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jueves, 25 de julio de 2024

¡Viva Jesús Sacramentado!

 



¡Viva Jesús Sacramentado!

https://youtu.be/r3H5f7oePQE

Jueves por la tarde. Mi hija mediana y yo entramos ayer por la tarde en un templo cercano a nuestra casa para hacer un rato de oración. Resplandeciente al fondo, sobre el altar, la custodia con Jesús Sacramentado. El sacerdote, con acierto, ha colocado junto al altar una figura de la Virgen María, Nuestra Señora de Fátima, en actitud orante acompañando al Señor. Es emocionante. Hermoso, incluso. Entras a hacer un rato de oración y allí están, Jesús y María, unidos en el corazón y atentos a tu plegaria.
Hago una fotografía, la que acompaña este texto. La custodia resplandece. María brilla.
«Buenas tardes, Señor. Buenas tardes, Madre. Aquí estoy, para disfrutar de vuestra compañía».
Es hermoso ver a Jesús Sacramentado. Al mismo Cristo, al Hijo de Dios. Al amigo, al que nació de María Virgen, allí también presente, y que se hizo hombre; que caminó por el mundo haciendo el bien, que predicó la buena nueva del amor y que cargó con el peso de la Cruz para entregar su vida por el hombre con los brazos abrazando a la humanidad.
Empiezo mi oración exclamando: «¡Viva Jesús Sacramento! ¡Sea por siempre bendito y alabado!». Bendito porque es el Amor de los Amores; bendito porque ha querido quedarse en un trozo de Pan por puro amor. Y, entonces, no te queda más que decir «¡Permíteme a mí ser también pan partido que pueda distribuir entre los que me rodean por amor como tu mismo hiciste!».
Adorar a Jesús Sacramentado es adorar al Jesús vivo, presente y amoroso. Es adorar al que está en la Hostia Consagrada y que cumple la promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin de la historia.
¡Qué humildad la de Jesús Sacramentado! ¡Allí presente, en un trozo de pan, queriendo ser tu mejor amigo; esperando que le cuentes tus alegrías y tus penas, esos secretos que guardas en el corazón, esos anhelos que te emocionan, esas desesperanzas que te agrietan, esas alegrías que te llenan! ¡Para este Jesús Sacramentado solo importa tu corazón, nada más que tu corazón y por eso te recibe con los brazos abiertos para acoger tu fragilidad y tu pequeñez!
¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Y viva María a su lado en el mes que cantamos y ensalzamos su hermosura como Madre del Cristo resucitado! ¡Jesus, Verbo encarnado por obra y gracia del Espíritu Santo en el seno de María! ¡Qué bello es adorar a Jesús Sacramentado al lado de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, que con san José adoró desde la noche misma de su nacimiento al Hijo de Dios y veló su sueño en tantas noches en Belén, en Egipto o en Nazaret! ¡Que bonito es rezar al lado de María, Ella que es el modelo a imitar por todos los adoradores de Jesús Sacramentado!
«¡Viva Jesús Sacramento! ¡Sea por siempre bendito y alabado!». Y al acabar mi oración y mi adoración salgo del templo rebosante de alegría, sintiendo la compañía del Señor mientras me dirijo a casa acompañado de mi hija, con mi fe más firme, mi esperanza más llena, mi corazón más abierto aclamando «¡alabado seas, mi Jesús sacramentado, en el cielo y en la tierra seas por siempre alabado!».

¡Viva Jesús Sacramentado, bendito y alabado seas por siempre Señor! ¡Me siento alegre a tu lado, me siento feliz de saber que en Ti está el Dios mismo! ¡Gracias, Señor, por tu humanidad, por haberte hecho nuestro igual y haber dado tu vida en la cruz por nuestra salvación! ¡Gracias, Señor, porque en este pequeño trozo de Pan radica el misterio inmenso del don de tu Persona, que hiciste hermosamente perenne en la Última Cena! ¡Quiero, Señor, adorarte porque eres el Amor de los Amores, porque tu presencia en la Custodia todo lo llena, todo lo bendice, todo lo ilumina, todo lo renueva, todo lo transforma, todo lo cambia! ¡Porque contemplándote en este pequeño trozo de Pan mi corazón se abre de par en par, y sale lo mejor de mi mismo: el cariño y el amor por los que me rodean, la relatividad de mis problemas y dificultades, la certeza de tu amor, la seguridad de estar en tus manos, la valoración de mi vida, la fortaleza de mi fragilidad, el amor que todo lo inunda, las ganas de cambiar y de ser mejor, el sentirse unido a los que más sufren especialmente en este tiempo, el abandono de mis egoísmos, el apartar mi deshonestidad y mis incongruencias…! ¡Gracias, Jesús Sacramentado, porque puedo permanecer en comunión contigo! ¡Gracias, porque tu Presencia, viva y real, me hace verdad, vivifica mi fe, agranda mi esperanza, intensifica mi amor por Ti, por la verdad de tu Palabra! ¡Contemplándote, Jesús Sacramentado, en esta humilde Hostia te pido la gracia de la fidelidad a tu Evangelio y la firmeza de mi corazón para ser cada día más como tu quieres que sea! ¡Y a ti, María, Virgen Santísima, Madre de Jesús y Madre nuestra, te pido que me enseñes a descubrir en la Eucaristía el valor del sacrificio de Jesús que me redimió del pecado y me haga crecer en la verdad y me impulse a aprovechar de manera decidida y firme los frutos de esta Redención! ¡Enséñame, María, a amar más a Jesús y a dirigir mis pasos siempre hacia Dios! ¡Viva Jesús Sacramento! ¡Sea por siempre bendito y alabado! ¡Ave María, Purísima; sin pecado fue concebida!

https://youtu.be/r3H5f7oePQE

Con flores a María (Obsequio espiritual a la Santísima Virgen María)
María, Madre, tu velaste los sueños de Jesús y supiste decir sí a Dios y abrir las puertas de la salvación al mundo.
Te ofrezco: hacer hoy un sacrificio por los pecadores, por los que de un modo u otro rechazan a Dios.




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