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viernes, 1 de marzo de 2019

ORACIONES DIARIAS POR LAS SANTÍSIMAS LLAGAS DE NUESTRO SEÑOR

jesucristo
Santa Brígida deseaba saber cuantos azotes recibiera Jesús en su Pasión.Ante el deseo de
la Santa por venerar este sufrimiento del Redentor,
Él se le apareció y le dictó quince oraciones para rezarlas diariamente durante un año, junto con un Padrenuestro y un Avemaría por cada una.“Al terminar el año – le dijo – habréis venerado cada una de mis Llagas.”Además de las oraciones, también le reveló la promesa de excelentes gracias para quienes las rezaran.
(Aprobadas por el Papa Pío IX) 
Las 15 promesas

El que rezare estas oraciones durante un año alcanzará el primer grado de perfección.  
Cada vez que un alma rezare estas oraciones ganará 100 días más de indulgencia.  
Este alma obtendrá todo cuanto le pidiere a Dios y a
la Santísima Virgen. 
 
Le preservaré de una muerte repentina.  
Preservaré y guardaré sus cinco sentidos.  
Yo le defenderé contra graves tentaciones: pondré el Signo de mi Victoriosa Cruz delante de él para que sea su amparo y defensa contra las asechanzas de sus enemigos.  
Su alma será librada de la muerte eterna.  
Quince días antes de su muerte vendré a él con mi carísima y bien amada Madre, tendrá conocimiento perfecto de todas sus culpas, sentirá contrición profunda por todos sus pecados.  
Le daré el Alimento de mi Sagrado Cuerpo para que se escape del hambre eterna y le daré de beber de mi Preciosísima Sangre para que no padezca de sed eternamente.  
Benignamente recibiré su alma y le conduciré a las Delicias Eternas. Y habiendo conducido a esta alma hasta las Mansiones Eternas, allí le daré de beber del Manantial de mi Divinidad, cosa que no haré con los que no hayan recitado mis oraciones durante un año. Se le asegura que será colocado junto al Supremo Coro de los Santos Ángeles.  
Libraré del purgatorio a quince almas de su parentela o linaje, quince serán convertidas y quince serán preservadas y confirmadas en la gracia. Haz saber que el que haya vivido haciendo su propia voluntad durante toda su vida o en estado de pecado mortal aun por 30 años, si rezare devotamente estas oraciones durante un año o si, habiéndose propuesto rezarlas, debiera morir al día siguiente, Yo le prolongaré su existencia para que se confiese bien y le perdonaré todos sus pecados.  
Donde quiera que se rezaren estas oraciones o si se rezan en algún tiempo futuro, allí estará Dios presente con su Gracia. Al que enseñare estas oraciones a otra persona se le asegura gozo continuo y el mérito perdurable por toda la eternidad. 
(Los padres de familia, maestros y catequistas que enseñen estas oraciones a los pequeños, por lo menos durante un año, serán premiados de Dios. Igualmente los que se las facilitan a otros.) 
Aprobación de las oraciones y promesas 
(Para rezarlas delante de un crucifijo o imagen de la Santa Faz)
Estas oraciones y promesas fueron copiadas de un libro impreso en Toulousse, (Francia) en el año 1.740. Se publicaron por el padre Adrien Parvelliers, Jesuita Misionero Apostólico en la Tierra Santa, que obtuvo la aprobación, el permiso y la recomendación que se requería para difundirlas. 
El Papa Pío IX declaró conocimiento de estas oraciones con el acto de presentar el prólogo. De esta manera, el Sumo Pontífice admitió la autenticidad de estas plegarias por el bien de las almas y firmó la aprobación el día 31 de mayo de 1.862. Este veredicto del Santo Padre fue confirmado con actos tangibles y concretos. Una colección de pequeños libros, incluyendo estas oraciones, fue aprobada por el Gran Congreso de Malines el 22 de agosto de 1.863. 
Papa Benedicto XV: “La aprobación de estas revelaciones implica nada más que esto: después de una examinación lenta y detenida, se permite publicar estas revelaciones para el bien espiritual de todos los fieles y aunque no se les atribuye el mismo grado de fe igual al que se le rinde a las Verdades de la Religión bajo pena, sin embargo se les permite creer con fe humana. Es decir, conforme a las reglas de prudencia, por las cuales son probables. Por lo tanto, estando ya adecuadamente afirmadas y apoyadas por suficientes motivos, pueden ser piadosamente creídas.” 
Las promesas ya se han realizado en favor de todas las personas que han rezado estas oraciones. Además se han producido numerosos hechos sobrenaturales. Por este medio, Dios se ha dignado dar a conocer la rigurosa veracidad de estas oraciones y promesas. 
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN 
¡Oh Faz amabilísima de Jesús!; Aquí vengo, atraído por tu dulce mirada, que como divino imán, arrebata mi corazón aunque pobre y pecador! ¡Oh Jesús!, quisiera enjugar tu adorable Faz y consolarte de las injurias y olvido de los pecadores. 
¡Oh Rostro hermosísimo!, las lágrimas que brotan de tus ojos me parecen diamantes, que quiero recoger para comprar con ellos las almas de mis hermanos. 
¡Oh amado Jesús!, si yo tuviera el amor de todos los corazones, todo sería para Ti. 
Envía, Señor, almas, sobre todo almas de apóstoles y de mártires para abrasar en tu amor a la multitud de los desgraciados pecadores. 
¡Oh adorable Jesús!, mientras aguardo el día eterno en que contemplaré tu gloria infinita, mi único deseo es venerar tu Faz santísima, a la cual consagro desde ahora para siempre mi alma con sus potencias y mi cuerpo con sus sentidos. 
¡Oh mi Jesús!, haz que tu Rostro lastimado sea aquí abajo mi encanto y mi cielo. 
Las 15 oraciones

Primera oración 
¡Oh, Jesucristo! Sois la Eterna Dulzura de todos los que os aman:
la Alegría que sobrepasa todo Gozo y deseo,la Salvación y Esperanza de todos los pecadores. Habéis manifestado no tener mayor deseo que el de permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que habéis soportado desde el instante de vuestra Concepción; y especialmente durante vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado desde toda la eternidad; según el Plan Divino. Acordaos, ¡oh, Señor! que durante la Última Cena con vuestros discípulos les habéis lavado los pies; y después les disteis vuestro Sacratísimo Cuerpo y vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis vuestra próxima Pasión.
 
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en vuestra Alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: “Mi alma está triste hasta la muerte”. Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis soportado en vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la Crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por vuestro discípulo, Judas; apresado por los habitantes de una nación que habíais escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos testigos, e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de vuestra madurez; y en la solemne Estación Pascual. 
Acordaos que fuisteis despojado de vuestra propia vestidura y revestido con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara infligiendo bofetadas. Después, coronándoos de espinas pusieron en vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado a la columna; desgarrado con azotes y agobiado de oprobios y ultrajes. 
En memoria de todas estas penas y dolores que habéis soportado antes de vuestra Pasión en
la Cruz, concededme antes de morir, una contrición verdadera, una confesión sincera y completa; adecuada satisfacción y la remisión de todos mis pecados. Amén.
(Oh dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de nosotros pecadores…Un Padrenuestro, Avemaria y Gloria en cada oración) 
Segunda oración 
¡Oh, Jesús, la verdadera libertad de los Ángeles y Paraíso de Delicias! Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido cuando vuestros enemigos, como leones furiosos os rodearon con miles de injurias, salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. 
En consideración a estos tormentos y a las palabras injuriosas, os suplico ¡oh, mi Salvador y Redentor! que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la Salvación Eterna. Amén. 
Tercera oración 
¡Oh, Jesús, Creador del cielo y de la tierra, al que nada puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo y todo es sostenido bajo vuestra amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe, clavaron vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad, extendieron vuestro Cuerpo en
la Cruz. Y con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron vuestros Huesos.
 
Cuarta oración 
¡Oh, Jesús, Médico Celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las vuestras! Acordaos de las contusiones y desfallecimientos que habéis sufrido en todos vuestros Miembros; y que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante al vuestro. Desde la cima de la Cabeza hasta la planta de los Pies. Ninguna parte de vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin embargo, olvidando todos vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por vuestros enemigos, a vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. 
Por esta inmensa Misericordia y en memoria de estos sufrimientos, os hago esta súplica: Conceded que el recuerdo de vuestra muy amarga Pasión nos alcance una perfecta contrición y la remisión de todos nuestros pecados. Amén. 
Quinta oración 
¡Oh, Jesús, espejo de resplandor eterno! Acordaos de la tristeza aguda que habéis sentido al contemplar con anticipación las almas que habían de condenarse. A la Luz de vuestra Divinidad habéis dislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían, mediante los méritos de vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente, habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que serían condenados por sus pecados y os habéis quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores. 
Por ese abismo de compasión y piedad y principalmente por la bondad que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, hago esta súplica, dulce Jesús: os pido que a la hora de mi muerte tengáis Misericordia de mí. Amén. 
Sexta oración 
¡Oh, Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que habéis sufrido cuando, desnudo y como un criminal común y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También fuisteis abandonado de todos vuestros parientes y amigos, con la excepción de vuestra muy amada Madre. En vuestra Agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos; luego, la encomendasteis a vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a María: “¡Mujer, he aquí a tu hijo!” Y a Juan: “¡He aquí a tu Madre!” 
Os suplico ¡oh, mi Salvador! por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de mí. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas y especialmente en la hora de mi muerte. Amén. 
Séptima oración 
¡Oh, Jesús, inagotable fuente de compasión, ten compasión de mí! En un profundo gesto de amor habéis exclamado en
la Cruz: “¡Tengo sed!” Era sed por la salvación del género humano.
 
¡Oh, mi Salvador! os ruego que inflaméis nuestros corazones con el deseo de dirigirnos hacia la perfección, en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos. Amén. 
Octava oración 
¡Oh, Jesús, dulzura de los corazones y deleite del espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que habéis probado en
la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos.
 Concedednos
la Gracia de recibir dignamente vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima, durante nuestra vida y también a la hora de la muerte, para servir de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén.
 
Novena oración 
¡Oh, Jesús, Virtud Real y gozo del alma! Acordaos del dolor que habéis sentido sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte. Insultado y ultrajado por los judíos, clamasteis en alta voz que habíais sido abandonado por vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. 
Por esta angustia, os suplico, ¡oh, mi Salvador! que no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén. 
Décima oración 
¡Oh, Jesús, Principio y Fin de todas las cosas, sois
la Vida y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la cima de la Cabeza.
 
En consideración a la enormidad de vuestras Llagas, enseñadme a guardar, por puro amor a Vos, todos vuestros Mandamientos; cuyo camino de vuestra Ley Divina es amplio y agradable para aquellos que os aman. Amén. 
Decimoprimera oración 
¡Oh, Jesús abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las Llagas que penetraron hasta la médula de vuestros Huesos y Entrañas para atraerme hacia Vos, presento esta súplica: 
Yo, miserable pecador profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del pecado. Ocultadme en los huecos de vuestras Llagas hasta que vuestra cólera y justísima indignación hayan cesado. Amén. 
Decimosegunda oración 
¡Oh Jesús, espejo de la Verdad, sello de la Unidad y vínculo de
la Caridad! Acordaos de la multitud de Llagas con que fuisteis herido desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas. ¡Oh, dulce Jesús! por la efusión de vuestra adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por Amor a nosotros en vuestra Carne Virginal, dulcísimo Jesús! ¿Qué hubo de hacer por nosotros que no habéis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido!
 
¡Oh, amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de vuestra Pasión, que el fruto meritorio de vuestros sufrimientos sea renovado en mi alma y que en mi corazón vuestro Amor aumente cada día, hasta que llegue a contemplaros en la Eternidad. ¡Oh, amabilísimo Jesús! Vos sois el tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que os pido concederme en el Cielo. Amén. 
Decimotercera oración 
¡Oh, Jesús, fuerte león, Rey inmortal e invencible! Acordaos del inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas vuestras fuerzas, tanto moral como físicas, inclinasteis la Cabeza y dijisteis: “Todo está consumado”. 
Por esta angustia y dolor, os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte; cuando mi mente estará tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia. Amén. 
Decimocuarta oración 
¡Oh, Jesús, Único Hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de su Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis de vuestra Alma a vuestro Padre Eterno, diciéndole: “¡Padre, en tus Manos encomiendo mi Espíritu!” Desangrado vuestro Cuerpo, destrozado vuestro Corazón y abiertas las Entrañas de vuestra Misericordia para redimirnos, habéis expirado. 
Por vuestra Preciosa Muerte, os suplico ¡oh, Rey de los Santos! confortadme, socorredme para resistir al demonio, la carne y al mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén. 
Decimoquinta oración 
¡Oh, Jesús, Verdadera y Fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente habéis derramado de vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra Preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el lagar. De vuestro Costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre y Agua, hasta no quedar en vuestro Cuerpo gota alguna. Finalmente, como un haz de mirra elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada Carne vuestra fue destrozada; la Substancia de vuestro Cuerpo fue marchitada y disecada
la Médula de vuestros Huesos.
 
Por esta amarga Pasión y por la efusión de vuestra Preciosa Sangre ,os suplico ¡oh, dulcísimo Jesús! que recibáis mi alma cuando yo esté sufriendo en la agonía de mi muerte. Amén. 
Plegaria
¡Oh, dulce Jesús! Herid mi corazón,a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan día y noche.Convertidme enteramente ¡oh, mi Señor! a Vos.Haced que mi corazón sea vuestra Habitación Perpetua.Y que mi conversación os sea agradable.

Que el fin de mi vida os sea de tal suerte loable, que después de mi muerte pueda merecer vuestro Paraíso y alabaros para siempre en el Cielo con todos vuestros Santos. Amén.

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