Miércoles semana dieciocho Tiempo Ordinario (3 agosto 2022)
De Corazón a corazón: Jer 31,1-7 (“Con amor eterno te he amado”); Mt 15,21-28 (La mujer cananea: “Ten piedad de mí”)
Contemplación, vivencia, fraternidad, misión: Cada ser humano es fruto de un latido del corazón de Dios. En los cargos y servicios que se desempeñan, lo más importante es contagiar a otros del “amor eterno” de Dios y ayudar a responder al amor sin condicionamientos. En este encuentro de la convivencia cotidiana, los demás necesitan ver en nuestro rostro y en nuestra vida un signo de que Dios les ama. Entonces es posible suscitar en todos, también en la gente sencilla, la fe y confianza que inspiraba el Corazón de Cristo (como la fe de la cananea).
*Con María la Iglesia camina en comunión, abierta a las sorpresas del Espíritu Santo: Cuando María oyó que Jesús formaba su familia espiritual (“mi madre y mis hermanos”: Mt 12,49), y exultó de gozo al constatar que todos están llamados a ser un destello de Jesús: “los que tú me has dado… he sido glorificado en ellos” (Jn 17,6.10).
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