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lunes, 25 de diciembre de 2017

Mar 26 Dic Evangelio del día Octava de Navidad - Año Par

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“ El Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6,8-10; 7,54-60
En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.»
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.»
Y, con estas palabras, expiró.

Salmo
Sal 30,3cd-4.6 y Sab 16bc-17 R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirigeme y guíame. R/.

A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción. R/.

Líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia. R/.


Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,17-22
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará.»

Reflexión del Evangelio de hoy
Esta fiesta del martirio de San Esteban, situado al día siguiente de la celebración de la solemnidad del Nacimiento del Señor, ha merecido a lo largo de la historia muchos comentarios de autores sagrados, que buscaban la coherencia entre el nacer de Jesús y ofrecer la vida por proclamar su presencia al lado de Dios Padre en el cielo. Nacimiento a dos vidas distintas, la del cielo depende de la de la tierra.

Su muerte la entiende san Esteban, según el relato de la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, como la entrega de su espíritu al “Señor Jesús”. Un cambio de modo de existir. Y también de compañeros de vida: ya no serán los que acaban con su vida mortal, sino los que le ofrecen la vida definitiva. Pero antes de morir se acordará de aquéllos y ruega, como hizo Jesús en la cruz, que Dios no tenga en cuenta lo que han hecho. Es lo propio del mártir cristiano morir perdonando. San Esteban es el primero en el que se cumple lo que Jesús había anunciado a sus apóstoles, según leemos en el texto evangélico.

La vida de sus seguidores no iba a ser fácil: incomprendidos por los suyos, perseguidos, ni siquiera su vida respetarán. Los discípulos han de vivir sabiendo a qué se exponen. A pesar de ellos son testigos de la vida y la palabra de Jesús. Es decir son mártires. Por serlo, por ser testigos le quitan la vida. Mártir es no quien por su fe le quitan la vida sino que por ser mártir, es decir, testigo, le quitan la vida. Quitar la vida no es motivo para alegrarse, donde hay verdugos no hay motivo para la alegría, es siempre una mancha en la historia de la humanidad: ¡Ojalá no se matará a nadie por profesar su fe!

Lo que celebramos es el compromiso de San Esteban de ser testigo de Jesús, incluso aunque le costara la vida. Celebramos la fidelidad de san Esteban a la gracia de la fe recibida, cueste lo que cueste, incluso la muerte.  Algo que es muy digno de ser celebrado e imitado.


Fray Juan José de León Lastra
Licenciado en Teología

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