Parece que los católicos de España tienen que pedir perdón por existir… “¡España vuelve a Cristo!”, “¡España vuelve a tus raíces!”, “¡España vuelve a ser tú misma!”. Profético es hoy oponerse a lo correctamente político y tener el valor de defenderlo aun a riesgo de perderlo todo y quedarte solo.
No hay miedo cuando se milita en las tropas del Rey del cielo, cuando uno se enrola en las falanges espirituales del Rey del amor. No hay miedo a lo que ha de venir cuando sabes que Cristo pelea a tu lado y tus luchas son sus luchas. No hay miedo porque estamos persuadidos que nuestra victoria es su victoria sobre la muerte, el demonio y el mal del mundo. “¡Viva Cristo Rey!”.

Por Guy FawkesleinDominus Est2 de julio de 2019.

Ya de vuelta de mi breve viaje a España donde he podido departir con viejos amigos de la facultad y recordar tiempos pretéritos, querría compartir con ustedes, queridos lectores, algunas impresiones de la misa celebrada en el Cerro de los Ángeles dizque para renovar la consagración de España al Corazón de Jesús.
Tras escuchar atentamente la larga homilía del cardenal arzobispo de Madrid, don Carlos Osoro, la pregunta que no ha dejado de martillear mi cabeza es ¿dónde está la profecía?, ¿es que ya no hay profetas? Debo confesaros que me vine con un sabor agridulce de lo vivido aquel domingo 30 de junio donde un sol de justicia calentó más las cabezas que las almas.
La homilía del señor cardenal me pareció bien para una meditación de ejercicios e inmisericorde con aquellos devotos que estábamos a pleno sol. Sin embargo, para el día que era y la efeméride que se recordaba y que concitaba a 12.000 personas esa homilía careció de contexto y de oportunidad.
Aquel domingo, la Iglesia de España o, mejor dicho, una parte pequeña (porque por no estar no estaba ni el presidente de la CEE ni el secretario, ni otras altas autoridades eclesiásticas), perdió la oportunidad de ser profecía, de ser voz de los que no tienen voz. La Iglesia claudicó de una idea nacional e histórica de fe en comunión con las Iglesias de Hispanoamérica y de Filipinas, dado que la España que recibió la gran promesa en el s. XVIII abarcaba aun territorios más allá de la Península Ibérica.
En la homilía faltó ser altavoz y atalaya para los españoles que están abandonando la fe o se sienten agredidos en sus creencias. Desde el centro geográfico de la Península Ibérica, la voz de la mística esposa debería haber rugido con la fuerza de un león para volver a decir alto y claro:
“¡España vuelve a Cristo!”, “¡España vuelve a tus raíces!”, “¡España vuelve a ser tú misma!”.

Fue una homilía inane de fervor y de anuncio. Ya las palabras de bienvenida del obispo de Getafe demostraron el complejo y la poca empatía con la misma celebración. Parece que los católicos de España tienen que pedir perdón por existir. Quisieron emular lo acontecido hace 100 años pero les faltó el orador de la Consagración y por eso pidieron a los fieles católicos que allí estaban que rezasen la blandita y bergogliana fórmula de consagración.
Parecía que en España no pasa nada. Es un país sensacional donde no existen los divorcios, los adulterios, las violaciones, la corrupción, los aborto, leyes de género, racismo y xenofobia, etc. Parece que no hay nada de esto. España es un vergel de catolicidad: seminarios llenos, noviciados rebosantes, largas filas en los confesionarios, etc. (Nótese en todo el párrafo la ironía).
La pantomima a la que nos sometieron aquel domingo, hará caer del trono al apóstata Felipe VI, como perdió el trono su bisabuelo Alfonso XIII, solo que éste abdicó y España se salvó mientras que su bisnieto arrastrará a su nación con él a la desgracia. Pero, sobre todo, atraerá una intensa y profunda purificación a la Iglesia de España como bien lo tiene merecido.

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Alfonso XIII

España no renovó nada el otro día puesto que no estaba el sucesor de quien sí lo hizo hace 100 años pero España frente al ignominioso silencio de los acomplejados obispos, sí supo hacer profecía. Al final del acto los vítores que allí se prefirieron pusieron el sabor y el cariz nacional que el acto requería. El imponente monumento del Corazón de Jesús fue testigo hierático del famélico homenaje episcopal pero fue, sobre todo, conmocionado receptor, del amor del pueblo español que gritaba vivas a su verdadero y único Rey.
Y es, precisamente, aquí donde radica la vitalidad de ese pequeño resto de hijos de Sión que son germen de una Iglesia venidera en España. Frente al acomplejado silencio episcopal rugió con voz potente el alma dormida del pueblo español que profetizó que sigue siendo este el pueblo de su herencia y sus predilecciones. El espíritu del laicado español no se dejó amordazar y proclamó, al grito de “¡Viva Cristo Rey!”, la realeza de su Señor y Dios, el reinado social de Jesucristo. Cuál aguerridos vandeanos no se acobardó ante la presión social que hoy margina el hecho cristiano y volvió a gritar a voz en cuello en un medio público (porque 13tv ni se molestó en retransmitir el acto): “¡Viva Cristo Rey!”.
No hay miedo cuando se milita en las tropas del Rey del cielo, cuando uno se enrola en las falanges espirituales del Rey del amor. No hay miedo a lo que ha de venir cuando sabes que Cristo pelea a tu lado y tus luchas son sus luchas. No hay miedo porque estamos persuadidos que nuestra victoria es su victoria sobre la muerte, el demonio y el mal del mundo.

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La profecía de la Iglesia de España reside en esas pequeñas comunidades creativas que no se resignan a abrazar los nuevos aires modernistas que quieren hacernos ver como bueno lo que objetivamente la ley evangélica declara como malo. Profético es hoy oponerse a lo correctamente político y tener el valor de defenderlo aun a riesgo de perderlo todo y quedarte solo, pero ahí, querido amigo, es donde descubres que lo ganas todo en el cielo y tu compañía son los ángeles, los santos y los espíritus justos.
Dios ama a España y conoce el amor de los católicos por Él, por eso, aunque lo del domingo no fuera más que un paripé, Él sabrá hacer suyos los buenos sentimientos de los fieles que bajo el sol se congregaron para poner de su parte lo que faltó a los mitrados. La profecía aún existe y recorre con fuerza España.

Guy Fawkeslein


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