleza emanan de Él. Nuestro mundo no vive a golpe cotidiano de variación extraordinaria, positiva o negativa. El mejor talante es aceptar nuestra situación exacta y caminar hacia adelante. El hombre –el mejor "producto" de la creación— ha sido capaz de grandes cosas, saliendo de grandes hecatombes y enormes tragedias. Su capacidad de trabajo y su sentido de la superación es lo que le hacen colaborar con Dios en el camino hacia un mundo terreno mejor, a pesar del terrorismo, de las guerras, de la corrupción y de toda clase de hecatombes. Porque no se olvide que un día seremos como ángeles, lo ha dicho el Señor.

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