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martes, 6 de noviembre de 2018

Un ángel enviado del Cielo que llena de gozo el corazón

angel estatua cruz mano dedo apunta cielo



Gracias, querido hijo, por enseñarme otra poderosa lección. Gracias Dios, por el regalo de este ángel y por haberme elegido como su padre  


Es difícil ser padre de familia hoy en día, especialmente si tienes uno o más hijos con necesidades especiales. Los días se convierten en montañas rusas emocionales, normalmente llenos de frustración y de  pequeñísimos rasgos de progreso.

Estas familias, frecuentemente presionan el botón de “pausa” a sus vidas personales, ya que se enfocan en terapeutas, aprendizaje adaptativo, pelear contra las escuelas para que brinden apoyo, medicinas, dietas especiales, etcétera, etcétera. Los gastos son estratosféricos y los sacrificios son tan grandes que otras familias no lo podrán creer.

Cada día es una batalla por la supervivencia, se requiere una mamá completamente comprometida, un papá y frecuentemente otros familiares también que hacen que las cosas fluyan.

Estos esfuerzos con bastante frecuencia son físicamente exhaustivos. Los padres sufren un desgaste emocional tan grande que solamente están enfocados en sobrevivir.

El aislamiento social que ocurre a menudo, se acompaña con el discurso que se le da a los vecinos y amigos acerca de lo perjudicial que resulta salir de casa.

Un regalo de Dios

Sin embargo, estos niños también son una gran bendición y un regalo de Dios cuando se decide verlos a través de SU Luz.

Una vez que la familia finalmente aprende a medir el progreso de maneras poco usuales, como un reporte positivo de la escuela o cuando un nuevo movimiento de la mano se ha logrado con el terapeuta físico, se convierte en una celebración.

Algunas veces la insistencia del terapeuta de lenguaje en que se le pronuncien nuevas palabras de manera correcta, o en insistir en la mejora de la conducta social para comer, llena a los padres de esperanza de que quizás, algún día, su hijo podrá ser capaz de funcionar en el mundo que muchas veces lo que hace es frustrarlo, señalarlo y mostrarle su hostilidad.

Cuando la familia aprende a aceptar este único regalo de Dios y deja de esperar y orar por una mejor versión de su hijo, los corazones se transforman y el amor fluye libremente.

¿Cómo es que sé que esto ocurre?
¿Por qué razón tengo este punto de vista tan cercano? Es que vivo en una familia muy parecida a la descrita en este artículo.

Mi hijo mayor tiene 19 años y tiene autismo de alto rendimiento. Hay días en los que nos hace miles de preguntas acerca de nuestras películas favoritas, nuestra comida favorita o trata de atraernos hacia montones de partidas en sus juegos de mesa.

Nuestro diario enfoque en ayudarle a que se dirija hacia una vida independiente y que sea capaz de valerse por sí mismo no siempre va como esperamos y algunas veces nos da miedo a que suceda lo peor cuando alcance la adultez en unos cuantos años más. Todo esto aunado a que tiene una extrema dificultad para hacer amigos.

¿Cómo enfrentamos esto?
Mi esposa y yo oramos mucho. Oramos para tener aceptación. Oramos para tener paciencia y paz. Pedimos al Señor que nos ayude a ser padres más fuertes para cargar esta situación que en ocasiones pesa demasiado.

Oramos por su futuro y también por el futuro de nuestro otro hijo adolescente. Nos damos apoyo y amor uno al otro y trabajamos duro para tener un buen matrimonio y honrar nuestra vocación de padres.

Recordamos ser agradecidos con la gran escuela que los atiende y con la maravillosa gente de nuestra parroquia que nos ha acogido y nos ayuda a encontrar los caminos para ser parte de la vida parroquial.

Nos recordamos a nosotros mismos que Dios es un Padre amoroso que tiene grandes planes para nuestro hijo el cual no hemos comprendido del todo.

Recuerdo el primer día de adviento de hace dos años, que fue un día muy especial. Nuestro hijo mayor está muy conectado con la fe católica y disfrutó especialmente ese adviento y esa navidad. El entiende que Jesús viene al mundo y quiere que nos preparemos para su llegada.

Él ama dar regalos y ha gastado hasta su último centavo en un regalo para mi esposa, el cual envolvimos juntos y lo ha colocado debajo del árbol. Escuchamos villancicos mientras decoramos nuestro árbol mientras él se encontraba apartado escuchando su propia música interna, como usualmente sucede. Esto está bien. A él le gustaba este momento y estar ahí, con el resto de la familia.

Más tarde, después de la cena, satisfecho de tanto comer, quiso decir una bendición sobre nuestra corona de adviento y leyó el pasaje del evangelio para la primera semana de adviento.

Esa noche, cuando terminamos nuestras oraciones y finalmente se recostó en su cama, sonrió y me dijo:

"Amo el adviento y la navidad, Papá. Esta es mi época favorita del año".

(Nota del traductor: Es extremadamente raro y difícil que una persona con autismo exprese amor o incluso agrado por un evento de manera espontánea, a la vez que sonríe)

Mi hijo lucha contra el autismo, pero en este momento, todo lo que vi fue a un hijo mío bendiciendo mi vida de incontables maneras y dándome mucho más de lo que yo le pude haber dado.

Cuando él me miró sonriendo, parecía un ángel enviado del cielo... un ángel enviado para recordarme que el Señor viene y debo estar listo con un corazón lleno de gozo, así, como el de mi hijo.

Gracias, querido hijo, por enseñarme otra poderosa lección. Gracias, oh Dios, por el regalo de este ángel y por haberme elegido como su padre.

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