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miércoles, 20 de febrero de 2019

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

EN LA ESCUELA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

CONSERVANDO LOS RESTOS
SUMA TEOLÓGICA
IIIa Parte
Cuestión 78

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

La forma del Sacramento de la Eucaristía (I)
Santo-Tomas-de-Aquino-Dr-Angélico 1
Esta cuestión plantea y exige respuesta a seis problemas:
1º. ¿Cuál es la forma de este sacramento?
2º. ¿Es adecuada la forma de la consagración del pan?
3º. ¿Es adecuada la forma de la consagración de la sangre?
4º. La eficacia de ambas formas.
5º. La verdad de estas locuciones.
6º. Comparación de una forma con otra.
ARTÍCULO 1
¿Es la forma de este sacramento: Esto es mi cuerpo Éste es el cáliz de mi sangre?
Objeciones por las que parece que las palabras: Esto es mi cuerpo y Éste es el cáliz de mi sangre no son la forma de este sacramento.
1ª. Esas palabras parece que pertenecen a la forma con la que Cristo consagró su cuerpo y su sangre. Pero Cristo, como se dice en Mt., 26, 26, primeramente bendijo el pan que había tomado en sus manos, y después dijo: Tomad y comed, esto es mi cuerpo, y lo mismo hizo con el cáliz (v. 27-28). Luego esas palabras no son la forma de este sacramento.
2ª. Dice Eusebio Emiseno que el invisible sacerdote convierte las creaturas visibles en su cuerpo cuando dice: Tomad y comed, esto es mi cuerpo. Luego parece que toda la frase pertenece a la forma del sacramento. Y dígase lo mismo de las palabras pertenecientes a la sangre.
3ª. En la forma del bautismo se indica la persona del ministro y su acción, cuando se dice: Yo te bautizo. Pero en las susodichas palabras no se hace mención del ministro ni de su acción. Luego no es adecuada la forma del sacramento.
4ª. La forma del sacramento es suficiente por sí misma para realizar el sacramento, por lo que el sacramento del bautismo puede conferirse a veces con las palabras de la forma solamente, y omitidas las demás. Luego si las palabras indicadas son la forma de este sacramento, parece que alguna vez se podrá celebrar este sacramento profiriendo solamente esas palabras, y omitiendo todas las demás que se dicen en la misa. Lo cual, sin embargo, parece que es falso. Porque, si se omiten las otras palabras, las palabras en cuestión se entenderían como si el sacerdote las pronunciase en nombre propio, mientras que el pan y el vino no se convierten en su cuerpo y en su sangre. Por tanto, esas palabras no son la forma de este sacramento.
Contra esto está que dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: La consagración se hace con las palabras y con las afirmaciones del Señor Jesús. Porque con todas las demás palabras se alaba a Dios, se suplica por el pueblo, por los reyes y por los demás. Pero cuando el sacerdote realiza el sacramento ya no se sirve de las propias palabras, sino de las palabras de Cristo. Luego es la palabra de Cristo la que realiza este sacramento.
Respondo que este sacramento difiere de los otros en dos cosas.
Primera, por el hecho de que este sacramento se realiza consagrando la materia, mientras que los otros se realizan utilizando la materia consagrada.
Segunda, porque en los otros sacramentos la consagración de la materia consiste sólo en una bendición, por la que la materia consagrada recibe instrumentalmente una virtud espiritual que a través del ministro —que es el instrumento animado— puede pasar al instrumento inanimado. Pero en este sacramento la consagración de la materia consiste en una milagrosa conversión de la sustancia, que sólo Dios puede realizar.
Por lo que el ministro, al realizar este sacramento, no desempeña más acción que la de proferir las palabras.
Y puesto que la forma debe corresponder a la cosa, la forma de este sacramento difiere de las formas de los otros sacramentos en dos puntos.

Primero, porque las formas de los otros sacramentos llevan consigo el uso de la materia, como sucede, por ej., en el bautismo o en la confirmación, mientras que la forma de este sacramento lleva consigo solamente la consagración de la materia, que consiste en la transustanciación, como cuando se dice: Esto es mi cuerpo  o  Éste es el cáliz de mi sangre.
Segundo, porque las formas de los otros sacramentos se profieren en nombre de la persona del ministro, a quien se designa como realizador de un acto, como cuando se dice: yo te bautizo  o  yo te confirmo; o imperando el acto, como sucede en el sacramento del orden al decir: recibe la potestad, etc.; o deprecativamente, como sucede en el sacramento de la extremaunción, cuando se dice: por esta unción y nuestra intercesión, etc.
Pero la forma de este sacramento se profiere en nombre de la persona del mismo Cristo que habla, para dar a entender que el ministro en la realización de este sacramento no hace más que proferir las palabras.
Respuesta a las objeciones:
1ª. Acerca de este problema ha habido muchas opiniones. Algunos, en efecto, dijeron que Cristo, que tenía potestad de excelencia sobre los sacramentos, realizó este sacramento sin utilizar palabra alguna, y que después pronunció las palabras con que otros habrían de consagrar después.
Y esto es lo que parece afirmar Inocencio III cuando dice: Puede razonablemente afirmarse que Cristo consagró por su divino poder, y que después expresó la forma con la que bendecirían los que habían de sucederle.
Pero contra esta interpretación están expresamente las palabras del Evangelio, en las que se dice que Cristo bendijo, una bendición que se hizo ciertamente con palabras. Por lo que estas palabras del Papa Inocencio han de tomarse como opinión más que como determinación.
Otros, por el contrario, opinaron que aquella bendición se hizo con unas palabras que no conocemos.
Pero tampoco esto es admisible. Porque la bendición de la consagración se realiza ahora por la repetición de lo que entonces se hizo. Luego, si la consagración no se hizo entonces con estas palabras, tampoco ahora se hace.
Por eso otros afirmaron que aquella bendición se hizo entonces con las mismas palabras que ahora, pero Cristo pronunció estas palabras dos veces: una en secreto, para consagrar; otra en voz alta, para instruir.
Pero tampoco esto es sostenible. Porque el sacerdote consagra profiriendo estas palabras no como dichas por Cristo en una bendición oculta, sino públicamente pronunciadas. Y, puesto que estas palabras no tienen eficacia más que por haberlas pronunciado Cristo, parece que también Cristo debe haber consagrado pronunciándolas manifiestamente.
Por eso otros dijeron que los evangelistas, al relatar las cosas que sucedieron, no siempre guardaron el mismo orden cronológico, como consta por San Agustín en el libro De Consensu Evangelistarum.
Por lo que el orden cronológico de los hechos podría reconstruirse así: Tomando pan, lo bendijo diciendo: Esto es mi cuerpo, y después lo partió y se lo dio a sus discípulos.
Pero puede encontrarse este mismo sentido en las palabras evangélicas sin cambiarlas. Porque el participio diciendo indica una cierta continuidad de las palabras que se pronuncian con las que preceden.
Ahora bien, no es necesario que esta continuidad se entienda solamente respecto de la última palabra pronunciada, como si Cristo hubiese pronunciado estas palabras cuando dio a sus discípulos el pan, sino que puede entenderse la continuidad con respecto a todo lo que precede, en cuyo caso el sentido sería: Mientras bendecía y partía y daba a sus discípulos, dijo estas palabras: Tomad, etc..
2ª. Las palabras Tomad y comed indican el uso de la materia consagrada, uso que no es necesario en este sacramento, como más arriba se dijo (q. 74, a. 7). Por tanto, tampoco estas palabras pertenecen a la esencia de la forma.
Sin embargo, puesto que el uso de la materia consagrada contribuye a la perfección del sacramento, en el sentido de que la operación no pertenece a la primera sino a la segunda perfección de la cosa, por eso todas estas palabras expresan toda la perfección de este sacramento. Y es así como Eusebio entendió el requerimiento de esas palabras en la confección del sacramento, o sea, en cuanto a su primera y su segunda perfección.
3ª. En el sacramento del bautismo el ministro realiza un acto que concierne al uso de la materia y que es esencial en este sacramento. Pero el uso no es esencial en la eucaristía. Luego son cosas distintas.
4ª. Algunos dijeron que este sacramento no se puede celebrar pronunciando solamente las palabras en cuestión, y haciendo caso omiso de las otras, muy especialmente las del canon de la misa.
Pero esto, evidentemente, es falso, ya por las palabras de San Ambrosio, anteriormente citadas en la respuesta, ya porque el canon de la misa no es lo mismo en todas partes, ni lo fue en todo tiempo, sino que fueron añadidas las distintas cosas por distintas personas.
Por consiguiente, es necesario afirmar que si el sacerdote profiriese solamente las palabras referidas con intención de realizar el sacramento, lo realizaría, porque la intención haría que se entendieran como dichas por la persona misma de Cristo, aunque no se dijesen las palabras que preceden.
Sin embargo, pecaría gravemente el sacerdote que realizase el sacramento de este modo, por no atenerse al rito de la Iglesia. Y no es lo mismo el caso del bautismo, que es un sacramento necesario, mientras que la recepción de este sacramento puede suplirse con la comunión espiritual, como dice San Agustín.
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ARTÍCULO 2
¿Es la forma adecuada de la consagración del pan Esto es mi cuerpo?
Objeciones por las que parece que las palabras Esto es mi cuerpo no son la forma adecuada de la consagración del pan.
1ª. La forma debe expresar los efectos del sacramento. Pero el efecto que resulta de la consagración del pan es la conversión de la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo, conversión que se expresa mejor con el verbo se hace que con el verbo es. Luego en la forma de la consagración debería decirse Esto se hace mi cuerpo.
2ª. Dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: la palabra de Cristo realiza el sacramento. ¿Qué palabra de Cristo? La que hizo todas las cosas. El Señor lo mandó y se hizo el cielo y la tierra. Luego resultaría más adecuada la forma de este sacramento con el verbo en imperativo, diciendo: Sea esto mi cuerpo.
3ª. El sujeto de esta frase es lo que se convierte, de la misma manera que el predicado es el término de la conversión. Ahora bien, como está determinado aquello en lo cual la cosa se convierte, que es el cuerpo de Cristo, así está determinado aquello que se convierte, que es el pan. Por tanto, como el predicado se expresa con un sustantivo, también el sujeto debería indicarse con un sustantivo, diciendo: Este pan es mi cuerpo.
4ª. El término de la conversión pertenece a una determinada naturaleza, ya que es un cuerpo, pero también pertenece a una determinada persona. Luego para indicar la determinada persona debería decirse: Esto es el cuerpo de Cristo.
5ª. En las palabras de la forma no debería entrar nada que no fuese esencial. Luego inadecuadamente se añade en algunos libros la conjunción porque (enim), que no pertenece a la esencia de la forma.
Contra esto está que el Señor utilizó esa forma en la consagración, como consta en Mt., 26, 26.
Respondo que esta es la forma adecuada de la consagración del pan.
Ya se ha dicho, en efecto, que esta consagración consiste en la conversión de la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo.
Ahora bien, es necesario que la forma del sacramento signifique lo que el sacramento hace.
Por lo que la forma de la consagración del pan tiene que significar esa conversión del pan en el cuerpo de Cristo.
Y en esta conversión hemos de considerar tres cosas: la conversión, el punto de partida y el punto de llegada.
Pues bien, la conversión puede ser considerada de dos maneras: una, realizándose; otra, ya hecha.
Pero esta forma no debía significar la conversión realizándose, sino ya realizada.
Primero, porque esta conversión no es sucesiva, como se ha dicho antes (q. 75, a. 7), sino instantánea, y en las mutaciones instantáneas el hacerse se identifica con el estar realizado.
Segundo, porque las formas sacramentales sirven para significar el efecto del sacramento, como las formas artísticas sirven para representar el efecto del arte.
Pues bien, la forma artística es semejanza del efecto acabado, hacia el cual tiende la intención del artista, como la forma del arte en la mente del arquitecto es principalmente la forma de la casa edificada, y sólo secundariamente la forma de la casa en construcción.
Por tanto, también en esta forma la conversión debe ser indicada como ya realizada, que es a lo que se dirige la intención.
Y porque en esta forma se expresa la conversión como ya terminada, es necesario indicar los extremos de la conversión tal y como están en el momento de la conversión ya realizada.
Pues bien, el punto de llegada tiene la naturaleza propia de su sustancia. Pero el punto de partida no conserva su sustancia, sino sólo sus accidentes, con lo que se somete a los sentidos, y según los cuales los sentidos pueden discernir sobre él.
Es justo, pues, indicar el punto de partida de la conversión con el pronombre demostrativo, referido a los accidentes sensibles que permanecen. Mientras que el punto de llegada se indica con un sustantivo, que expresa la naturaleza de aquello en lo cual la cosa se convierte, y que es, como ya se ha dicho (q. 76, a. 1, ad 2), el cuerpo de Cristo en su integridad, y no la sola carne.
Por consiguiente, la forma: esto es mi cuerpo es adecuadísima.
Respuesta a las objeciones:
1ª. El último efecto de esta consagración no es el hacerse, sino el estar hecho, como se acaba de decir en la respuesta. Y es este aspecto el que debe expresar la forma.
2ª. Es la palabra de Dios la que hizo la creación y la que hace la consagración, aunque de distinta manera. Porque aquí opera sacramentalmente, o sea, ateniéndose al valor significativo. Y, por eso, es preciso indicar con esta palabra el último efecto de la conversión con un verbo de modo indicativo y de tiempo presente. Pero en la creación esta palabra de Dios operó solamente de modo efectivo, y la eficiencia es el resultado del imperio de su sabiduría. Por lo que en la creación de las cosas la palabra del Señor se expresa con el verbo de modo imperativo, tal y como se dice en Gén., 1, 3: Hágase la luz, y se hizo la luz.
3ª. Cuando la conversión se ha realizado, el punto de partida no conserva la naturaleza de su sustancia, como el punto de llegada. Por lo que no vale la comparación.
4ª. Con el adjetivo mi, que indica la demostración de la primera persona, o sea, de la persona que habla, está bien expresada la persona de Cristo, en cuyo nombre se profieren las palabras.
5ª. La conjunción porque (enim) se añade a esta forma por la costumbre de la Iglesia romana, que la heredó de San Pedro Apóstol. Y se añadió para expresar la continuidad con las palabras anteriores. Por eso no pertenece a la forma, como tampoco pertenecen a la forma las palabras que preceden a la misma.
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ARTÍCULO 3
¿Es la forma adecuada de la consagración del vino Éste es el cáliz de mi sangre?
Objeciones por las que parece que las palabras: Éste es el cáliz de mi sangre, del nuevo y eterno testamento, misterio de fe, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados, no son la forma adecuada de la consagración del vino.
1ª. Como el pan se convierte en el cuerpo de Cristo en virtud de la consagración, así también el vino en la sangre de Cristo. Pero en la forma de la consagración del pan se indica directamente el cuerpo de Cristo, sin añadir nada más. Luego inadecuadamente se indica en esta forma la sangre de Cristo de modo indirecto, al añadir cáliz directamente diciendo: Éste es el cáliz de mi sangre.
2ª. No son de mayor eficacia las palabras que se dicen para la consagración del pan que las que se dicen para la consagración del vino, ya que las unas y las otras son palabras de Cristo. Pero inmediatamente de decir: Esto es mi cuerpo, queda realizada la consagración del pan. Luego nada más decir: Éste es el cáliz de mi sangre, queda realizada la consagración de la sangre. En cuyo caso, no parece que las palabras que siguen sean parte esencial de la forma, tanto más cuanto que pertenecen a las propiedades de este sacramento.
3ª. El Nuevo Testamento parece pertenecer al mundo de la inspiración interior, como consta por el Apóstol en Heb., 8, 8-10, cuando cita las palabras de Jer., 31, 31-33: Pactaré con la casa de Israel una alianza nueva…, pondré mi ley en su interior. El sacramento, sin embargo, se celebra de forma visible y externa. Luego no es adecuado que se diga en la forma del sacramento del Nuevo Testamento.
4ª. Se dice que una cosa es nueva cuando todavía está cercana al principio de su existencia. Pero lo eterno no tiene principio en su existencia. Luego inadecuadamente se dice: del nuevo y eterno, pues parece implicar contradicción.
5ª. Es preciso evitar a los hombres las ocasiones de error, tal y como se recomienda en Is., 57, 14: Quitad los obstáculos del camino a mi pueblo. Pero algunos erraron al pensar que el cuerpo y la sangre de Cristo están en este sacramento en sentido místico solamente. Luego es inadecuado que en esta fórmula se diga: Misterio de fe.
6ª. Más arriba se ha dicho que de la misma manera que el bautismo es el sacramento de la fe, así la eucaristía es el sacramento de la caridad. Luego en esta forma debería haberse puesto caridad, y no fe.
7ª. Todo este sacramento, en lo que se refiere al cuerpo y en lo que se refiere a la sangre, es el memorial de la pasión del Señor, según el texto de I Cor., 11, 26: cada vez que comáis este pan y bebáis este cáliz anunciaréis la muerte del Señor. Luego no debió hacerse mención de la pasión de Cristo y de su fruto sólo en la forma de la consagración de la sangre, y no en la forma de la consagración del cuerpo, teniendo en cuenta sobre todo que en Lc., 22, 19 dijo el Señor: Esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros.
8ª. La pasión de Cristo fue suficiente para todos y de su eficacia se aprovecharon muchos. De aquí que se debió decir será derramada por todos  o  por muchos, sin que se añadiera por vosotros.
9ª. Las palabras con que se consagra este sacramento tienen eficacia por la institución de Cristo. Pero ningún evangelista escribe que Cristo haya dicho todas estas palabras. Luego no es adecuada la forma de la consagración del vino.
Contra esto está que la Iglesia, instruida por los Apóstoles, utiliza esta forma de la consagración del vino.
Respondo que acerca de esta forma hay dos opiniones.
Unos, efectivamente, afirmaron que lo esencial de esta forma está constituido por las palabras: Éste es el cáliz de mi sangre, y no por lo demás.
Pero esta opinión no parece exacta porque las palabras que siguen son determinaciones del predicado, o sea, de la sangre de Cristo, y por ello pertenecen a la integridad de la frase.
Por eso otros, con mejor criterio, sostienen que todo lo que sigue pertenece a la esencia de la forma, hasta la proposición: cada vez que hiciereis esto, que pertenece al uso de este sacramento, por lo que esta proposición ya no es de la esencia de la forma.
Y es por esto por lo que el sacerdote pronuncia todas las palabras que siguen con el mismo rito y con el mismo gesto, o sea, teniendo el cáliz entre las manos.
Por otra parte, también en Lc., 22, 20 se intercalan las palabras que siguen entre las palabras de la primera parte, cuando se dice: Éste cáliz es la nueva alianza en mi sangre.
Hay que decir, por tanto, que todas estas palabras pertenecen a la esencia de la forma.
Pero las primeras palabras: Éste es el cáliz de mi sangre, significan precisamente la conversión del vino en la sangre, del modo que ya se dijo (en el artículo 2) en la forma de la consagración del pan.
Y las palabras siguientes designan el poder de la sangre derramada en la pasión, un poder que se efectúa en este sacramento y que se ordena a tres cosas.
La primera y principal, a alcanzar la vida eterna, según el texto de Heb., 10, 19: Tenemos plena segundad de entrar en el santuario por el poder de su sangre. Y para indicar esto dice: nuevo y eterno testamento.
Segunda, a la justificación de la gracia, que es el fruto de la fe, como se dice en Rom., 3, 25-26: A quien Dios ha propuesto como medio de propinación por la fe en su sangre… para que él sea justo y justificador de los que creen en Jesús. Y para indicar esto se pone: misterio de fe.
Y tercera, para remover los obstáculos que impiden conseguir las dos cosas precedentes, o sea, remover los pecados, conforme a lo que se dice en Heb., 9, 14: La sangre de Cristo… purificará nuestra conciencia de las obras muertas, o sea, de nuestros pecados. Y para indicar esto añade: que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados.
Respuesta a las objeciones:
1ª. La frase Éste es el cáliz de mi sangre es una expresión figurativa y puede entenderse de dos maneras.
Una, como metonimia, tomando el continente por el contenido, en cuyo caso el sentido es: Ésta es mi sangre contenida en el cáliz. Se hace aquí mención del cáliz porque la sangre de Cristo se consagra en este sacramento como bebida de los fieles, algo que no es propio de la sangre, y por eso era necesario que se indicase aquí la sangre por el vaso del que uno se sirve para beber.
Otra, como una metáfora, en el sentido de que por cáliz se entiende figurativamente la pasión de Cristo, la cual embriaga como un cáliz, al decir de Lam., 3, 15: Me ha llenado de amargura y me ha embriagado de ajenjo. Por lo que el Señor llamó cáliz a su propia pasión en Mt., 26, 39 cuando dice: Pase de mí este cáliz, cuyo sentido sería: Éste es el cáliz de mi pasión.
Y de esta pasión se hace mención en la consagración de la sangre por separado del cuerpo, porque la sangre se separó del cuerpo por la pasión.
2ª. Puesto que la sangre consagrada por separado representa claramente la pasión de Cristo, el efecto de la pasión debía ser mencionado mejor en la consagración de la sangre que en la consagración del cuerpo, que es el que padeció. Lo cual también se indica cuando el Señor dice: que será entregado por vosotros, como queriendo decir: que por vosotros será sometido a la pasión.
3ª. El testamento consiste en disponer de la herencia. Ahora bien, Dios dispuso que había de dar a los hombres la herencia celestial por la virtud de la sangre de Jesucristo, porque, como se dice en Heb., 9, 16: Donde hay un testamento es necesario que intervenga la muerte del testador. Pero la sangre de Cristo se nos ha dado a los hombres de dos maneras.
Una, en figura, lo cual pertenece al antiguo testamento. Por eso el Apóstol, en el mismo lugar (v. 18), concluye: Por donde ni el primer testamento fue ratificado sin sangre. Lo cual consta por lo que se lee en Ex., 24, 7-8: Después de haber leído todo lo mandado por la ley, Moisés asperjó a todo el pueblo diciendo: Esta es la sangre del testamento que el Señor ha concluido con vosotros.
Otra, en su realidad, y esto pertenece al nuevo testamento, y es de lo que habla el Apóstol en el mismo lugar (v. 15) cuando dice: Por consiguiente, Cristo es el mediador del nuevo testamento, para que, ocurrida la muerte, alcancen la promesa los que han sido llamados a la herencia eterna. Por tanto, aquí se dice en la forma: sangre del nuevo testamento, porque ésta se nos da no ya en figura, sino en su realidad. Por eso se añade: que será derramada por vosotros.
La inspiración interior deriva de la virtud de la sangre en el sentido de que somos justificados por la pasión de Cristo.
4ª. Este testamento es nuevo por la novedad de su donación sacramental. Y se le llama eternoporque Dios lo tenía decretado desde la eternidad, y porque con él se consigna la herencia eterna. Además, la misma persona de Cristo, con cuya sangre se nos otorga el testamento, es eterna.
5ª. La palabra misterio se utiliza aquí no para excluir la verdad, sino para destacar su ocultamiento. Porque en este sacramento la misma sangre de Cristo está presente de modo oculto, y porque la pasión de Cristo fue prefigurada en el antiguo testamento de modo oculto también.
6ª. La eucaristía es sacramento de la fe en el sentido de que es objeto de fe. Porque que la sangre de Cristo esté realmente presente en este sacramento solamente puede afirmarse por la fe. La misma pasión de Cristo justifica por la fe. Al bautismo, sin embargo, se le llama sacramento de la feporque lleva consigo una profesión de fe. Pero a este sacramento se le llama sacramento de la caridad porque la significa y la causa.
7ª. La sangre consagrada separadamente del cuerpo representa más claramente la pasión de Cristo. Y, por eso, se hace mención de la pasión de Cristo y de su fruto en la consagración de la sangre, y no en la consagración del cuerpo.
8ª. La sangre de la pasión de Cristo no sólo tiene eficacia para los judíos elegidos, a quienes se les dio la sangre del antiguo testamento, sino también para los gentiles; y no sólo para los sacerdotes que realizan este sacramento, y para aquellos que lo reciben, sino también para aquellos a quienes se ofrece. Por eso señaladamente se dice: por vosotros judíos, y por muchos, o sea, gentiles. O también por vosotros, que lo coméis, y por muchos, por quienes se ofrece.
9ª. Los evangelistas no intentaban transmitirnos las formas de los sacramentos, unas formas que convenía mantener ocultas en la primitiva Iglesia, como dice Dionisio al final de Ecclesiasticae Hierarchiae, sino que intentaron tejer la historia de Cristo.
Y, sin embargo, casi todas estas palabras pueden encontrarse en los diversos lugares de la Escritura. Porque la locución Éste es el cáliz se encuentra en Lc., 22, 20 y en I Cor 11, 25. En Mt., 26, 28 se dice: Esta es mi sangre del nuevo testamento que será derramada por vosotros para el perdón de los pecados. Las adiciones de eterno y misterio de fe se derivan de la tradición del Señor, llegada a la Iglesia a través de los Apóstoles, de acuerdo con lo que se dice en I Cor., 11, 23: Yo recibí del Señor lo que os he transmitido.
Continuará…

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