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viernes, 8 de noviembre de 2019

No conviertan en un mercado la casa de mi Padre




Templo de San Francisco - Celaya, Gto.

No conviertan en un mercado la casa de mi Padre

Sábado 8 de noviembre
¡Paz y Bien!
Evangelio
Juan 2, 13-22
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre".

En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.

Después intervinieron los judíos para preguntarle: "¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?" Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré". Replicaron los judíos: "Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?"

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.

Palabra del Señor.

Reflexión



Al celebrar hoy en la Iglesia la dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán en Roma, la liturgia nos propone este hermoso texto de san Juan en el que se ve el celo de Jesús por el templo, el cual debe ser considerado: Casa de Dios.

En la actualidad, se han venido desarrollando dos ideas que no parecen ser las mejores en cuanto a la actitud de algunos padres de familia con respecto a los niños. 


Por un lado, están aquellos que, con tal de no molestar a los demás (o quizás por comodidad), se sienten excusados de no ir a misa, pues los niños son muy inquietos, o en otros casos los dejan con alguno de los familiares, o va primero el esposo y luego la esposa. De manera que el niño no conoce la casa de Dios. Para él, el templo será un lugar extraño. 


Por otro lado, tenemos el opuesto, que deja que los niños en el templo corran, se suban a las bancas, griten; en fin, que hagan lo que se les da la gana. Esto hace que el niño pierda el respeto totalmente por la casa de Dios.


Creo que lo más normal es asistir a misa en familia. Los papás no sólo ponen atención, sino que van instruyendo a los niños en lo que significa el domingo, la misa, la casa de Dios. Un lugar de respeto en el que no se pude hacer lo que uno quiera. Para ayudarse, se pueden valer de libritos para colorear, de pequeños misalitos para niños en los que se les enseñar a seguir la misa. 


Habrá ocasiones en que será necesario sacarlos del templo mientras se calman para evitar que los demás se distraigan; sabemos que los niños son inquietos, pero también sabemos que aprenden con el ejemplo y repitiendo. Hagamos que nuestros hijos entiendan que el templo es la casa de nuestro Dios, es nuestra propia casa, es Casa de Oración.

¡Feliz Sábado!

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