jueves, 1 de abril de 2021

Viernes Santo La Pasión del Señor

 


Evangelio

Juan 18, 1-19, 42

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan:

Después de haber dicho esto, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos.

Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia.

Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas.

Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: «¿A quién buscan?».

A Jesús, el Nazareno. El les dijo: «Soy yo». Judas el que lo entregaba estaba con ellos.

Cuando Jesús les dijo: «Soy yo», ellos retrocedieron y cayeron en tierra.

Les preguntó nuevamente: «¿A quién buscan?». Le dijeron: «A Jesús, el Nazareno».

Jesús repitió: «Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejan que estos se vayan».

Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me confiaste».

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco.

Jesús dijo a Simón Pedro: «Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?... etc.

Palabra del Señor

La más grande lección que Jesús nos da en la pasión consiste en enseñarnos que puede haber sufrimientos, vividos en el amor, que glorifican al Padre.

Frecuentemente hay la tentación, ante los sufrimientos que nos impide progresar en nuestra vida cristiana. Pues tendemos a creer que el sufrimiento es siempre de evitar, que no pude haber un sufrimiento santo. Esto es porque todavía no hemos probado suficientemente el amor infinito de Dios, porque el Espíritu Santo todavía no nos ha hecho entrar en el corazón de Jesús. No podemos imaginar, sin el Espíritu Santo cómo puede existir un amor más fuerte que la muerte, no un amor que impida la muerte, sino un amor que pueda santificar la muerte, superarla, de modo que exista una muerte santa: la muerte de Jesús y todas las muertes que están unidas a la suya.

Jesús pudo, en cambio, hacernos conocer los sufrimientos de su agonía para hacernos entender que debíamos aceptarlos, no huirles. Nos pide tener el valor de quedarnos con él: mientras no tengamos ese valor, no podremos encontrar la paz de su amor.

En el corazón de Jesús hay una unión perfecta entre amor y sufrimiento: lo han entendido los santos que han hallado alegría en el sufrimiento que les acercaba a Jesús.

Pidamos humildemente a Jesús que nos conceda estar preparados, cuando él lo quiera,  a compartir sus sufrimientos. No los maginemos antes, pero si no nos sentimos preparados para vivirlos ahora, pidamos por aquellos a quienes Jesús llama a vivirlos, los que continúan la misión de María: son más débiles y, sobre todo, tienen necesidad de ser apoyados.

¡Santo Viernes de la Pasión del Señor!

¡Paz y Bien!

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