Fot. Lyuba Burakova | Stocksy United
El matrimonio de Margarita está en crisis. Después de quince años de convivencia, su marido Cristóbal se fue a vivir con su hermanol. Dijo que no había otra mujer, que sólo quería descansar.
“!¿De qué, de qué quiere descansar?! – grita Margarita. – ¡Soy yo la que debería descansar de cocinar, limpiar y planchar! ¡Y además tocaba consolarle cuando su jefe no le entiende y sus colegas de trabajo quieren que se vaya! ¡Construí un bonito hogar para él, con dos hijos maravillosos! ¡Siempre había comida caliente en la mesa, a pesar de tener yo un trabajo muy exigente! Hace una semana se cayó el estante con las especias y fui yo la que saltó corriendo en busca de un martillo, ¿te lo puedes creer?”
Ya no puedo ver de otro modo a Margarita, sino como la única heroína del hogar. Pero, ¿por qué no le tengo demasiada admiración ni simpatía? Ella siempre se esforzaba demasiado por todo, pero nunca se hizo la pregunta: ‘¿Por qué tengo que ser siempre la mejor en casa?’
“Me sacrificaba y trabajaba duro, pero él no lo apreciaba”, se queja Marga. Pero, ¿acaso ella se aprecia a sí misma? En el papel de una valiente esposa, madre y ama de casa, sí. ¿Y en todo lo demás…?
Cuando le pregunto por lo que hizo por sí misma, aparte de su sacrificio por los demás, me mira como si yo estuviera de parte de Cristóbal. “No tengo nada que reprocharme. Todos los días he intentado darle un trozo del cielo”.
Cuando queremos darle un trozo del cielo a alguien, lo mejor sería averiguar qué es el cielo para la otra persona.
Y la pregunta más importante: ¿Cómo tú te imaginas el cielo?
Cristóbal se fue y Marga se siente como una víctima. ¿Pero acaso no lo era antes ya? Era capaz de hacerse cargo de todo, pero no de sí misma. “Pero, ¿cómo lo iba a hacer? No había tiempo para eso. Preferí renunciar a mis propios placeres. No dejaré que me digan que sacrificarse por los seres queridos está mal”.
Ser víctima no ennoblece
Esto significa que no me esfuerzo por construir una relación de pareja en la que mis necesidades son tan importantes como las de los demás miembros de la familia. No sé defenderme frente a la decepción, la furia, la ira. Hay muchas de estas sensaciones dolorosas dentro de Marga. Sin embargo, no aparecieron sólo por culpa de su comodón Cristóbal.
Te acepto como esposo y como alguien que necesita ayuda
Porque el amor se gana trabajando duramente. Y el sacrificio es la prueba del amor. Voy a cuidar de ti. Aguantaré tus malos días. Sobreviviré a mis malos años. Porque, ¡te amo tanto!
Con tus problemas cubriré noblemente mis propios problemas sin resolver. Podré hacerlo, porque me quitaré el derecho a decir: ‘¡Me siento impotente! ¡Estoy asustada! ¡Ya he tenido suficiente!’ En vez de preguntarme: ‘¿qué siente él por mí?’, me preguntaré ‘¿qué más puedo hacer por él?’
Cuando hablo con los hombres infelices cuyas esposas son unos ángeles, veo que el diablo está en los detalles. Lo que las mujeres consideran muestras de amor, los hombres perciben como señales de limitación, control y dependencia.
Marga admite que es sobreprotectora, pero ¿qué hay de malo cuando la mujer cuida de su marido? “Sólo quiero que esté contento”. Cristóbal no percibe sus gestos de amor: “Marga es posesiva. Vive mi vida. Me tiene atado. Tengo que llegar a tiempo, ya que para ella la comida caliente en la mesa es lo más importante”.
El exceso de atención puede destruir el amor más grande
Por lo general, al principio todo parece inofensivo. La esposa se esfuerza felizmente y el marido está feliz. No se tiene que preocupar por nada. Después, ella está constantemente en alerta, cada vez más atormentada y solitaria.
Él, sigue estando cómodo, pero se siente como un león bien alimentado en un bonito zoo. Quiere un poco de adrenalina y aquí hay una la jaula bien limpia y una comida servida directamente a la boca.
Y comienza a especular, que a lo mejor no necesita una vida tan perfecta. Poco a poco, el hombre se harta de estar bajo la vigilancia especial del amor. Tal sistema no sirve a ninguna de las partes.
Cuando amamos, queremos que nuestro amor sea correspondido y que dure hasta que “la muerte nos separe”. Concentrarse excesivamente en la figura del marido no salvaguarda la relación, y sacrificarse no se traduce en la durabilidad del matrimonio.
Amar y ayudar van siempre de la mano
La ayuda es un elemento de cercanía, pero no la agota. Una sabia ayuda es como una suave caricia en un momento difícil, pero no para llevar de la mano a la otra persona como a un niño, hacia donde queramos nosotros.
La historia de Margarita muestra que, en su opinión, una misma se puede sacrificar sin límites y ser subestimada. Pero ¿por qué se quedó sorprendida? ¿Acaso, alguna vez Cristóbal había comprendido sus emociones, cuidó de ella y la ayudó?
Resulta que a Marga le cuesta dar una respuesta específica. A lo mejor ya es hora de comprobar si esta crisis matrimonial le enseñó algo. En lugar de sentirse una víctima, será mejor llamar esta experiencia el “beneficio oculto del fracaso personal”. Ayuda a darse cuenta de la parte destructiva de querer ayudar. El exceso de ayuda daña, corrompe.
Ayudar a tu marido no es ayudar a una víctima
En el matrimonio se debe esperar la reciprocidad, la simetría en la ayuda. Me preocupo por él, pero también él aparece cuando le necesito. No a cambio de algo que él recibiera de mi, sino como una expresión natural de los lazos del amor.
En vez de una vez más subirnos las mangas para ir corriendo a arreglarlo todo, es mejor que nos digamos a nosotras mismas: ¡Estoy comprobando! Quiero ver si durante años no me estaba sacrificando por un egoísta. Me estoy esforzando por el hombre con quien puedo contar.
Por supuesto, no me casé con una mala persona. ¡Oh, no! Es sensible, pero tal vez sólo hacia su sufrimiento. Es bueno ver lo que renunciamos todo el tiempo.
Y ya que nos gusta ayudar tanto, nada se interpone en el camino para que una se ayude también a sí misma.