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martes, 5 de junio de 2018

En busca activa del Reino de Dios

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En mi vida espiritual la relación de Jesús con el Padre es una guía incontestable. Me enseña que a medida que mi fe y mi relación con el Padre se profundiza, la idea del Reino de Dios se enraíza y se hace más íntima en mi corazón y en mi mente y me invita a anunciarla a todos los que deseen escucharlo.
La causa de Jesús es, sin duda, la causa de su Padre, el reino de Dios, cuyo anuncio y salvación no es un mera promesa, es una realidad que a todos nos implica. Es bello comprender que Jesús es el reino de Dios en persona.
El interés prioritario de Jesús es que cualquier persona, no importa su origen y su condición, el tiempo o el lugar, abra de par en par su corazón y su vida a Dios, a su amor, a su ternura, a su bondad y a su misericordia y acepte en su comportamiento cotidiano su voluntad y lo que Él espera de cada uno. Jesús desea que cada ser humano ame a Dios con todo su corazón y toda su alma, y que los hombres nos amemos unos a otros desde la fraternidad auténtica del corazón..
Pero la búsqueda activa y constante del Reino de Dios exige dirigir los pasos hacia el mundo interior, para ir desde el corazón al encuentro con la Vida, con la Plenitud, el Amor y la Alegría.
El amor a Dios y el amor al prójimo constituyen el elemento sustancial de la esencia humana. Cuando un ama auténticamente se hace más humano y, desde este humanidad, nos volvemos mejores hijos e hijas de Dios.


¡Señor, Tu nos hablas del Reino de Dios y este es el mensaje central de tu predicación, este es también el horizonte dentro del cual quiero enfocar mi vida cristiana para no vivir centrado en mi sino en el Padre y desde Dios en el prójimo! ¡Señor, que la idea del Reino no se convierta para mí en una mera idea sino en una profunda e íntima experiencia personal enraizada en mi corazón y en mi alma! ¡Envíame tu Santo Espíritu, Señor, para que me convierta cada día y crea en tu Evangelio, en su riqueza, en mi crecimiento personal a través de él, para avanzar cristianamente pese a sus exigencias! ¡Hazme, Señor, sembrador que esparza la semilla para que den frutos, para que estas semillas desparramadas en mi vida den frutos abundantes! ¡Ayúdame, Señor, a ver en la vida misma que el Padre me regala una parábola de esperanza, que así como los árboles se vuelven verdes y la simiente crece en los campos en primavera, que el reino de Dios en mi corazón se convierta en la primavera de mi propia vida! ¡Haz, Señor, que el Reino de Dios que tu predicas sea la creación de un constante renacer para la vida eterna en mi existencia! ¡Tu, Señor, que eres el pastor que se ocupa de todas las ovejas, no permitas que me extravíe de tu rebaño! ¡Invítame, Señor, al banquete del cordero para experimentar la alegría del reino de Dios en mi vida! ¡Señor, que la esperanza en la plenitud del reino de Dios me haga más sensible ante los problemas de la libertad, de la justicia, del amor y de la paz en la sociedad, que la certeza de la cercanía de Dios se convierta en una fuerza transformadora para mí, que me haga un hombre nuevo, renovado, como la levadura que transforma la masa y la renueva! ¡Concédeme la gracia de acoger con fe y confianza tus enseñanzas para experimentar con alegría y gozo el incontestable amor de Dios que todo lo perdona y todo lo reconcilia!

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