Santo Evangelio según San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48. Domingo XXVI de Tiempo Ordinario. Ciclo B.
Por: H. Rogelio Suárez, L.C. | Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, ayúdame a valorar la vida de gracia y a luchar contra todo lo que pueda alejarme de Ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: "Hemos visto a uno que expulsa a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos". Jesús le respondió: "No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor.
Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua, por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.
que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.
Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrogado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo: pues más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de este día nos invita a la radicalidad en el seguimiento de Cristo. Él no nos llama a ser buenos católicos, nos llama para ser santos. La santidad es vivir cada día con radicalidad en el amor a Cristo.
Si vemos la vida de cada santo y santa a lo largo de la historia de la iglesia, nos daremos cuenta que son radicales en el seguimiento de Cristo. No les importa hacer o dejar cualquier cosa por amor a Cristo.
Cristo al decir que, si el ojo es ocasión de pecado, te lo saques, que te cortes la mano o el pie, lo que quiere es invitar a la radicalidad en la vida de cada uno de nosotros. Debemos de ser capaces de cortar tajantemente con el mal que pueda haber en nuestra vida.
Lo que Cristo quiere es un buen testimonio de vida. Él quiere que dejemos todo y lo pongamos en el centro de nuestras vidas. La radicalidad en el camino de santidad es amar a Cristo por encima de cualquier cosa, inclusive por encima de uno mismo.
Seamos radicales en nuestras vidas para llegar a ser santos. Todos los santos fueron hombres comunes que supieron poner a Cristo en el centro de toda su vida y dejar lo que en verdad no sirve, para tomar lo que vale la pena. Cristo es el tesoro por el cual se vende todo y se compra, sabiendo que nada nos faltara al tenerlo con nosotros.
En el fondo, hasta el día en el que no arriesgamos la existencia con el Señor, tocando con la mano que en Él se encuentra la vida, hacemos solo teorías. Este es el cristianismo que toca los corazones. ¿Por qué los santos son así capaces de tocar los corazones? ¡Porque los santos no solo hablan, mueven! Se nos mueve el corazón cuando una persona santa nos habla, nos dice las cosas. Y son capaces, porque en los santos vemos lo que nuestro corazón desea profundamente: autenticidad, relaciones verdaderas, radicalidad.
(Homilía de S.S. Francisco, 22 de agosto de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar un tiempo para estar con Jesús Eucaristía para recordar todo su amor por míy pedirle la gracia de poder amarlo sobre todas las cosas.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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