sábado, 20 de abril de 2019

Mirando a los cristianos al final de la Cuaresma





Por mark bell
Mi Nana era lo que algunas personas llaman Santa Anónima. Alguien que podría no estar en el mismo pedestal o tan conocido como Santa Teresa o Santa Francisco, pero continúa su vida cotidiana viviendo las mismas virtudes sagradas sin ser notado. El día del funeral de mi nana, el Vaticano estaba canonizando a tres santos. Durante el elogio, el sacerdote habló sobre cómo tenemos nuestros propios santos viviendo entre nosotros. Es posible que no estén recibiendo su canonización o el "Santo del Día" en un calendario, pero aún así conocemos a personas que vivieron vidas santas. Una cosa que mi Nana y muchas otras personas santas tenían en común: se podía decir que eran cristianos.

Si estuvieras en una reunión de trabajo, fuera en el bar tomando una cerveza con tus amigos o entrenando en una liga pequeña, ¿alguien podría mirarte y decirte que eres cristiano? Como hombres cristianos, debemos ser los últimos en el mundo con una mirada de tristeza y fatalidad en nuestras caras. Claro, todos tenemos nuestros días malos, pero no podemos olvidar que los cristianos deben ser las personas más felices y que nuestra alegría debe ser contagiosa.



Muchas personas hoy en día caminan por ahí miserables y temerosas. Y si no se ven miserables, se distraen demasiado mirando sus teléfonos inteligentes. Como hombres cristianos, estamos llamados a ser la luz que brilla en el mundo. Hay muchos casos en los que Jesús relaciona a los cristianos con personas alegres de la luz y para ser esa luz: “Deja que tu luz brille ante los demás” (Mateo 5:16). “Aunque no lo has visto, lo amaste. Y aunque no lo veas, ahora crees y estás lleno de gozo glorioso (1 Pedro 1 8: 9) "Yo soy la luz del mundo" (Juan 8:12). Jesús no quiere que caminemos miserables, quiere que estemos alegres y sin miedo. En la Biblia, la frase "no temas" o "no temas" se escribe 365 veces. Eso es una vez para cada día del año. Si eso fue por coincidencia o a propósito está en debate,

La Cuaresma ya casi termina. La gran victoria de nuestra fe está cerca. Ningún otro día debe traer a los cristianos más alegría y menos miedo que la Pascua. La razón de nuestra alegría es que alguien nos amó tanto que estuvo dispuesto a morir por nosotros y que nuestras transgresiones serían perdonadas. Ese alguien es Jesús. No importa qué problemas tengamos en nuestras vidas o veamos en el mundo, Jesús nos prometió que venció al mundo y estará con nosotros hasta el fin de los tiempos. Si realmente creemos eso, asegurémonos de llevar esa alegría en nosotros durante todo el año. Seamos ese hombre donde alguien nos mira y dice "Él es un cristiano".

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