domingo, 5 de agosto de 2018

Santo Cura de Ars. Bibliografía del P. Claudio Bert




por FOPSME.


El Santo Cura de Ars, Sacerdote Eucarístico.

El santo cura de Ars vivía su sacerdocio especialmente al celebrar la misa cada día. La Eucaristía era para él el centro y el sentido de su vida. Decía: “Todas las obras buenas reunidas no equivalen a una misa, porque ellas son obras de hombres y la misa es obra de Dios”.

¡Qué felicidad sentía al celebrar la misa! Después de la consagración, se le veía resplandeciente de alegría y, sobre todo, antes de la comunión, cuando él tenía la hostia entre sus manos. Él hacía una pausa para mirar la hostia y lo hacía con una sonrisa tan dulce que se podría decir que veía a Nuestro Señor con sus ojos corporales.

“En la Misa, Dios obedece al sacerdote. Él dice dos palabras y Nuestro Señor desciende del cielo a su voz y se encierra en una pequeña hostia. Dios dirige sus miradas al altar y dice: “Ahí está mi Hijo amado en quien tengo puestas todas mis complacencias”. Él no puede negar nada por los méritos de esta víctima divina. Si tuviéramos fe, veríamos a Dios oculto en el sacerdote como una luz detrás de un vaso o como el vino mezclado con agua… Si se nos dijera que a tal hora iba a resucitar un muerto, correríamos a ver ese acontecimiento, pero la consagración, que transforma el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesús, ¿no es un milagro mucho mayor que resucitar un muerto?”

Cuando celebraba la misa, decía: “Hasta la consagración voy bastante aprisa, pero después de la consagración me olvido de todo al tener en mis manos a Nuestro Señor”.


Y recalcaba: “Si se supiera lo que es la misa, se moriría. No se comprenderá la felicidad que hay en celebrar la misa sino en el cielo. ¡Oh, mi Dios, qué lamentable es que un sacerdote celebre la misa como una cosa ordinaria!”

“¡Qué gran poder tiene el sacerdote! La lengua del sacerdote transforma un pedazo de pan en Dios. Eso es más que crear el mundo. Si yo encuentro un sacerdote y un ángel, saludaré primero al sacerdote y después al ángel. El ángel es un amigo de Dios, pero el sacerdote ocupa su lugar. Cuando vean un sacerdote, digan: “Un sacerdote me ha hecho hijo de Dios y me ha abierto el cielo por el bautismo, me ha perdonado mis pecados (por la confesión) y me da el alimento para el alma (en la comunión)”. El sacerdote tiene el lugar de Dios. Es un hombre que está revestido de los poderes de Dios”

En una oportunidad habló con gran dolor y abundancia de lágrimas de los sacerdotes que no corresponden a su vocación. Decía: “Un sacerdote que no celebra la misa en estado de gracia, ¡qué monstruo! ¡No se puede comprender semejante maldad! Él dijo que tenía costumbre de rezar antes de acostarse siete “Gloria al Padre” en reparación de las ofensas hechas al Santísimo Sacramento por los sacerdotes indignos. Y estableció una Fundación de misas con esta intención de reparar por los sacerdotes indignos.

Y decía: “Si no se puede recibir la comunión sacramental, reciban la comunión espiritual, que podemos hacer a cada momento, pues debemos estar siempre con el deseo ardiente de recibir a nuestro Dios… Cuando no podamos venir a la Iglesia, volvamos nuestra mirada hacia el sagrario. Para el buen Dios no hay muros que nos separen.

Si ustedes amaran a Nuestro Señor, tendrían siempre ante los ojos del espíritu el sagrario, que es la casa del buen Dios. Cuando estén de camino y vean un campanario, deben alegrarse al igual que la vista de la casa de la amada hace alegrar al corazón del esposo”.

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