ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
En el fragor de una conversación de trabajo uno de los participantes, entre dudas, estrategias, encajes… espeta: «¿Tan mediocres somos que nadie de los que está aquí sabe qué valor tiene lo que de verdad tiene valor?». En el contexto en el que se produce, esta pregunta nos abre los ojos a encontrar la solución.
Pero la pregunta del «¿Alguien sabe qué valor tiene lo que de verdad tiene valor?» me ronda desde hace días porque también afecta al interior de mi propia vida. Y te das realmente cuenta que tu vida se va moviendo paulatinamente entre quehaceres disparados e inútiles que no aportan nada útil ni nada nuevo a la vida, a tu vida y a la vida de los demás. Que muchas veces funcionas como si fueses un títere teledirigido sin ideas propias ni objetivos claras. Es el «ir tirando». Cuando uno va tirando convierte lo realidad de su vida con sus problemas enquistados y sus dificultades concretas, en algo mediocre, vulnerable y tibio.¿Y eso por qué ocurre? Porque cuando alguien tiene poco que ofrecer, también le resulta difícil recibir. Cuando alrededor del corazón se construyen muros de piedra estos son difíciles de derribar.
Tristemente nos acostumbramos a la mediocridad. Nos conformamos con que nuestra vida no vaya más allá, nos acomodamos en lo anodino. Y encontramos mil excusas para no cambiar, para dejar que esa mediocridad se convierta en un traje a medida. Nos dejamos llevar por el mimetismo. La peor vida que uno puede vivir es la vida mediocre porque es aquella vida adormecida y llena de excusas.
Es imposible dar lo que no se tiene, por eso no conviene buscar en los demás la perfección que nunca vas a tener, la generosidad que eres incapaz de regalar, la compasión que no has sido capaz de mostrar, el cariño hacia los otros del que desconoces que es en realidad, la fortaleza que careces para superar cada situación, la fuerza de voluntad que sueles arrastrar… de lo que se trata es de arrugar interiormente esas virtudes que han de ir creciendo, paso a paso, en el interior del corazón, abonarlas con el abono de la oración y regarlas con el agua cristalina de la constancia. Son elementos que dan valor a lo que verdaderamente tiene valor. Y con el tiempo que uno puede cosechar esos valores que uno pensó nunca poseería pero que están escondidos en lo profundo del corazón.
Hay que amar la vida, amarse a si mismo, amar a los que le rodean, amar las propias circunstancias, amar como eres, amar lo que posees, amar cada instante de tu existencia, amar, incluso, los propios fracasos, amar la cruz de cada día, amar los impulsos cotidianos… y cuanto más amor uno sea capaz de expandir, más lejos se hallará de la mediocridad y más valor le dará a lo que tiene valor.
¡Señor, te doy gracias por todo lo que me regalas cada día! ¡Te doy gracias por las oportunidad que me ofreces para cambiar, para transformar mi vida, para salir de la mediocridad, de la tibieza y del conformismo para buscar la perfección! ¡Concédeme, Señor, la gracia de amar la vida, de amar a todos, de amar cada minuto de mi existencia, de amar los problemas y dificultades, de amar la cruz que pones en mi camino! ¡No permitas, Señor, que me acomode en mis zonas de confort! ¡No permitas, Señor, que me autoengaño con falsas realidades de mi mismo para evitar en realidad enfrentar esa realidad! ¡No permitas que la soberbia y el egocentrismo sometan mi corazón porque lo que quiero es ser mejor cada día! ¡Ayúdame, Señor, con la fuerza de tu Santo Espíritu a dar todo lo mejor de mi y a no permitir que me atrape la mediocridad! ¡Espíritu Santo dame el entusiasmo permanente para encontrar la verdad allí donde se halle! ¡Otórgame el espíritu de resignación para aceptar mis limitaciones! ¡Dame, Espíritu de Dios, el coraje de luchar siempre sin miedo y sin abandono para cambiar lo que sale mal y para transformar lo que debe ser cambiado! ¡Otórgame, Espíritu de bondad, de la lucidez necesaria para encontrar siempre la verdad! ¡Dame, Espíritu de amor, la fortaleza para no acomodarme en lo fácil y preferir lo difícil! ¡Y dame, Espíritu divino, la valentía para luchar sin desmayo contra mis muchas apatías y desganas! ¡Ayúdame a derrotar la mediocridad que haya en mi vida y caminar hacia la santidad!
Escuchamos hoy el motete Insanae et vanae curae, Hob. XX:1/13c (Insanas y vanas preocupaciones) compuesto por Haydn en su oratorio «El retorno de Tobías»:
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