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martes, 6 de marzo de 2018

San Francisco, como buen cristiano e hijo fiel de la Iglesia, profesaba una grandísima devoción a la Virgen María. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, nos lo recuerda con estas palabras: «Rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana. Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la Orden, y puso bajo sus alas, para que los nutriese y protegiese hasta el fin, los hijos que estaba a punto de abandonar» (2 Cel 198).




Antífona del Oficio de la Pasión
(S. Francisco)

Santa Virgen María, 
no ha nacido en el mundo 
ninguna semejante a ti entre las mujeres, 
hija y esclava del altísimo y sumo Rey, 
el Padre celestial, 
Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, 
esposa del Espíritu Santo: 
ruega por nosotros 
ante tu santísimo amado Hijo, Señor y maestro. 
Gloria al Padre. Como era.

Saludo a la Bienaventurada Virgen María
(S. Francisco)



Salve, Señora, santa Reina, 
santa Madre de Dios, María, 
que eres virgen hecha iglesia 
y elegida por el santísimo Padre del cielo, 
a la cual consagró Él 
con su santísimo amado Hijo 
y el Espíritu Santo Paráclito, 
en la cual estuvo y está 
toda la plenitud de la gracia y todo bien.

Salve, palacio suyo; 
salve, tabernáculo suyo; 
salve, casa suya.

Salve, vestidura suya; 
salve, esclava suya; 
salve, Madre suya 
y todas vosotras, santas virtudes, 
que sois infundidas por la gracia 
e iluminación del Espíritu Santo 
en los corazones de los fieles, 
para que de infieles hagáis fieles a Dios.

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