sábado, 22 de enero de 2022

Hoy se ha cumplido

 

Hoy se ha cumplido

¡Buenos días, gente buena!

III Domingo Ordinario C

Evangelio: 

Lucas 1,1-4; 4,14-21

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra.

Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.

Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región.

Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. 

Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor".

Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.

Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír».

Palabra del Señor.

Desde Nazaret llega el anuncio de la verdadera liberación

Envolvió el rollo, lo entregó y se sentó. En la sinagoga los ojos de todos estaban fijos en él. Parecen más atentos a la persona que a la palabra proclamada. Son curiosos, conocen bien a aquel joven apenas vuelto a casa, en el caserío donde había crecido, nutrido, como con pan bueno por las palabras de Isaías que acaba de leer: palabras tan antiguas y tan amadas, tan oradas y tan sentidas, tan cercanas y tan lejanas. Anuncio de un año de gracia, sinfonía de la que Jesús suena las notas en lo profundo de la humanidad. Jesús, ante esa pequeñísima comunidad presenta su sueño de un mundo nuevo. Y son palabras de esperanza para quien está cansado o es víctima, o ya no puede: he venido a animar, a traer buenas noticias, a liberar, a devolver la vista.

Texto fundamental y bellísimo, que no dice cómo nace Jesús, sino para qué ha nacido. Que devuelve la fuerza para luchar, abre el cielo a los caminos de la esperanza. Pobres, ciegos, oprimidos, cautivos y prisioneros: estos son los nombres del hombre. Adán se ha convertido en eso, por eso Dios se ha hecho Adán. Y el fin que persigue no es el de ser finalmente adorado y bendecido por estos hijos distraídos, mezquinos o espléndidos, que somos nosotros. Dios no se pone él mismo o sus propios derechos como fin de la historia, sino a los hombres y mujeres de corazón libre y fuerte. Y sanados, y con ojos nuevos que saben ver lejos y hondo. Para que nuestra historia no produzca más pobres y oprimidos o prisioneros.

La primera mirada de Jesús no se posa nunca sobre el pecado de la persona, su primera mirada va siempre sobre la pobreza y sobre la necesidad del hombre. Por esto en el Evangelio encontramos con más frecuencia la palabra pobres que la palabra pecadores. El Evangelio no es moralista, sino creador de hombres libres, visionarios, gozosos, no más oprimidos. Jesús no se pregunta si el prisionero es bueno o malo; a él no le importa si el ciego es honesto o pecador, si el leproso merece o no la curación. Hay oscuridad y dolor y eso basta para hacer una llaga en el corazón de Dios. Solo así la gracia es gracia y no cálculo o mérito. Impensables en su Reino frases como: “es culpable, debe ir a la cárcel”. El programa de Nazaret nos pone frente a una de las paradojas del Evangelio. El catecismo antiguo decía: “Hemos sido creados para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y después gozarlo en la eternidad”. Pero en su primer anuncio Jesús dice otra cosa: no es el hombre que existe para Dios, sino que es Dios quien existe para el hombre.

Conmociona poder pensar: Dios existe para mí, soy la finalidad de su existencia. El nuestro es un Dios que ama primero, ama sin hacer cuentas, con amor unilateral. La buena noticia de Jesús es un Dios siempre a favor del hombre, nunca contra el hombre, que lo pone en el centro, que se olvida a si mismo por mí. Y define su potencial de liberación contra todas las opresiones externas, contra todas las limitaciones interiores, para que la historia se haga “otra”, diferente de como es. Precisamente, la palabra clave es “libertad-liberación”. Sentir dentro la explosión del potencial de energía anteriormente negado, que empuja hacia adelante, que sabe de viento, de futuro y de espacios abiertos. Y que todo hombre finalmente sea promovido a hombre nuevo y florezca la vida en todas sus formas. 

En la sinagoga de Nazaret esta vez la humanidad se levanta y retoma el camino hacia el corazón de la vida, cuyo nombre es alegría, paz, libertad, plenitud. Los nombres de Dios.

¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!

Fr. Arturo Ríos Lara, ofm

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