lunes, 20 de febrero de 2017

Dame de beber

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

19 FEBRERO, 2017 / RMMC
Uno de los episodios que más me conmueven de la vida pública de Jesús es el encuentro con la Samaritana junto al pozo de Sicar. Es día muy caluroso. El polvo del camino hace más pesado el caminar del Señor. Ese día está realmente fatigado. Ha sido una jornada agotadora. Es medio día, cuando el sol es más abrasador. El Señor se sienta junto al pozo pues tiene necesidad de reposar. Necesita humanamente un descanso. La samaritana se le interpone, con el cuerpo cansado, el corazón roto, el alma en pena y el cántaro vacío. El Señor le dice: «Dame de beber» y, desde ese encuentro, se entabla un diálogo en la que Jesús manifiesta todo el amor y la misericordia que siente por ella. No le reprocha su pasado. Se consagra enteramente a su salvación. Se dirige a ella con ternura, como debía hacer siempre Jesús, con un cariño que llega al corazón de la mujer. Mientras ella calma a Jesús su sed física, Cristo le calma a ella su sed del alma. ¡Es profundamente conmovedor! Y, desde ese momento, se convierte en una criatura nueva, regenerada, sanada. Una mujer transformada en un alma de Cristo. En una apóstol de la verdad.

Basta para una frase para que Jesús lo haga todo nuevo: «Dame de beber». Un fuerte sentimiento me rasga hoy el corazón. ¡Tantas iglesias vacías en la que Cristo está descansando en la penumbra del sagrario! Ahí esta la Hostia Santa esperándome para iniciar conmigo un diálogo franco. Allí en el sagrario está Jesús. ¡Y tantas veces está tan solo!
Es el mismo Jesús que se encontró con la samaritana del pozo de Sicar. El mismo Señor. Ella desconocía quién era aquel hombre, pero yo -nosotros- sí sabemos quien es y todo lo que ha hecho por cada uno. ¿Por qué, entonces, cuesta tanto visitar al Señor en una iglesia y tener la gran dicha de entablar con Él una conversación íntima! ¡Señor, dame de beber del agua viva que eres Tú! ¿Por que tantas reticencias sí cada encuentro contigo transforma la vida?

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¡Tengo sed de ti, Señor! ¡Señor, tu eres el Maestro, y al igual que hiciste con la samaritana yo también necesito encontrar la vida y el perdón ahondando en mi propia verdad dejándome guiar por tu amor, por tu palabra y por ejemplo! ¡Señor, al igual que la samaritana yo también estoy en búsqueda y te quiero encontrar en la oración y en la Eucaristía para que acojas mi fragilidad y penetres en la profundidad de mi corazón para escuchar mis anhelos y yo oír tus palabras sanadoras! ¡Señor, al igual que la samaritana quiero encontrarme contigo cada día para saciar tu sed de amor que tan reacio soy a entregarte! ¡Pero soy un cántaro roto, Señor, por tantos problemas, tantos golpes de la vida, algunos fortuitos y otros son consecuencia de mis acciones! ¡Señor, comprendo que Tú bajas a mi corazón, entras en la profundidad de mi pozo y bebes del agua que comunica con la vida eterna! ¡Señor, en este clima de intimidad tu me ayudas a encontrarme conmigo mismo, bajar al fondo del alma para encontrarme con tu Santo Espíritu, me abres el corazón para sentir tu presencia y, al ritmo pausado de la oración, sentir la realidad de mi pobre vida, llena de luces y sombras, pero amparada por tu gracia, por tu amor y por tu misericordia! ¡Señor, tu me hablas hoy de la sed del alma, de saciarme con la sed de lo absoluto que están presente en lo más profundo de mi corazón! ¡Tu me haces comprender, Señor, que el agua viva es la de Espíritu de la Vida eterna que tanto me ayuda a buscar las respuestas que necesito para mi vida! ¡Quiero llenarme de Ti, Señor, hasta desbordar por completo mi pequeña vasija vacía! ¡Señor, como la samaritana quiero sentirme amado por Ti, quiero entregar mi vida a tu servicio sirviendo a los demás, experimentar tu plenitud y tu finitud y rendirme a ti para que seas siempre mi todo!¡Dame de tu agua viva, Señor, para saciar mi sed!

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