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Pensamientos de San Juan Bosco.
La ayuda de Dios no falta cuando se trabaja de veras y con fe.
El demonio tiene miedo de la gente alegre.
Haz que todos los que hablan contigo, se hagan amigos tuyos.
Trata de hacerte querer más que temer.
Preocúpense especialmente de los enfermos, de los niños, de los ancianos y de los pobres, y ganarán la bendición de Dios y la benevolencia de los hombres.
El amor da fuerzas para soportar las fatigas, los disgustos, las ingratitudes, la falta de disciplina, las ligerezas, las negligencias de los jóvenes.
Recuerda que todo cristiano tiene la obligación de ayudar a los demás, y que no hay predicación más eficaz que la del buen ejemplo.
La caridad todo lo soporta, de donde se deduce que no tendrá jamás verdadera caridad el que no quiere soportar los defectos ajenos.
La Comunión devota y frecuente es el medio más eficaz para tener buena muerte y así salvar el alma.
El Alimento del alma es la Palabra de Dios.
Para hacer el bien hay que tener un poco de valor.
Bueno es el cuerpo cuando está aseado, pero mejor es tener la conciencia limpia de toda culpa.
¿Quieres llevar contigo el dinero a la eternidad? Da limosna a los pobres.
Si el dinero hace mucho, la oración lo obtiene todo.
Hay que sudar muchísimo para conservar la dulzura y, tal vez, sea necesario derramar la propia sangre para no perderla.
La vida es demasiado corta. Hay que hacer deprisa lo poco que se pueda, antes de que nos sorprenda la muerte.
La primera virtud de un joven es la obediencia a su padre y a su madre.
El humilde siempre será bien visto por todos: por Dios y por los hombres.
En la enseñanza, textos breves, fáciles y precisos.
Sé agradecido con quien te ayude.
Pongámonos todos bajo el manto de la Virgen. Ella nos librará de los peligros y nos guiará.
El que confía en la Virgen nunca se verá defraudado.
Se atrapan más moscas con una cucharadita de miel que con todo un barril de vinagre.
A la hora de la muerte se ven las cosas desde otro punto de vista.
Los tres enemigos del hombre son: la muerte (que lo sorprende), el tiempo (que se le escapa), y el demonio (que le tiende sus lazos).
Hace mucho el que hace poco, pero hace lo que debe. No hace nada el que hace mucho, pero no hace lo que debe hacer.
No te comprometas asumiendo demasiados trabajos. Quien mucho abarca poco aprieta y lo estropea todo.
La verdadera religión no consiste sólo en palabras; es menester pasar a las obras.
Los ociosos, al final de la vida, experimentarán grandes remordimientos por el tiempo perdido.
Quien no vive en paz con Dios, no puede tener paz consigo mismo ni con los demás.
¡Qué consolador resulta el Padrenuestro que rezamos por la mañana y a la noche, qué gusto de pensar que tenemos en el cielo un Padre que piensa en nosotros!
Un trocito de paraíso lo arregla todo.
Del prójimo hay que hablar bien, o callar.
Es preciso tener como compañera inseparable a la paciencia.
Piensa en Dios según la fe, del prójimo según la caridad, y de ti según la humildad.
Perdona todo a todos, a ti no te perdones nada.
El Señor siempre envía grandes socorros para las grandes necesidades.
Déjate guiar siempre por la razón y no por la pasión.
Hagamos el bien que podamos y no aguardemos la recompensa del mundo, sino solamente de Dios.
Respeto a todos pero no temo a nadie.
Las espinas de la vida serán las flores de la eternidad.
Cuando se trata de servir a Dios, hay que estar dispuesto a sacrificarlo todo.
Sólo en el silencio concede el Señor sus gracias.
Caridad, paciencia, dulzura, nunca reproches humillantes, nunca castigos. Hacer el bien a todos los que se pueda, y a ninguno el mal.
El trabajo es un arma poderosa contra los enemigos del alma.
Trabaja por el Señor, el paraíso lo recompensa todo.
¡Ay de quien trabaja esperando el pago del mundo!, el mundo es mal pagador y paga siempre con la ingratitud. Trabaja por amor a Jesucristo.
Hay que trabajar como si no se debiese morir nunca y vivir como si se debiese morir cada día.
Cuando un hijo abandona a sus padres para seguir la vocación, Jesucristo ocupa su lugar en la familia.
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