ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
Cristiano es la persona que se siente profundamente enamorada de Cristo. ¿Es realmente así en mi vida? Una de las insignias de mi ser cristiano es la manera como me relaciono con Dios que… ¿coincide habitualmente con la manera como lo hago con los que me rodean? ¿Coincide mi mirada a los hombres con la mirada que tengo hacia Dios?
El cristiano reza porque quiere amar al Amor y, con el espíritu del Amor, a los demás. Cuando alguien ama a otro busca encontrarse con él, conversar de todo y, en ocasiones, también disfrutar de esos momentos de silencio que impregna tantas veces la vida de contenido. Quien se ama se mira, se sonríe, busca los momentos de intimidad para compartir las experiencias de la vida.
¿Qué quiere el Señor de mi? Que mi oración, mi mundo interior y mi corazón vayan en consonancia con mi vida exterior, con mi manera de actuar, con mis palabras, con mis gestos y con mi espiritualidad. Quiere que mi manera de orar esté siempre en consonancia con la manera de amar al prójimo. Que no olvide que Dios se encuentra en el corazón del otro y es, en este lugar tan íntimo, donde debo hacer mi ofrenda de amor, de paz y de encuentro.
A la luz de la fe, en la oración puedo descubrir a Cristo en el otro. Cristo ama al prójimo con el mismo amor con el que yo debería amar: un amor generoso, fiel, entregado, eterno, paciente, fuerte, con capacidad de perdonar, servicial, humilde, capaz de llegar hasta la medida más grande del amor que es entregar la vida por el prójimo.
¡Qué reto es amar a la manera de Cristo! ¡Y que reto es ser auténtico cristiano!
¡Espíritu Santo, concédeme la gracia de vivir en cristiano! ¡De ser auténtico seguidor de Cristo! ¡De vivir una vida auténtica! ¡Que mi autenticidad, mi ser cristiano, sea un vivir pleno en palabras, pensamientos y obras! ¡Ayúdame, Espíritu Santo, a que la verdad de mi propio ser sea encontrarme con Dios cada día! ¡Concédeme la gracia de vivir como Cristo, en Cristo y con Cristo! ¡Ayúdame a ser auténtico apóstol del Señor, a ser servidor de los demás, a amar a Dios y cumplir siempre su voluntad, amar al prójimo como a mi mismo! ¡Ayúdame, Espíritu divino, a no desfallecer en mi lucha cotidiana, a no caer en la tentación, a no dejarme llevar por las acechanzas del demonio que tantas veces me aleja del fiel cumpliendo a la voluntad divina! ¡Concédeme la gracia, Espíritu de Sabiduría, de ser perseverante en la fe, en tener una conciencia clara de lo que el Señor quiere de mi! ¡Señor, quiero llevarte en mi corazón en mi día a día, quiero ver la vida desde tus propios ojos, quiero que todos mis actos cotidianos estén santificados por Ti! ¡Quiero ser tu instrumento, Señor, ejemplo de amor, en mi vida familiar, laboral, social, en la parroquia, allí donde haga acto de presencia! ¡Ayúdame a ser un instrumento tuyo según mis pequeñas capacidades y mis posibilidades limitadas! ¡Ayúdame, Señor, a ver las cosas a través del amor!
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