sábado, 7 de enero de 2017

Junto a los Magos, a los pies de Jesús


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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

6 ENERO, 2017 / RMMC
Para los más pequeños pero también para los mayores este día está repleto de ilusiones, de regalos y de emociones. A los pies del árbol los Reyes Magos nos han dejado regalos materiales pero también la impronta del gran regalo con el que Dios nos ha obsequiado esta Navidad: el nacimiento de su Hijo Jesucristo que se manifiesta como Salvador del mundo.
Antes de que los miembros de mi familia se levanten con la ilusión de qué sorpresa Sus Majestades han tenido para con cada uno de nosotros, sentado frente al árbol con el Niño Dios a su vera, le pido al Señor el mejor regalo que puedo recibir de Él: la alegría de su perdón y de los que me rodean y la gracia de su misericordia que tan vivamente ha estado presente en nuestra vida el año que hemos dejado atrás por invitación del Papa Francisco.
¡Qué misterio inescrutable esconde la humildad de este Niño! Quisiera tocarlo; quisiera abrazarlo. Le pido a María, que vela sobre su Hijo omnipotente, que me dé sus ojos para contemplarlo con fe: que me dé su corazón para adorarlo con amor. En su sencillez, el Niño de Belén nos enseña a descubrir el sentido auténtico de nuestra existencia; nos enseña a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y más espiritual. Tal vez era eso lo que los tres Reyes Magos dejaron a los pies del rústico y humilde pesebre de Belén.


¡Reyes Magos de Oriente, vosotros que sois hombres sabios y que os habéis dejado seducir por la Estrella de Belén para venir a nuestros hogares, el mejor regalo que nos podéis dejar es que Dios forme parte del gran tesoro que es nuestra familia porque somos conscientes de que Dios es el origen y el fin de vuestra generosidad y presencia! ¡Os pido, Melchor, Gaspar y Baltasar que depositéis en mi, en mi mujer y en los niños y en el corazón de toda mi familia, amigos y de las personas del mundo el amor a Jesús y de Jesús, el Niño Dios! ¡Señor, Jesús, al igual que los Reyes Magos quiero adorarte cada día! ¡Quiero hacerlo con las manos llenas! ¡Quiero, Señor, ofrecerte el oro de la pobreza de mi vida y de mi corazón, el incienso oloroso de mis pequeñas y sencillas virtudes y de mi oración, la mirra amarga de mis sacrificios y el desprendimiento de lo terrenal para apegarme a las cosas de Dios! ¡Quiero permanecer siempre fiel a Ti, Señor! ¡Quiero honrarte siempre! ¡Quiero alabarte siempre! ¡Quiero ser tu amigo, Señor! ¡Quiero honrar a tu Santísima Madre! ¡Señor, me postro ante Ti porque no te quiero olvidarte jamás, porque quiere tenerte siempre en mi corazón, porque quiero vivir Tu Evangelio en total plenitud, porque te necesito para tener un corazón generoso y misericordioso, porque no quiero olvidar nunca que eres mi Creador! ¡Te quiero, Niño Dios, que has nacido por misericordia de Dios, el Padre que quiere tanto a su descendencia que no puede soportar que los hombres nos perdamos para siempre!

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