sábado, 3 de noviembre de 2018

En recuerdo de los que nos han precedido

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Ayer nuestra mirada se dirigía al cielo para admirar con alegría como en la gloria se encuentran los que han vivido en santidad; hoy la mirada se fija en aquellos seres queridos que nos han dejado. La conmemoración de los fieles difuntos es una jornada para orar por ellos con esperanza, para evocarlos y recordarlos.
Se han presentado todos en la puerta del cielo, en su juicio particular. Les ha llegado la hora de la verdad, ante Dios. Por eso rezamos por ellos y ofrecemos sufragios por sus almas. Los recordamos con el corazón, porque siendo como somos una familia, la familia de los hijos de Dios, nos unimos a ellos más allá de la muerte.
Es hermoso pensar que todos nos han precedido en la fe y que, al final de su vida, han hallado de una manera definitiva la misericordia de Dios, su perdón y han sido acogidos por su infinito amor.
Para los que creemos en Jesús la celebración del día de los fieles difuntos es, por encima de todo, un conmemoración de la vida, esa misma vida que Cristo nos ha dado por medio de su muerte y de su resurrección. Es hermoso pensar que los que mueren en Cristo se dirigen al encuentro de ese Padre amoroso para participar con Él de la Pascua eterna que el Dios de la vida gusta celebrar con sus santos y sus escogidos.

¡A todos los que nos han precedido, un recuerdo especial en la fe y que el Señor les llene de su misericordia! ¡Y a los que seguimos peregrinando que el Señor nos ayude a vivir con responsabilidad y confianza, sabiendo que la muerte es la puerta de entrada a la eternidad, tiempo al que estamos llamados cuando sean los planes de Dios! ¡Que el Señor nos enseñe a mirar las cosas del cielo para vivir con bondad, justicia y perfección las cosas de la tierra!

¡Padre, tu quisiste que Jesucristo tu Hijo venciera a la muerte y por su resurrección entrará lleno de gloria en la patria celestial, hoy te pido por todos los fieles difuntos para que si es tu voluntad te puedan contemplar y sentir tu amor y tu misericordia, para que gracias a tu amor puedan disfrutar de la eternidad que nos has prometido! ¡Pongo en tus manos repletas de amor y de misericordia a todos aquellos familiares y amigos a los que has llamado a tu presencia! ¡Te pido por todo ellos para que les hagas gozar de la luz y de la paz que hay en la eternidad, junto a ti, junto a tu Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo! ¡Te pido hoy, Señor, por todos mis familiares difuntos, para que gocen de la paz eterna, de la alegría y la serenidad que no tuvieron en este mundo y que yo, personalmente, tampoco les fui capaz de transmitir! ¡Señor, no les tengas en cuenta los borrones y las tachaduras del libro de su vida sino que te pido que les des el descanso eterno! ¡Te pido también por los que nos quedamos en este mundo pues aunque nuestra hora es incierta y nuestro mañana sólo depende de ti ayúdanos a ser perseverantes en la fe! ¡Señor, ayúdame a soñar en la mesa celestial a la que tú me invitas y que estará presidida por la felicidad sin límites por eso hoy quiero exclamar con toda mi fuerza «¡creo en ti, Señor! ¡Espero en ti, Señor! ¡Llévame un día también con los difuntos de la familia al encuentro contigo!»!

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