viernes, 13 de septiembre de 2019

Santo Evangelio del Día 13 de septiembre

De la Feria

Semidoble
(ornamentos verdes)

Abstinencia


"Acuerdate Señor de tu alianza y no tengas 
perpetuamente en el olvido a tus pobres criaturas."
(Salmos LXIII, 20)




Lección
Hermanos: Ahora bien, las promesas fueron dadas a Abrahán y a su descendiente. No dice: “y a los descendientes” como si se tratase de muchos, sino como de uno: “y a tu Descendiente”, el cual es Cristo. Digo, pues, esto: “Un testamento ratificado antes por Dios, no puede ser anulado por la Ley dada cuatrocientos treinta años después, de manera que deje sin efecto la promesa. Porque si la herencia es por Ley, ya no es por promesa. Y sin embargo, Dios se la dio gratuitamente por promesa”. Entonces ¿para qué la Ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese el Descendiente a quien fue hecha la promesa; y fue promulgada por ángeles por mano de un mediador. Ahora bien, no hay mediador de uno solo, y Dios es uno solo. Entonces ¿la Ley está en contra de las promesas de Dios? De ninguna manera. Porque si se hubiera dado una Ley capaz de vivificar, realmente la justicia procedería de la Ley. Pero la Escritura lo ha encerrado todo bajo el pecado, a fin de que la promesa, que es por la fe en Jesucristo, fuese dada a los que creyesen.
Gálatas III, 16-22


Evangelio
En aquel tiempo: Sucedió que, Jesus, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.» 
Lc. XVII, 11-19


Catena Aurea

San Ambrosio
Después de la parábola antedicha, son reprendidos los ingratos. Dice pues: "Y aconteció que yendo Jesús a Jerusalén", etc.

Teofilacto
Esperan desde lejos como avergonzados por la impureza que tenían sobre sí. Creían que Jesucristo los rechazaría también, como hacían los demás. Por esto se detuvieron a lo lejos, pero se acercaron por sus ruegos. El Señor siempre está cerca de los que le invocan con verdad ( Sal 145,18). Prosigue: "Y alzaron la voz diciendo: Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros".

Teofilacto
Y no le piden sencillamente, ni le ruegan como mortal. Le llaman maestro, esto es, Señor, con lo que casi dan a entender que lo consideran como Dios. Pero El les manda que se presenten a los sacerdotes, por lo que sigue: "Cuando El los vio les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes", porque éstos veían si habían sido curados o no de la lepra.

San Cirilo, ut sup
Los príncipes de los judíos, émulos de la gloria de Jesús, podían conocer que habían sido curados de una manera inesperada y admirable, siendo Jesucristo quien les había concedido la salud.

Teofilacto
De aquí se puede deducir que nada impide el que cualquiera agrade a Dios, aun cuando proceda de raza profana, con tal que obre con buen propósito. Y ninguno de los que nacen de padres santos se ensoberbezca, porque los nueve que eran israelitas fueron precisamente los desagradecidos. Por esto sigue: "Y respondió Jesús y dijo: ¿Por ventura no son diez?", etc.

San Agustín, De quaest Evang. 2,40
En sentido espiritual puede creerse que son leprosos los que, no teniendo conocimiento de la verdadera fe, admiten las diferentes doctrinas del error, no ocultan su ignorancia, sino que aparentan tener un grande conocimiento y muestran un lenguaje jactancioso. La lepra es un mal de color. La mezcla desordenada de verdades y de errores en la discusión o discurso del hombre, semejante a los diferentes colores de un mismo cuerpo, significa la lepra que mancha y hace distintos a los cuerpos humanos, como con tintes de colores verdaderos y falsos. Estos no deben ser admitidos en la Iglesia, de modo que colocados a lo lejos, si es posible, rueguen a Cristo con grandes voces. Respecto a que le llamaron maestro, creo que dieron a entender en ello, que la lepra es una doctrina falsa que el buen maestro hace desaparecer. No se sabe que el Señor mandase a los sacerdotes a otros, a quienes había concedido beneficios corporales, más que a los leprosos. Y es que el sacerdocio de los judíos figuraba el sacerdocio que está en la Iglesia. Los demás vicios los sana y corrige interiormente el Señor mismo, en la conciencia; mientras que el poder de administrar los Sacramentos y el de la predicación, ha sido concedido a la Iglesia. Cuando los leprosos iban, quedaron limpios, porque los gentiles, a quienes vino San Pedro, no habiendo recibido aún el sacramento del Bautismo, por el cual se viene espiritualmente a los sacerdotes, son declarados limpios por la infusión del Espíritu Santo. Por tanto, todo el que se asocia a la doctrina íntegra y verdadera de la Iglesia, aunque se manifieste que no se ha manchado con el error -que es como la lepra-, será, sin embargo, ingrato con el Señor, que lo cura, si no se postra para darle gracias con piadosa humildad, y se hará semejante a aquellos de quienes dice el Apóstol ( Rom 1,21), que, habiendo conocido a Dios, no le confesaron como tal, ni le dieron gracias. Estos tales, pues, como imperfectos, serán del número nueve, porque necesitan de uno más para formar cierta unidad y ser diez. Y aquel que dio gracias fue alabado porque representaba la unidad de la Iglesia. Y como aquéllos eran judíos, se declaró que habían perdido por la soberbia el reino de los cielos, en donde la unidad se conserva principalmente. En cambio, éste, que era samaritano, que quiere decir custodio, dando lo que había recibido a Aquel de quien lo recibió, según las palabras del Salmo ( Sal 58,10): "Guardaré mi fortaleza para ti", conservó la unidad del reino con su humilde reconocimiento.

Beda

Cayó con la faz sobre la tierra porque se acordó del mal que había hecho y se avergonzó. Y Jesús le mandó que se levantase y se fuese, porque al que se prosterna conociendo humildemente su debilidad, merece que la palabra divina le consuele y le mande adelantar en el camino de obras más santas. Si la fe salvó a aquel que se había postrado a dar gracias, la malicia perdió a los que no se cuidaron de dar gloria a Dios por los beneficios recibidos. Por estos hechos se da a conocer que debe aumentarse la fe por medio de la humildad, como se explica en la parábola anterior.




Sea todo a la mayor gloria de Dios.

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