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viernes, 13 de marzo de 2020

Padre, he pecado contra el cielo y contra ti



Templo de San Francisco - Celaya, Gto.


Padre, he pecado contra el cielo y contra ti
Sábado 14 de marzo
¡Paz y Bien!
Evangelio
Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: «Este recibe a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo entonces esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca‘. Y él les repartió los bienes. 

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre, y el muchacho empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no dejaban que se las comiera. 

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: '¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores'. 

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos cuando su padre lo vio, y se enterneció profundamente. Corrió hacia él y, echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: 'Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo'.
Pero el padre dijo a sus criados: '¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado'. Y empezó el banquete. 

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberle recobrado sano y salvo'. El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogó que entrara, pero él replicó: '¡Hace tanto tiempo que te sirvo sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo'. 

El padre repuso: 'Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado'».
Palabra del Señor

Reflexión

El texto que nos presenta la liturgia nos muestra por un lado, la actitud del padre, que se identifica con el Padre del Cielo, y por otra, la del hijo, en la que nos vemos reflejados cada uno de nosotros. Viendo al padre de la parábola descubrimos a un Dios amoroso, que como dice la Sagrada Escritura, ‘no lleva cuentas del mal’ y que no se resigna a que ninguno de nosotros nos perdamos. Está siempre esperando que la vida nos haga ver que lejos de su amor, de su cariño y de su casa, todo será ruina, muerte y destrucción. 

Es increíble que no sea sino hasta que vivimos la experiencia destructiva que sufrió el hijo de este hombre, que nos hacemos conscientes de nuestra realidad y de que, sin Dios, no podremos ser felices; es cuando nos decidiremos a confesarnos y a regresar al estado de gracia. Es por ello necesario valorar la vida de la gracia y todas las bendiciones que el hombre tiene cuando vive al amparo de su Padre del cielo. No nos dejemos cautivar por toda esta publicidad que abarrota la televisión y la radio con la que, de mil maneras, nos buscan convencer de llevar una vida al margen de Dios. Antes de irnos otra vez de la casa, pensemos con serenidad las consecuencias que este abandono traerá para nosotros. Estoy seguro que si nos detenemos un momento a pensar lo que podemos perder y las consecuencias morales, espirituales y algunas veces hasta físicas, no dejaríamos la seguridad de la vida de gracia.
¡Feliz Sábado!

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