Páginas

lunes, 24 de diciembre de 2018

Cómo preparar el corazón para hospedar al Niño Jesús en Navidad

bebe jesus pesebre navidad nacimiento de dios


En nuestras vidas, ¿dónde esperamos que nazca Cristo? ¿Lo vemos en los lugares más modestos y lo buscamos en lo solitario y lo olvidado?  


¿Hemos preparado el espacio en el hospedaje que son nuestros corazones para recibir al Niño Jesús?

El tiempo hasta que llega el momento del nacimiento de Cristo y el propio momento de su nacimiento, es un tiempo lleno de expectativa, esperanza, gozo y pesar. Todo lo que ocurrió desde la Caída hasta Su nacimiento en un sombrío establo fue en preparación para nuestra Redención.

La Anunciación cambió a Eva en Ave y su "no" en un "hágase en mí según tu palabra" lleno de esperanza y confianza.

San José, un humilde carpintero de Nazaret, pasó a ser el padre adoptivo del Hijo de Dios y caminó el resto de sus días en compañía de la Inmaculada como su esposa. Es un viaje inspirador que los católicos caminan cada año en fe, esperanza y caridad pero comienza en oscuridad. Una oscuridad que contemplamos a través de la esperanza que llena el tiempo de Adviento.

Es un camino duro el que estos protagonistas, y nosotros, debemos caminar. El comienzo del gozoso fin comienza cuando se organiza un censo:


"César Augusto, el mejor tenedor de libros del mundo, se sentó en su palacio cerca del río Tíber. Ante él se extendía un mapa etiquetado con Orbis Terrarum, Imperium Romanum. Él estaba a punto de emitir una orden para llevar a cabo un censo mundial; todas las naciones del mundo civilizado estaban bajo el dominio de Roma. Sólo había una capital del mundo: Roma; sólo un idioma oficial: Latín; sólo un gobernante: César. A cada puesto de avanzada, a cada sátrapa y gobernador, se envió la orden: cada ciudadano romano debe estar inscrito en su propia ciudad. Al margen del Imperio, en el pequeño pueblo de Nazaret, los soldados clavaron en las paredes la orden para que todos los ciudadanos se registrasen en los pueblos de origen de sus familias". (Venerable Fulton Sheen, Life of Christ, página 26 - texto original en inglés)

Fue esta orden la que mandó a María y San José a Belén para el nacimiento del Salvador del Mundo. El hombre más poderoso del mundo había jugado su papel en la historia, aun cuando él ni se lo imaginó.

Su orden hizo que Jesucristo naciera en la ciudad de David. César no tenía ni idea que estaba cumpliendo la voluntad de Dios Uno y Trino con su decreto.

"Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en absoluto la más pequeña entre los pueblos de Judá, porque de ti saldrá un jefe, el que apacentará a mi pueblo, Israel". (Mateo 2,6)

María y José comenzaron su viaje de Nazaret a Belén cuando ella ya estaba casi lista para dar a luz. Les tomaría días llegar.

Nunca se imaginaron que no encontrarían lugar para ellos, especialmente en la condición en la que se encontraba María.

"San José estaba lleno de expectativas mientras entraba en la ciudad de su familia, y estaba convencido de que no le sería difícil encontrar alojamiento para María, particularmente tomando en cuenta su condición. José fue de casa en casa sólo para encontrarlas todas llenas. Buscó en vano un lugar donde Él, a Quien le pertenecen el cielo y la tierra, pudiese nacer.

¿Cómo podía ser posible que el Creador no encontrara un hogar en la creación? Subiendo una empinada colina José divisó una luz apenas visible que colgaba de una cuerda a través de una entrada. Ésta sería la posada del pueblo. Ahí, por sobre todos los lugares, seguramente encontraría refugio. Había un cuarto en la posada para los soldados de Roma que había sometido brutalmente a la población judía; había un cuarto para aquellos vestidos con ropas suaves, que vivían en las casas del rey; de hecho, había cuartos para cualquier persona que tuviese una moneda que darle al dueño de la posada; pero no había lugar para Él, que vino al mundo para ser refugio y morada de cada corazón sin hogar.

Cuando finalmente, la trama de la historia se ha filmado hasta cumplir las últimas palabras del guion, la línea más triste de todas será: "No había lugar en la posada". (Fulton Sheen, página 27)

¿Nos hemos tomado un tiempo para reflexionar estas palabras en nuestros corazones? ¿Tenemos un cuarto en la posada que es nuestro corazón para el Niño Jesús que va a nacer? ¿Reflejan nuestras vidas que somos morada de Dios?

Este triste recordatorio de cómo los poderes del mundo negaron a Dios, nos sirve para que cada uno de nosotros tengamos en mente que el mundo siempre ha negado a Cristo.

Nos puede sorprender e incluso rompernos el corazón el ver el barbarismo, el sufrimiento y la brutalidad de este mundo. Nos hiere profundamente cuando nosotros somos rechazados por nuestro amor a Dios, pero ¿qué más podemos esperar?

Nuestro Señor y Salvador fue rechazado desde el mismo momento en el que vino al mundo. "No había lugar en la posada" son las palabras que permanecerán a través de los tiempos y que debemos mantener cerca de nosotros en medio de nuestras propias persecuciones.

"A lo largo de la ladera y hasta llegar a la cueva del establo donde los pastores a veces conducían a sus rebaños en tiempo de tormenta, José y María fueron en busca de refugio. Allí, en un lugar de paz en el solitario abandono de una cueva azotada por el viento frío; allí, bajo el suelo del mundo, Él, que nace sin una madre en el cielo, nació sin un padre en la tierra". (Fulton Sheen, página 27)

Así fue que el Salvador de todos nació en la oscuridad de una cueva en las profundidades de la tierra que Él creó.

"En el lugar más sucio del mundo, un pesebre, nació La Pureza. Él, Quien fue después masacrado por hombres que actuaron como bestias, nació entre bestias. Él, Quien se llamaría a sí mismo "el Pan Vivo bajado del cielo", fue acomodado en un pesebre, literalmente, un lugar para que las bestias coman. Siglos antes, los judíos adoraron al cordero de oro, y los griegos, al asno. Los hombres se inclinaron ante ellos como ante Dios. El buey y el asno estuvieron presentes para hacer su inocente reparación, inclinándose ante su Dios". (Fulton Sheen, página 28)

Nuestro Señor nació y fue colocado en un pesebre. Él se convertiría en Verdadera Comida y Verdadera Bebida para que nosotros pudiésemos tener vida eterna.

El Rey del Universo nació, como muchos bebés, para que Él alimentara a los hambrientos y esclavizados. Nació y fue puesto en un pesebre de madera, cuando la madera de la Cruz esperaba Su sacrificio como ofrenda al Gran Sacerdote.

Él moriría en la madera de una Cruz por los pecados de los hombres y de las mujeres. Éste fue Su propósito, aún mientras María lo sostenía en brazos en esa fría noche.

El Señor moriría por los mismos hombres y mujeres que han caído incontables veces y se han descarriado en la búsqueda de dioses falsos. Los mismos ídolos que humildemente se postraron ante el Cristo niño en la fría oscuridad de una cueva dispuesta para las bestias.

"No hubo lugar en la posada, pero hubo lugar en el establo. La posada es el centro de reunión de la opinión pública, el punto focal del estado de ánimo del mundo, la cita con lo mundano, el lugar de concentración de lo popular y exitoso. Pero el establo es el lugar de los rechazados, de los ignorados y olvidados. El mundo probablemente esperó que el Hijo de Dios naciera –si es que nacería– en una posada. Un establo sería el último lugar donde lo buscaríamos. La Divinidad está siempre donde menos esperamos encontrarla". (Sheen, página 28)

En nuestras vidas:

- ¿Dónde esperamos que nazca Cristo? 
- ¿Lo vemos en los lugares más modestos y lo buscamos en lo dañado, lo solitario y lo olvidado?
- ¿Estamos esperando que esta Navidad nos traiga paz y gozo?
- ¿Esperamos que regalos empacados en lindos envoltorios y lazos coloridos nos traigan esa sensación de sentirnos completos?
- ¿Estamos realmente abriendo nuestros corazones a la humildad y gran condescendencia del Cristo niño durmiendo en un pesebre en una fría noche de invierno?

Estas son las preguntas que deberíamos plantearnos a nosotros mismos mientras recorremos los últimos días del Adviento.

Debemos entrar en la oscuridad de esa cueva y aceptar el único regalo que necesitamos, el Cristo niño. No podemos ser salvados por el mundo.

La única salvación que existe viene de Jesucristo. Por ahora, miramos fijamente y con mucha ternura y amor a Nuestro Salvador envuelto en pañales, pero en unos cuantos meses estaremos al pie de la Cruz el Viernes Santo aguardando el gozo de la Resurrección. Pax Christi.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario