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viernes, 24 de febrero de 2017

“La ideología de género retoma una de las herejías más seductoras de la Historia” Stefano Abbate



Guillermo Altarriba / 06/02/2017
diarioelprisma.es
                               
Stefano Abbate ideología de género feminismo
 
 Patriarcado, feminismo, homofobia, familia tradicional, marxismo cultural, lesbianismo… La ideología de género gira alrededor de estos y otros conceptos, y para desentrañar su sentido profundo hemos ido a hablar con el Dr. Stefano Abbate, profesor de Filosofía y Pensamiento Político en la Universitat Abat Oliba CEU.

 Stefano Abbate ideología de género feminismoHoy en día hay cosas que no se pueden decir, cosas por las que de inmediato te tachan de homófobo o de machista.

Ajá, son las palabras mágicas que emplean los seguidores de la ideología de género. Estos calificativos permiten zanjar, incluso antes de empezar, una discusión con cualquiera que tenga la osadía de hablar de sexualidad natural o de educación de los padres. El discurso que consideran patriarcal activa automáticamente el resorte.

Y con esta etiqueta queda eliminada la posibilidad de debatir.

Claro, es el objetivo. Es la forma de cerrar filas y fortificar territorio conquistado de la que posiblemente sea la última revolución que veamos: la revolución del género.

Vayamos a lo básico, ¿qué es la ideología de género?

En su núcleo, es un movimiento que niega el dato biológico, que considera que la naturaleza no determina la orientación y el comportamiento sexual de una persona. Según la ideología de género, la biología –exista o no- no significa nada, no marca tu identidad sexual. Aun así, una puntualización previa: los autores a los que consideramos como dentro de la ideología de género suelen rechazar este nombre: ellos hablan de gender studies o “perspectivas de género”, para dar un barniz académico y neutral al asunto.

La preocupación por el género no es solo un proyecto antropológico: es político”

Pero entonces, ¿es correcto hablar de ideología de género?

Sí, porque –como en todas las ideologías- los pensadores del género pretenden crear un sistema cultural de valores que abarque a todos los aspectos de la vida en sociedad. No se contentan con decir que van a solucionar las relaciones entre las personas, sino que pretenden una reconstrucción plena de la realidad. La preocupación por el género no es solo un proyecto antropológico: es político.

¿Es un proyecto político en tanto que persigue transformar la realidad?

Claro. Los ideólogos de género parten de una intuición marxista pasada por el filtro de autores como Gramsci, y se dan cuenta de que la revolución debe ser sobre todo cultural. Conciben el sexo como base estructural de la sociedad, en tanto que la sexualidad –dicen- ha sido utilizada como instrumento de represión por todas las culturas. Creen, como Foucault, que la revolución comienza en las camas.

Y desde ahí, ¿tomar el poder por asalto?

No, y aquí hay que recurrir a Gramsci. Él fue el primero que entendió que Marx y Lenin se equivocaban, que Occidente no es como Rusia: no se puede conquistar el Palacio de Invierno por la fuerza sin antes haber tomado los entramados de la sociedad. La Europa occidental cristiana es tan rica en relaciones y tradición que para conquistar la sede del poder tienen que haberse tomado los centros de irradiación cultural.

Stefano Abbate ideología de género feminismo

¿Esto han hecho los ideólogos de género?

Desde luego: no es casual que se haya extendido de un modo tan amplio; no lo habría hecho sin la pretensión de imponerse. La ideología de género entiende que la política es sexo, y que en la medida en que se modifica el sexo se puede llegar al poder político. Fíjate: está muy extendido el discurso de que los países que ponen más énfasis en promover las relaciones de género –las que están fuera del ámbito patriarcal y falocrático: uniones homosexuales, familias alternativas- son también aquellos con más democracia, con más derechos, con más participación, con más inclusión social…

Entonces, ¿ideología de género y democracia se retroalimentan?

Sí, y hay feministas que lo dicen abiertamente. Subrayan que solo puede haber una democracia directa o verdadera allá donde se establezcan relaciones de género. Es una concepción que bebe de Foucault: él hablaba de los micropoderes, de que toda interacción entre dos personas es política porque allí actúa una relación de poder. Así, cualquier relación interpersonal basada en la supremacía de un género sobre el otro da como resultado regímenes autoritarios y poco participativos. La democracia, así, sería un fruto de la nueva des-normativización sexual.

Hablas de feministas, ¿es lo mismo feminismo que ideología de género?

No exactamente: hay que distinguir entre las tres olas del feminismo. La primera es la del feminismo de equidad o de igualdad, que reivindicaba la igualdad de derechos entre hombres y mujeres: el voto, los derechos laborales… La segunda ola es el feminismo de diferencia, centrada en subrayar las incompatibilidades de hombres y mujeres. Es el ataque al macho, la reivindicación del lesbianismo. “La única persona que puede entender a una mujer es otra mujer”, decían.

La feminista de género piensa que todo está empeorando, porque en todo ve señales de patriarcado”

¿Y la tercera ola?

Es propiamente el feminismo de género, que nace en los años 90 a partir del segundo tipo, pero lo supera al creer que la naturaleza como dato biológico puede ser superada. La herramienta utilizada para hacer esta afirmación es la ciencia, que permite un acceso al cuerpo que antes no se tenía. Este tercer feminismo mira al primero y no se reconoce.

Pero es un antecesor, ¿no?

Ya, pero los logros de ese feminismo se ven como un retroceso de las conquistas del género. Mira, Christina Hoff Sommers –que es moderada- dice que, “mientras que la feminista de equidad opina que las cosas han mejorado mucho para la mujer, la de género piensa que todo está empeorando, porque ve señales de patriarcado por dónde quiera”. De hecho, el de la primera ola es un discurso ya desfasado.

¿En qué sentido?

El discurso de que la mujer está oprimida y debe ser liberada ya es viejo: ahora se habla de otras cosas, como de que la misma sexualidad es un impedimento a la transformación que debe ser superada. De hecho, en Japón –que nos lleva diez años de ventaja- ya está tipificada la generación de los hombres “herbívoros”, aquellos que no tienen ninguna relación, que viven en un entorno completamente asexuado y manifiestan su pulsión sexual de modo totalmente individualista, privado, aislado. En las ciudades hay cabinas en las que se encierran tras el trabajo y en las que viven su sexualidad, sin relación con el otro.

Stefano Abbate ideología de género feminismo

Se me hace difícil ver en nuestra sociedad el paso de la situación actual –en la que se promueve mucho el sexo, sin prejuicios ni responsabilidades- a una de abstinencia…

El tema de fondo es que no hay metafísica: si el dato biológico no nos determina, no hay un ser que comunique algo previo a la libertad. Vivimos en la anomía -la ausencia de nomos, de falta de referente moral-, y en este entorno surgen dos respuestas: la del ascético y la del libertino. Parecen opuestas, pero es tan anómico transgredir como rechazar las inclinaciones naturales, ambas manifiestan odio hacia el ser que está en las cosas. El herbívoro y el vividor se conectan porque ambos rechazan el deber proveniente de un ser previo a su libertad.

Otra de las dianas habituales de los ideólogos de género es la familia tradicional, el matrimonio entre hombre y mujer.

Sí, pero esa idea también está ya superada: Marx pensaba que el matrimonio era el primer lugar de opresión, pero los pensadores de género modernos ya han superado la familia, porque esta no deja de tener un cierto rasgo cultural. Es natural casarnos, desde luego, pero no lo hacemos igual hoy que hace tres mil años… Pero hay algo que sí es siempre igual: la maternidad. El género siente como la violencia más inmediata en la mujer el hecho de dar a luz.

¿Y qué ha hecho contra ella?

La maternidad ha estado en el punto de mira durante las últimas décadas: ya fue atacada en la segunda ola del feminismo, pero es el género quien recoge los frutos. El primer paso es la separación de la procreación del matrimonio, y el segundo, la separación del acto sexual de la maternidad. Esto ya es común hoy en día: yo puedo tener sexo sin el riesgo de la maternidad, sea vía anticonceptivos o métodos abortivos. El siguiente paso lógico es separar la maternidad de la madre; por ejemplo, con vientres de alquiler.

La maternidad ha estado en el punto de mira del género durante las últimas décadas”

Hace pocos días salía la noticia de que el Gobierno de España regulará la gestación subrogada.

¿Cómo es posible que una reivindicación que nace de un entorno que pretende ponerse del lado de los más débiles, de los oprimidos, permita la opresión de mujeres del tercer mundo subdesarrollado que, a cambio de dar su cuerpo, renuncian a la maternidad? El Occidente opulento, que tiene que decirse a sí mismo que es bueno, ha encontrado la máxima manifestación de la ayuda alquilando el vientre de una mujer por 3.000 dólares. Es una contradicción en términos brutal.

En tus escritos sueles explicar el fenómeno de la ideología de género a través de la comparación con la herejía gnóstica, ¿puedes explicar en qué consiste?

Esta herejía fue una de las primeras a las que tuvo que hacer frente la Iglesia, durante los primeros siglos después de Cristo. Es la doctrina filosófico-religiosa que ve en lo natural una caída: ante la imperfección del mundo, ante la muerte, el hambre y la enfermedad, el gnóstico decide auto-redimirse. En la espiritualidad gnóstica, unos pocos escogidos toman conciencia del motor del sufrimiento y se conciben a sí mismos como los elegidos para transformar el ser. En el caso de la ideología de género, la fuente del sufrimiento es la diferenciación de sexos. Estas ideas no son mías: en “La metamorfosis de la gnosis”, Emanuele Samek Lodovici explica muy bien el patrón gnóstico del feminismo de género.

¿Cuál es este patrón?

Se resume en la secuencia emanación-caída-recomposición. Al principio hay una unidad cerrada y perfecta, que –por alguna razón desconocida- cae a la materia y se diferencia. Tras esta caída, la Creación busca volver a su unidad, y esta pulsión mueve a la ideología de género a alcanzar un mundo donde no haya ni masculino ni femenino, donde la sexualidad se fundamente sobre la nada. Es una vuelta al mito andrógino, a modelos de comportamiento completamente libres con un trasfondo metafísico absolutamente nulo: si todo es posible, todo vuelve a ser indiferenciado, y la unidad se recompone.

Stefano Abbate ideología de género feminismo

Cuando hablas de la raíz gnóstica de la ideología de género, ¿es algo consciente desde dentro?

Evidentemente no: si le hablas a Judith Butler de gnosis, lo más probable es que no sepa de lo que estamos hablando, pero –sin saberlo- ella y el resto de ideólogos están siguiendo un patrón. La gnosis brota de un modo cíclico en la historia, porque es una doctrina seductora: promete al ser humano una redención inmanente. Te promete que a través de tus obras y de tu saber podrás recomponer la realidad corrupta.

Y –como veíamos al principio- el instrumento para cambiar esta realidad es el poder, ¿no? La política.

Exacto. Los centros de irradiación cultural -los medios de comunicación, las universidades, los partidos…- hoy están totalmente tomados, y por eso los ideólogos del género se sienten con fuerza para aspirar al poder.

Me viene a la cabeza la imagen de las olas cuando sube la marea: avanzan hasta un límite y, cuando retroceden, el terreno conquistado por el mar ya ha superado el límite anterior.

Claro, pero lo que sorprende en los últimos 50 años es que este juego que identificas con la marea ha sido extraordinariamente rápido. El mundo que conocieron nuestros abuelos es ya uno totalmente distinto del que hemos conocido nosotros, con lo que, si uno se da la vuelta para ver el origen, ya no ve nada: no se ve el mundo previo a la revolución. Un discurso de este tipo solo tiene sentido si la tradición ha sido apartada, superada, y una de las herramientas más poderosas para subvertir la tradición la comentábamos al empezar: los tabús, las palabras prohibidas.

Quedas obligado a usar un vocabulario que te lleva a alcanzar las conclusiones prefijadas”

¿Cómo ocurre esto?

Esta marea, como todo proceso humano, podría ser retrocedida: necesita crear corrales para evitarlo, y estos son los tabús, con los que se elimina la posibilidad misma del pensamiento crítico. Quedas obligado a usar un vocabulario determinado que te lleva a alcanzar las conclusiones prefijadas. Los tabús se acompañan, como explica Voegelin, de la prohibición de hacer preguntas. Estas despiertan un mecanismo casi automático de defensa de la revolución.

Hay una especie de fobia al escándalo.

Es un mecanismo puesto en marcha por aquellos a los que aterra salir de su zona de confort, que no pueden formularse preguntas que pongan en discusión su edificio intelectual. En EEUU ya se habla de la generación snowflake, o copos de nieve: aquellos jóvenes que se sienten turbados por un discurso que atente contra sus principios ideológicos. Se niegan de entrada a escuchar un discurso que ponga en discusión su terreno, su vida.

Y sin embargo a pesar de esta prohibición sutil, el género se vende como un discurso libre, abierto y moderno, ¿por qué?

De nuevo, volvemos al patrón gnóstico: ¿quiénes son los gnósticos? Aquellos que han entendido, aquellos que saben. En el momento en que me uno al discurso oficialista, el que va con el espíritu del tiempo, aquel contra el que nadie puede decirme nada, siento que ejerzo la única libertad posible. No me doy cuenta de que, si yo dijera otra cosa, no me sería permitido decirla, pero al ver que todos me aplauden y me incitan a profundizar en mi propuesta –que no es más que la repetición de un patrón ya adecuado a la sociedad- me siento libre. Este barniz de libertad es el saberse poseedor de una verdad que puedo repetir.

Stefano Abbate ideología de género feminismo

El panorama pinta negro, según lo explicas, ¿podemos albergar esperanza?

La ideología de género tiene éxito, desde luego, y sus planteamientos se van a terminar de imponer, pero en última instancia fracasará. Llega un punto en que la propia realidad se impone por sí misma. Que estemos aquí hablando del año de los transgender… pues mira: hay una urgencia vital que sobrepasa estos discursos. De algún modo, la debilidad de este tipo de revoluciones es que llega un punto en que es todo tan antinatural, tan artificial, que acaba autodestruyéndose.

Recuerda al marxismo en la Unión Soviética.

Es lo mismo: allí el discurso oficialista decía que todo iba bien a la vez que la realidad se estaba desmoronando bajo sus pies. Se hizo evidente la distancia entre el paraíso ideal que predicaban y el infierno real que vivían, y este es el destino de toda utopía, de todo intento de reformulación de la naturaleza humana. Al final, a pesar de tanta transformación de la naturaleza, el deseo de felicidad está en todos, y estos planteamientos al fin y al cabo no llenan el corazón. El fracaso del género surgirá de su propia heterogénesis de los fines.

¿Eso qué significa?

Es lo que pasa cuando uno busca algo y logra otra cosa. En este caso, buscando la libertad, encuentran una esclavitud brutal, que nace de un mundo hecho de relaciones fugaces y desprovistas de moral. Buscando la felicidad, se encuentran la infelicidad, y ahí estará su derrumbe. Lo preocupante es –una vez que esto pase-, ¿desde qué escombros vamos a trabajar? ¿Desde qué ruinas? Tras la revolución de género la mujer que quede puede ser cualquier cosa.

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