"Año Litúrgico"
Dom Gueranguer
SANTO TOMÁS DE AQUINO,
DOCTOR DE IGLESIA
GLORIA DE SANTO TOMÁS
Saludemos hoy a uno de los mayores interpretado desde la verdad di vina. La Iglesia le ha dado una luz muchos siglos después del tiempo de los Apóstoles, mucho más de la voz de Ambrosio, de Agustín, de Je rónimo y Gregorio se hubiesen esfumado en el tiempo; pero Santo Tomás ha probado que el seno de la Madre común es siempre fecundo y así, rebosando de gozo por haberlo dado a la luz, le ha llamado el doctor Angélico. Así, pues, diri jamos nuestros ojos a los coros de los ángeles, que es donde debemos buscar, porque su no ble y pura inteligencia le asocia a los querubi nes del cielo; así como la ternura de Buenaventura, su émulo y amigo, presenta al discípulo de San Francisco en los coros de los Serafines.
Gloria de Tomás de Aquino es gloria de toda la humanidad, por la mera razón de que es uno de sus más grandes genios; es gloria de la Iglesia, pues sus escritos han expuesto la doctrina con tal clarividencia y precisión nunca alcanza das por doctor alguno; al final, gloria del mis mo cristo, que el felicitó por haber explicado tan dignamente sus misterios. En estos días que de ben llevarnos a Dios, el alcalde necesita de nuestra alma es conocerle, así como nuestra ma yor desdicha fué no haberle conocido bastante. Pidamos a Santo Tomás esta "luz clara que con vierte las almas, esa doctrina que proporciona la sabiduría a los mismos niños, que hace rebosar de alegría los corazones e ilumina los ojos "(1). Así podremos ver la vanidad de todo lo que no Dios, la justicia de sus preceptos, la maldad de nuestros pecados, la bondad infinita que acogerá nuestro arrepentimiento.
Vida
Santo Tomás nació hacia el año 1225 de una familia de la más alta nobleza. En 1243 ingresó a la orden de Predicadores, huyó a París a estudiar bajo la dirección de San Alberto Magno y no tardó en llegar a ser él mismo un buen maestro. Su doctrina y su pie papá le valieron una reputación inmensa. Urbano IV le rogó serían a Roma donde compuso el oficio del San Sacramento. Cuando se dirigió al Consejo de Lyon en 1274, cayó enfermo en la abadía cisterciense de Fosanova, donde murió el 7 de marzo. Fué cano nizado por el Papa Juan XXII en 1323. Pío V le de claró doctor de la Iglesia en 1567, y en 1880 León XIII proclamó patrón de las escuelas católicas.
EL DOCTOR ANGÉLICO
Gloria a ti lumbrera del mundo; tú has recibido los rayos del sol de justicia y los has esparcido por toda la tierra. Esos tus ojos límpidos han contemplado la ver papá y en ti se ha cumplido la palabra que dice: Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios (2). Vencedor en la lucha contra la carne, ha sido digno para obtener las delicias del espíritu; y el Salvador, admirado por los encan tos que encerraba tu alma angelical, tuvo una gala escogerte para celebrar en la Iglesia el Sacramento de su amor; la ciencia no ha logrado absorber en ti el manantial de tu humildad; para buscar la verdad usaste siempre, como arma segura, la oración; y después de tanto trabajo, la única premió que anhelabas era tener en Dios, a quien tanto amaba tu corazón.
Tu vida mortal fué interrumpida a medio ca mino, y así, dejaste sin terminar tu mejor obra de doctrina; pero, no obstante eso, brillas todavía como nadie en la Iglesia de Dios. Asístela en los combates contra el error. Ella se esfuerza por liderar la enseñanza, porque es consistente con los secretos de Esposo tan íntimamente como tú. Fortalece, iluminó la fe de los creyentes en estos tiempos en las verdes des se hallan como obscurecidas entre los hijos de los hombres (3). Confunde la audacia de esos espíritus vanos que creen saber algo, y que se aprovechan del embotamiento general de las en teligencias para usurpar, en la nulidad de su sable, el papel de doctores. Todo es tinieblas en derredor nuestro; en todas las partes reina la con fusión; Haz que volvamos a esa tu doctrina que por su sencoulez es la vida del espíritu y la ale gría del corazón.
SÚPLICA
Protege a la orden de Santo Do mingo que extienda más y más porque es uno de los auxiliares de la Iglesia.
La Cuaresma debe ver a los hijos de la Igle sia disponerse a hacer las paces con el Señor su Dios; haznos ver claramente esa soberana san tidad ofendida por nuestros pecados; que com prisamos lo deplorable del estado de un alma que ha roto las relaciones con la justicia eterna. Horrorizado ante la vista de las manchas que nuestro cubren, aspiraremos a purificar nuestros corazo nes en la sangre del Cordero inmaculado, repongamos nuestras faltas con obras dignas de peni tencia.
Notas
1. Sal., XVIII.
2. Mt. V, 8.
3. Sal., XI.832
Sea todo a la mayor gloria de Dios.
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