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sábado, 7 de agosto de 2021

Yo soy el pan vivo bajado del cielo

 

Yo soy el pan vivo bajado del cielo

¡Buenos días, gente buena!

XIX Domingo Ordinario B

Evangelio

Juan 6, 41-51

Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». 

Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: «Yo he bajado del cielo»? Jesús tomó la palabra y les dijo: «No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.  

Está escrito en el libro de los Profetas: "Todos serán instruidos por Dios". Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. 

Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. 

Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. 

Yo soy el pan de Vida. 

Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. 

Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. 

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo».

Palabra del Señor

Yo soy el pan vivo bajado del cielo 

Poderío del lenguaje de Jesús, su misterio y su historia expresados no con razonamientos sino por imágenes: pan, vivo, bajado, cielo. Cuatro palabras y cuatro metáforas, cada una generadora, en cuanto rica de movimiento, de experiencia, de sabor y de horizontes... No explican el misterio pero lo hacen vibrar en tu vida; misterio feliz para gozar y saborear. El pan del que hablamos no es el puño de harina y agua amasado y pasado por el fuego, contiene mucho más: es el símbolo de todo lo bueno para ti y que te mantiene con vida.

Los judíos se pusieron a murmurar contra Jesús. Pero, ¿cómo? ¿Pretendes ser el pan llovido del cielo? Pero has venido como todos, de tu madre y de tu padre. ¿Quieres cambiarnos la vida? Y haciendo lo que hace el pan con nuestro cuerpo, que se esconde y desaparece en lo íntimo, y no hace ruido. No, el Dios omnipotente debería hacer algo muy diferente: milagros poderosos, definitivos, evidentes, solares. Pero Dios no hace espectáculo. En el fondo, es la misma crítica que murmuramos también nosotros: ¿qué pretensión tiene sobre mi vida este hombre de hace dos mil años? ¿De verdad el piensa hacernos vivir mejor?

No murmuren entre ustedes… No desperdicien palabras discutiendo sobre Dios, pueden hacer algo mejor: inundados por su misterio. Pan que baja del cielo. Nota: baja, por mil caminos, de muchas formas, como el pan en el cuerpo; baja hacia mí, ahora, en este momento, y continuamente. Yo puedo escoger no tomarlo como alimento, incluso lo puedo relegar al repertorio de las fantasías, pero el desciende incansablemente, me llena de fuerzas buenas. Yo estoy inmerso en él y él está inmerso en mí, y nutre la parte mía más hermosa.

No murmuren, coman. El pasaje del Evangelio de hoy se articula en torno a la palabra comer. Un gesto así de simple y cotidiano, y sin embargo tan vital y poderoso, que Jesús lo ha escogido como símbolo del encuentro con Dios; ha relatado la frontera adelantada del Reino de los cielos con las parábolas del banquete, del convivio. El pan que baja del cielo es la autopresentación de Dios  como una cuestión vital para el hombre. El pan que comes te hace vivir, y entonces, vives de Dios y comes su vida, sueñas sus sueños, prefieres a los que él prefería. Bocados de cielo.

Surge una pregunta: ¿Con qué alimento el alma y el pensamiento? ¿Estoy comiendo generosidad, belleza, profundidad? O, en cambio, ¿me alimento de egoísmo, intolerancia, miopía del espíritu, insensatez del vivir, temores? Si acogemos pensamientos degradantes, estos nos hacen como ellos. Si acogemos pensamientos de Evangelio y de belleza, estos nos transformarán en custodios de la belleza y de la ternura, el pan que salvará al mundo.

¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!

Fr. Arturo Ríos Lara, ofm


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