Conservando los restos
HOMILÍA 34 SOBRE LOS EVANGELIOS, 2-3
Evangelio según San Lucas, XV: 1-2:
Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírlo. Mas los fariseos y los escribas murmuraban y decían: “Este recibe a los pecadores y come con ellos.”
Habéis oído, hermanos míos, en la lectura del Evangelio que los pecadores y los publicanos se acercaban a nuestro Redentor, y que fueron admitidos, no solamente a conversar, sino también a comer con Él.
Al ver esto, los fariseos lo comentaron, despectivamente.
De donde podemos deducir que la verdadera justicia es compasiva, y la falsa es desdeñosa.
No quiere decir esto que los justos no se muestren a veces, y con razón, indignados contra los pecadores, sino que no es lo mismo obrar por soberbia que por celo de la disciplina.
Los justos, pues, se muestran a veces indignados; pero sin estarlo realmente; desconfían de los pecadores, pero sin desesperar; los persiguen, pero sin dejar de amarlos; porque si el celo por el bien pone con frecuencia reprimendas en sus labios, conservan interiormente la dulzura de la caridad; anteponen muchas veces a sí mismos, en su estimación, a los mismos que reprenden, y juzgan mejores que ellos a aquellos cuyos jueces son; de esta suerte, a la vez que mantienen a sus súbditos en la disciplina, se conservan humildes ellos mismos.
Por el contrario, los que se enorgullecen so pretexto de una falsa justicia, desprecian a los demás, sin compadecerse de sus debilidades; y, por lo mismo que no se tienen por pecadores, se convierten en pecadores mucho mas odiosos.
A este número pertenecían, sin duda, los fariseos, los cuales, al vituperar al Señor porque acogía a los pecadores, recriminaban, ellos, los secos de corazón, a la fuente misma de la misericordia.
Mas, como estaban enfermos, hasta el punto de ignorar su mal, el Médico celestial los trata con suaves remedios, les responde con una conmovedora parábola, y oprime dulcemente la entumecida herida de su corazón.
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